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Discos Victoria encontró su catálogo perdido y volverá a hacer música

La disquera regresa tras recuperar grabaciones originales. Así fue su delirante resurrección.

La música popular fue siempre una de las fortalezas de Discos Victoria, una compañía musical fundada por Otoniel Cardona (centro).

La música popular fue siempre una de las fortalezas de Discos Victoria, una compañía musical fundada por Otoniel Cardona (centro). Foto: Cortesía Discos Victoria

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Discos Victoria parecía haber desaparecido de la faz de la Tierra. La compañía se había desvanecido junto con su fundador, Otoniel Cardona Urán, alrededor del 2003.
Y no se veía cómo recuperar el catálogo que quedó suspendido en la memoria musical colombiana. La compañía había impulsado el género popular cuando, según su fundador, se consideraba una “música de quinta”. Luis Alberto Posada, Darío Gómez y El Charrito Negro grabaron allí en sus primeras etapas.
Pero entre el 2003 y 2004 –recuerda el abogado Julián Quintero, nieto del fundador–, Cardona Urán, nacido en Amagá (Antioquia) era un hombre de 81 años que “ya no tenía capacidad para manejar una empresa tan grande” y no quiso rotarla. “Nosotros no íbamos a pelear con el abuelo, ni más faltaba”.
Y de pronto, en lo que él llama “una trama como para Netflix”, un tío suyo se llevó al abuelo a un asilo y no dijo dónde hallarlo. Por años, Quintero no supo más del hombre que en su infancia lo peinaba y lo llevaba al colegio en las mañanas hasta el día del 2011, cuando le avisaron que había muerto. Con él parecía haberse ido el legado que forjó desde 1964.
(Puede interesarle leer sobre la historia de otra casa disquera: 'Discos Fuentes. 80 años y la fiesta no se acaba'
Discos Victoria, cuyo primer artista –cree Quintero– fue Olimpo Cárdenas, había impulsado clásicos decembrinos como Arbolito de Navidad, de Tito Ávila, o 24 de diciembre, de Lucy Figueroa.
Mi abuelo decía que en aquella época a la gente le daba hasta pena oírla o cantarla. Pero como él nació en un pueblo dijo: ‘Pues, esta es la música del pueblo y somos montañeros todos’. Entonces se metió a grabarla. Por nuestra empresa pasaron las Hermanitas Calle, cuando tenían 16, grabaron La cuchilla y Ojitos verdes. La serie de RCN sobre ellas, dramatizó a mi abuelo, es que Discos Victoria ha dado historia”.
Entre los músicos internacionales, los Hermanos Rosario y Juan Luis Guerra llegaron al país de la mano de Discos Victoria. También, los precursores del reguetón, con Cuentos de la Cripta. Por otro lado, la empresa distribuía su música –y la de las demás– a través de las tiendas La Música, La Feria del Disco y Cardona Hermanos. Dice Quintero que solo el sello, Discos Victoria, llegó a tener 100 empleados y, por fuera, con lo demás, incluidas las tiendas, había otros 150.
Todo esto parecía perdido, al menos para los herederos. “En Colombia, cualquiera que tuvo un vinilo en la casa lo subió a internet, eso favoreció el repertorio en el entorno digital –dice–. Pero cuando asumí como representante legal, en el 2017, nos usurpaban los derechos. Tuvimos que volvernos expertos en distribución digital”.

Una enfermera al cuidado del legado

–¿Cómo se perdió la música y cómo se recuperó?
–Antes de morir, mi abuelo le entregó el catálogo musical a una enfermera que lo había cuidado en el asilo. Le dijo: ‘Quiero que me ayude, porque esto es lo que he trabajado toda mi vida’. Eran las cintas magnetofónicas que se grabaron. Hablo de dos camionados de cintas.
La enfermera, al comienzo, no sabía cómo guardarlas. Recordó que su madre tenía espacio en una casa donde vivía de alquiler en el barrio Manrique, en Medellín. Allí las tuvo. Solo cinco años después, volvieron a la familia.
“Un día me llamó alguien -recuerda Quintero- y me dijo: ‘Tengo en la finca unas cintas en unas cajas que dicen Discos Victoria’. Y fui con mi papá. En esa finca, que está en el camino a San Pedro de los Milagros (Antioquia) estaban todas las cajas y los contratos con los artistas, todo lo que es la compañía. Resulta que a la mamá de la enfermera le tocó entregar la casa. Entonces, su novio le dijo: Llévalo a la finca mía. Después, la pareja terminó su relación y un día él la llamó y le dijo: “El mayordomo necesita el cuarto donde están esas cosas. ¿Qué va a hacer con eso porque el mayordomo piensa botarlo o echarle candela?”.
Por eso buscaron a los parientes y llegaron a Quintero.
“Yo ya estaba haciendo algo en redes sociales –cuenta–, por eso me encontraron. Eso me permitió organizarlo todo. Cuando arranqué con la representación legal, yo subía una canción y me mandaban inmediatamente una notificación de infracción a la titularidad. Como si el pirata fuera yo. Pero cuando encontré las cintas originales empecé a recuperar la titularidad.
"Mi abuelo fue muy juicioso, organizado. Él enviaba todo lo que producía a la Biblioteca Nacional, a Inravisión y a la Dirección Nacional de Derechos de Autor. Entonces la cosa quedó acreditada. Hice muchos viajes, tomé fotografías, busqué coleccionistas. Son años de reconstrucción histórica”.

Más allá del repertorio

Ahora Quintero piensa que el esfuerzo valió la pena. No siempre estuvo seguro de hacerse cargo de Discos Victoria, incluso se negó cuando alguna vez su madre y sus tías se lo insinuaron. “Les dije: ‘No voy a ser un representante de papel’ –recuerda– porque no tenía ni un disco ni una canción. Pero me quedé pensando en los trasnochos y el amor que mi abuelo le tuvo a Discos Victoria, en las familias de los artistas y en el patrimonio cultural que significaba”.
También pesaron los recuerdos: una infancia entre discos con los que jugaba como si fueran ‘frisbis’ en las plantas de producción de la compañía. Allí vio desfilar a artistas que después fueron estrellas. Y fue grato el reencuentro con algunos al recuperar la disquera.
Su trabajo como gerente ha pasado por renovar el registro de marca, “porque quienes usurpaban el derecho lo hacían a nombre de Discos Victoria –explica el gerente–. Al tener la marca, les daba claridad de que los propietarios éramos nosotros”.
Además, tuvo que buscar el catálogo que se grabó en CD y digitalizar la música que durante años custodió la enfermera. “Digitalizarla ha sido un proceso dispendioso, es un trabajo manual que hay que hacer con cada canción, y son 20.000 canciones. Mi abuelo las conservó bien. Las metía en cuartos con aires acondicionados especiales. Cuando las encontré, todavía funcionaban. Hay música inédita, por ejemplo, de Alejo Durán”.
Lo que sigue es crear un nuevo repertorio de la mano de artistas jóvenes como Naty Lamarquéz, y Miguel Vaquero, este último del género popular. También hay urbanos. Por lo pronto, gran parte del catálogo recuperado está en plataformas digitales para alegría de los melómanos.
“Tengo 42 años. No soy contemporáneo con la empresa –finaliza Quintero–. Pero me descresto cuando encuentro joyas musicales que no sabía que eran de acá, como Mi canoíta, La negra Petrona o María Salomé, canciones del patrimonio colombiano.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
REDACCIÓN CULTURA

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