En el 2001,
Marta Gómez cantaba en las calles de
Nueva York y dice que en ese momento fue el inicio de su carrera. Han pasado 20 años y ella no puede dejar de celebrarlos.
Gómez es parte del movimiento world music, un género en el que se desenvuelve con los sonidos de su guitarra y una deliciosa mezcla de ritmos latinoamericanos y jazz.
Pero su historia en la música comenzó en 1982, cuando tenía 4 años, en el Liceo Benalcázar de Cali. Hacía parte del coro a cargo de su “gran maestra y guía, Florencia Rengifo”.
A los 15 años se estableció en Bogotá con su familia. Mientras estudiaba en la Universidad Javeriana formó una banda, Eiti Leda, y luego hizo parte del grupo Sexto Sentido, dirigido por
Julio Reyes Copello, uno de los productores más reconocidos del circuito comercial, hoy radicado en Miami.
Más adelante estudió becada en Berklee College of Music de Boston, cantó en las calles de Nueva York y en el 2009 se fue a vivir a Barcelona. Desde allí ‘ejerce’ su música del mundo y ha alcanzado un alto reconocimiento como cantautora, ganando varios premios.
Su nombre no es tan conocido en el circuito comercial, pero una de sus canciones ha dado mucho que hablar, Para la guerra, nada, de su disco Canciones de sol, del 2016, que incluso se puso al servicio del proceso de paz nacional.
La canción “no nació inspirada en Colombia, sino en el conflicto de Israel y Palestina, pero luego, viendo en los muros de Facebook esta polarización nuestra, donde hasta se juzgaba los muertos que lloramos, y peleamos con gente que no conocemos, pienso que a la guerra no le podemos ceder ni un minuto de nosotros”, cuenta.
La canción, incluso, la quisieron usar en el concierto de la parte venezolana en enero del 2019. Gómez se negó porque, para ella, su música no es algo político, sino su forma de expresión. “Ese tema es claro, sencillo. Y su mensaje es que no queremos ser parte de la guerra, que a ella, nada”.
La celebración de los 20 años de su carrera incluye la grabación de su disco número 20 y también de 20 cápsulas con historias de sus más de 100 composiciones, “lo que hay detrás de ellas: un libro, una frase, una película. Y me tiene muy entusiasmada un concierto que espero dar en el teatro de Colsubsidio, de Bogotá, el 7 de octubre, con la Orquesta Filarmónica.
La pandemia la cogió en Barcelona y dice haber tenido un tiempo muy tranquilo con su esposo y su hijo. Siente, sin embargo, el sufrimiento de todos, y por eso ha compuesto “como nunca antes, como si no hubiera un mañana. He estado viendo qué puedo grabar y hacer muchas cosas. De verdad, he sido la menos tecnológica del mundo, pero en esa parte de mi vida me he sorprendido, para bien, de decir ‘no voy a ser capaz, no voy a poder’, a hacer. Claro, el trabajo se lo envío a los que saben y lo embellecen. En teoría, podemos hacer de todo, con equipos, con luces, pero se necesita lo demás. Y tengo que decirlo: extraño verme con mis amigos, mis días de trabajo con ellos”.
Paula ausente, La ronda, Almita mía, Dormite, Déjalo ir, Confesión, Ritualitos y Lo innombrable son algunas de sus canciones, que ha llevado por el mundo, donde ha compartido con las cantautoras que, como ella, tienen otras historias que contar.
Aunque lleva mucho tiempo fuera del país y de la Cali donde creció, dice que en su equipaje de la vida carga con mucho orgullo la felicidad de los colombianos, “que es como nuestro estado natural. Tenemos muchos problemas, muchas tragedias, muchas violencias, pero no perdemos esa parte de superación”.
Este tiempo, además, le ha permitido tomar parte en actividades que con su cronograma normal no hubiera podido aceptar, como festivales de bambuco y pasillo, en los que ha podido hablar de su trabajo maravilloso con la música.
Y muchas veces ha tenido que contar que en vez de llamar a su canción Para la paz, todo, prefirió Para la guerra, nada “porque lo primero podía llevar a que todo vale y no es así. Es mejor que sepamos que no hay concesiones con la guerra”.
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