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Escalona: ‘Para hacer música no se necesita tocar’

Recuerdo de una charla con Escalona, en el 2005. Revela por qué no aprendió a tocar acordeón.

Rafael Escalona, músico vallenato.

Rafael Escalona, músico vallenato. Foto: Héctor Candelario

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El Festival de la Leyenda Vallenata del 2005 apenas comenzaba. La inauguración había hecho un homenaje a varios compositores, entre ellos Rafael Escalona, y la puesta en escena, la “revista musical”, con la que suelen inaugurar el acto, había tenido como eje el recuerdo de la amistad entre Escalona y Jaime Molina.
En aquel momento, indagando sobre esa historia, el mismo Escalona estuvo dispuesto a dar una entrevista breve, de no más de 12 minutos. Radicado en Bogotá hacía tiempo, era costumbre verlo con sus abrigos y sombreros. Pero era Valledupar en Festival, Escalona estaba tan sonrosado como un cachaco en tierra caliente y se veía fresco, tenía una camisa de tonos claros y atendió, de mañana, la charla en el salón de una casa donde se alistaba la que sería una gran parranda en el patio.
Los siguientes son apartes de la charla.
¿Cómo vivió este nuevo homenaje del Festival Vallenato dado a usted y a otros autores vallenatos?
Me parece muy merecido en términos generales. Todos son merecedores: los presentes y muchos ausentes. Por esa razón recibí el mío, no solo como un homenaje a mi persona. Sino porque se ha enriquecido el folclor vallenato a tal punto que tenemos la gloria de representar cultural y folclóricamente a Colombia en América y gran parte del mundo.
Hubo en la inauguración un recuerdo sobre su amistad con Jaime Molina, del que se desprendió la canción 'Elegía a Jaime Molina'. ¿Cuál fue la historia de esa amistad?
Parece que a lo que me hace esa pregunta, es un deber mío con la dama tan simpática, con la periodista, contestarla: El caso de Jaime se me hace muy largo. Pero trataré de ser un poco lacónico, pues, Jaime representa lo que para los humanos más nobles y más sensibles -no todos lo somos, ni todos le rendimos pleitesía- es la amistad. Para mì, en lo referente a Jaime -y a otros amigos-, es la personificación de la amistad, desde la niñez, de los sentimientos afectivos internos, de la enseñanza del uno para el otro. La amistad como modo de vivir, de tomar la vida de acuerdo al sentimiento de cada ser.
Con Jaime aprendì a querer las cosas bonitas, a mirar la música, a sentirla hasta tal punto que, no la pude dejar dentro de mí, sino que la exterioricé y en honor a él hice la canción.
La canción recuerda una promesa: “Si yo moría primero me hacìa un retrato o, si el se moría primero, le sacaba un son”... él no le hizo el cuadro, pero cuentan que hacía caricaturas de todos los que estaban en su entorno. Alguna caricatura suya debió hacer…
No me la hizo. Hacíamos algo en común. Dibujé con mis canciones, que son crónicas. Hago retratos de personajes. Y él hacía caricaturas de todo el mundo, creo que estoy pintado yo, aunque sin representar mi físico. Así como yo no le canto, pinto las tradiciones de este pueblo, a los amigos vivos y muertos, a las cosas callejeras. Jaime fue un pintor echador de historias.
¿Cuál ha sido su última composición?
La última no la he hecho….
La más reciente…
Tengo varias canciones. No las tengo reservadas. Yo no salgo a buscar conjuntos para que me graben canciones. No tengo contrato de exclusividad, para que me pellizquen para que haga canciones en determinado tiempo. Por otra parte, vivo en Bogotà, es diferente el ambiente de allá al de nosotros aquí. Aquí es donde nacen las canciones. Allí es donde se cantan. Y por más que sea, esta línea fue la que establecí: la línea de la narrativa. Por eso, ya lo repetí muchas veces, mis canciones son historias vividas, hechos de mi pueblo. Cosas que pasan, después ellas van de boca hasta que pasa un acordeón y las acaricia, y despuès pasan todos los demás instrumentos del mundo.
Entonces, para grabar una canción suya, qué hacen los artistas… ¿no lo visitan para pedirle canciones?
Mis canciones las graba el que quiere grabarlas. No tengo exclusividad, ni tienen que pedirle permiso a ninguna asa. No soy exclusivo de nadie. Si influye el factor económico. La gente cree que soy artista. En los sentimientos sí, pero de práctica, no. No tengo grupo, no grabo discos. Yo canto con amigos, en parrandas, de pronto en alguna reunión, A veces viene un grupo que pueden ser los Hermanos Zuleta, el mismo Diomedes (Díaz), Jorge Oñate, los grandes… y los pequeños también, y si les gusta una canción mía, que la quieren grabar, yo se las canto como era y la graban. Pero, no tengo que salir a buscar para que me graben. Eso me mismo me preguntaban hace poco y les dije: No, ya yo vengo de regreso Si fui bueno, fui bueno y si fui malo, fui malo.
Tengo entendido que amaba desde siempre la música de acordeón, pero no aprendió a tocar. ¿Por qué?
Nunca aprendí. Nunca lo toqué. La razón: porque no me dejaron en mi casa, mi familia. Cuando era niño comencé a interesarme por las canciones, por la juglaría. Después comencé a leer y mi papá me explicaba qué era eso de La Iliada y La Eneida, de los trovadores. Pero era una cosa de carácter netamente social.
A veces venían grupos de cantantes y el acordeonero. Pero el acordeonero era, fue hasta la década del 50, un tipo de pueblo, humilde, el trabajador de la finca de los padres de uno, el que ordeñaba las vacas, criaba los cerdos, cuidaba los caballos. El 99 por ciento de ellos eran analfabetas. Entonces, honestamente, esa era la propiedad del pueblo, ellos eran los dueños, los que cultivaban el folclor.
Entonces, fue una imposición social que yo tuve, como dice Gabito (Gabriel García Márquez), no se si por la buena fortuna de ser sobrino de un obispo -creo que el primer o segundo obispo legítimamente colombiano, el obispo Celedón, de San Juan del César, del que deriva el nombre del Liceo Celedón, el primer colegio famoso de la Costa, en Santa Marta.
...No podía entonces ponerse a tocar…
¿Qué iba a hacer un niño de 7 u 8 años y medio entonces? Me da risa cuando recito el cuento. Digo: Si me miran bien, verán que tengo las orejas un poquito grandes de tanto estirármelas mi mamá cuando llegaba tarde viendo a los acordeoneros.
Y ya después de grande, cuando tenía mi independencia personal y económica, ya me di cuenta de que para hacer música no se necesita tocar ningún instrumento. La música está hecha. En las bellas artes, ahí entra la música. Eso es propiedad de Dios, creo que la otorga a ciertos seres humanos a los que él quiere dársela. Por eso no es tan fácil ser músico como ser médico, abogado o ingeniero. La música es parte de las bellas artes.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
@Lilangmartin

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