La nueva canción de
Jimena Ángel, 'Plátano maduro', tiene una letra sencilla, muy cercana a una ronda, y una música que va entre distintos ritmos que llevan al baile.
Su propuesta llega desde la
Sierra Nevada de Santa Marta, el lugar que escogió para hacer música con más tranquilidad y para conectarse intensamente con la naturaleza.
En un comienzo no fue fácil, primero tuvo que adaptarse al calor, las serpientes y los insectos de alas gigantes.
Hoy, dice con una sonrisa, los insectos no son sus amigos, pero sí sus compañeros de días, noches y caminos.
“Desde que dejé Pepa Fresa –el grupo con el que se dio a conocer– me dediqué a la música independiente”, dice Ángel, que, además, hizo parte de un circuito de sonidos de las noches bogotanas en el que también estuvieron músicos como Iván Benavides, Teto y Tito Ocampo, Hernán Salazar y Pablo Bernal, entre otros, con propuestas distintas.
Ha jugado entre el rock, el funk, el jazz y las músicas negras.
Y en ese camino se encontró con productores ses y holandeses para los que su música ha sido motivo de nuevos experimentos sonoros que nacen en este lado del mundo, en medio de colores y un sol iluminador.
El trabajo con 'Plátano maduro' lo hizo con el francés iZem, un músico bastante reconocido en el circuito no comercial.
“Yo grabé la pista, con bajo, guitarra y voces. Él miró qué había. Algunas partes quedaron tal cual, y a otras les puso más elementos. Además, trabajé con Luisa Cáceres, que también vive en Francia”, dice Ángel.
“A iZem le gusta mi estilo. Yo creo que influye que el trópico esté ahí; crear en este espacio es muy importante, no solo porque la Sierra es un lugar sagrado, con mucha energía. Se trata de un yagé constante, una medicina diaria que ayuda en la búsqueda interior”.
La vida que adoptó no es “holgada en dinero, pero sí en tiempo para crear”. El sonido de la cascada que hay cerca de su hogar, sostiene Jimena, le da unas sensaciones especiales.
“Me levanto con los monos aulladores y, desde donde estoy, me demoro 10 minutos en llegar a la playa, yendo en la bicicleta a buen ritmo”.
Primero, recuerda, se estableció en Palomino, en La Guajira, pensó en quedarse, pero una alergia en la piel le indicó que no era todavía el momento.
Desde octubre del año pasado encontró su lugar en la Sierra y allí, a su estilo, hace la música que le gusta y que refleja su nuevo y luminoso entorno.
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