En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
Leibniz, el alemán del mejor mundo posible
Uno de los más eclécticos pensadores de la Ilustración: Gottfried Wilhelm Leibniz.
Leibniz llega a Descubrir la Filosofía. Foto: archivo particular
Entre la tradición y la modernidad, trasegó el enfoque filosófico de uno de los más prolíficos y, paradójicamente, poco valorado gran sabio de la historia del pensamiento, Gottfried Wilhelm Leibniz, el alemán (des)conocido entre sus coetáneos por la verdadera magnitud de sus aportaciones y simplemente, encasillado en su propuesta los mundos posibles, que inclusive, fue ridiculizada por Voltaire en su ensayo Cándido o el optimismo (1759), lo cual tuvo en el nombre y la honra de Leibniz serias repercusiones.
No obstante, vale la pena aclarar que para que Voltaire aseverara con mofa, poniendo en boca del doctor Pangloss que “vivimos en el mejor de los mundos posibles”, se basó en el estudio de una corriente reduccionista e injustamente acomodada del más ecléctico y versátil pensador de su época (abordó todas las ciencias, desde la poesía hasta la astronomía, sin dejar de lado las matemáticas ni el derecho), la llamada filosofía Leibnizo-wolffiana, proclamada por uno de los discípulos de Leibniz, Christian Wolff, quien ajustó a su acomodo las ideas de su mentor quien no tuvo argumentos de defensa al no haber publicado tanto como escribió en vida.
Si bien, el alemán escribió un promedio de quince páginas diarias que incluían las cartas que intercambiaba con cientos de corresponsales de más de 16 países (doscientos de ellos eran mujeres eruditas), además de cientos de ensayos sobre las más diversas temáticas y en todas las lenguas como el latín, el francés, el alemán, el italiano y el inglés –a la edad de doce, daba sus primeros pinos hablando griego, pero ya se expresaba correctamente en latín y así lo demostró a sus trece años, al componer en tres días un poema de trescientos versos hexámetros latinos–, nuestro mal ponderado filósofo solo publicó unas pocas obras como Ensayos de Teodicea (entregada únicamente a la imprenta sa en 1710, para llegarle al gran público de la época) y algunos artículos en latín compartidos en revistas académicas recién creadas.
De hecho, tras la muerte de su contrincante ideológico, Locke, se negó a sacar a la luz los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano (1705) y esta obra solo apareció de manera póstuma, medio siglo más tarde de su realización. De ahí la poca justicia que le hicieron, por desconocimiento de su verdadera esencia del pensamiento, sus coetáneos quienes apenas le dieron el estatus de ‘genio de la historia’, sin reconocerle como el sabio universal que, en realidad fue, como señala Concha Roldán en 'Leibniz. En el mejor de los mundos posibles', entrega número 29 de la colección Descubrir la filosofía.
“Leibniz, al final de sus días, se dolía de no haber podido resolver alguna de sus apuestas y tareas (por ejemplo, el desarrollo de una Característica Universal o la reunificación de las iglesias), por no haber encontrado un equipo de intelectuales comprometidos que se entusiasmaran por ellas. Esa es la finalidad que Leibniz había conferido a la creación y la promoción de sociedades y academias científicas desde su juventud, pues únicamente con la cooperación científica puede un intelectual aproximarse al ideal del sabio clásico. Pero sus coetáneos no supieron adelantarse con él a su época, y Leibniz solo consiguió pasar a la posteridad como ‘el último genio universal’, cuya complejidad de pensamiento intentamos ahora reivindicar.”
Su contexto
Leibniz llega a Descubrir la Filosofía. Foto:archivo particular
Uno de los mayores atractivos de Leibniz fue su arduo trabajo por crear puentes de diálogo entre la tradición y la modernidad. Y así se ‘rebela’ este alemán en En el mejor de los mundos posibles, en donde se lee a un pensador adelantado a su tiempo y, como tal, incomprensible para aquellos con quienes cohabitaba aquel espíritu de época (zeitzeigst).
Nacido en pleno auge agrícola europeo, cuando las tres cuartas partes de la población europea eran campesinos arrinconados por los elevados impuestos y tributos que debían rendirle a sus acaudalados propietarios, Leibniz también fue testigo de la transformación de los pequeños pueblos en ciudades, en donde una burguesía emergente compuesta por artesanos, comerciantes y maestros, pero también por profesionales (médicos, funcionarios públicos y abogados) que tenían mayores recursos para acceder a la educación superior, privilegio con el que, claramente, las mujeres no podían siquiera, fantasear.
Por suerte, Leibniz nació en una familia bien acomodada y a pesar de haber perdido a su padre cuando aún era un niño, él le legó su mayor tesoro: una exquisita biblioteca llena de clásicos y modernos quienes no le enseñaron los juegos tradicionales de infancia, pero sí le forjaron su mundo mediante sus mágicas páginas.
De ahí que Leibniz llegó al mundo en el momento histórico reconocido por Paul Hazard como “el origen de la crisis de la conciencia europea”, o el rompimiento del orden establecido en la Antigüedad y el surgimiento de la nueva ciencia, cuando se da el paso de las revoluciones filosófico-científicas de Kepler, Galileo y Bacon y con ellos, el desarrollo de los instrumentos científicos que nos acercaban al macro y a los micromundos (telescopio y microscopio, respectivamente).
Por ello, Leibniz resulta tan atractivo para sus lectores: su eclecticismo y conciliación entre la tradición heredada y las novedades de la Modernidad emergente, además de sus facultades de diálogo con la filosofía antigua -fundamentalmente con Platón, Aristóteles y Plotino- y con la escolástica, y al mismo tiempo su aproximación crítica a los padres de la Modernidad (Descartes, Spinoza, Malebranche, Hobbes, Locke, Thomasius, Wolff, Newton...), lo forjaron un auténtico hermeneuta en tanto no se centró en contraponer a sus adversarios con una supuesta teoría más potente, sino que también explica el atractivo que reviste el modelo que critica, desde un perspectivismo que en nuestros días le hace si cabe más encomiable, puntualiza Roldán.
Nuestro Leibniz
Si bien tenemos en mente al pensador alemán por sus estudios sobre tres principios claves (contradicción, razón y perfección) y sobre el concepto de la mónada como la conjunción entre la armonía preestablecida y la armonía universal, su filosofía trascendió y puso en marcha su gran máxima: Theoria cum praxi según la cual, no hay teoría sin práctica y cuyo alcance fue tal que se convirtió en el lema de la Ilustración.
Como gran parte de su obra quedó inédita, al paso de lo que se va editando de él, se va valorando más su legado y se van hallando nexos con nuestra sociedad.
- Aportes actuales. El ecléctico filósofo, anticipó en su pensamiento de las teorías de los mundos posibles cuestiones de actualidad en torno al genoma humano, al cambio climático y el lengujae informático (sistema dual o binario de los ordenadores). Asimismo, los investigadores del Leibniz Archiv de Hannover, de Leibniz Forschungstelle de Münster y de la Technische Universitát han hallado nuevas previsiones de Leibniz en torno a la medicina, la técnica e ingeniería modernas.
- Monadologías, hoy. Se han encontrado influencias de esta teoría en algunas doctrinas importantes sobre las ideas de individualidad, personalidad o identidad en pensadores del siglo xx, tales como la fenomenología de Edmund Husserl, la cosmología de Alffed North Whitehead, la reflexión de Martin Heidegger sobre el principio de razón suficiente o el perspectivismo de Ortega y Gasset.
- Taxonomía. Su gradualismo avistó la jerarquía de las especies (para Lovejoy, La gran cadena del ser), y su ley de continuidad, las taxonomías de Carlos Linneo y el evolucionismo de Darwin.
'Leibniz. En el mejor de los mundos posibles', entrega número 29 de la colección Descubrir la Filosofía, circulará esta semana con EL TIEMPO, con un precio de 26.900 pesos. Los interesados en adquirir la colección completa a un precio de 589.000 pesos para suscriptores y de 787.000 pesos para no suscriptores (este precio tendrá un descuento especial para los no suscriptores quienes, al comprar los treinta libros en una misma transacción, pagarán 719.000 pesos) podrán hacerlo a través de tienda.eltiempo.com/filosofia o llamando en Bogotá al 4 26 6000, opción 3, y en la línea nacional gratuita 01 8000 110 990.