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‘Gatopardo’ o el sueño de una ‘New Yorker’ latinoamericana
Miguel Silva llega a librerías con el libro 'Los últimos días de Gatopardo'.
Silva fue columnista, entre otros, de este diario y del 'Huffington Post'. Foto: cortesía del autor
En medio de su deseo incontrolable por leerse cuanto existe sobre la historia de los medios, uno de sus temas preferidos, Miguel Silva se encontró con un texto que habla sobre el legado de la emblemática revista The New Yorker.
Entonces comenzó a dar vueltas en su cabeza la idea de dejar un testimonio escrito sobre “la potencia del periodismo colombiano”, y de ese talento latinoamericano que alcanzó a convocar la revista Gatopardo, de la que fue uno de sus creadores, que llegó a ser una especie de objeto de culto entre narradores y periodistas.
De esta manera nació el libro 'Los últimos días de Gatopardo', que Silva está poniendo en las librerías del país. En sus páginas, el lector se va a encontrar con una historia entretenida del trabajo editorial con escritores como Antonio Tabucchi, Ernesto Sábato o Carlos Fuentes, con cronistas como Martín Caparrós, Salud Hernández, Leila Guerriero y Jon Lee Anderson, y fotógrafos como Sebastião Salgado o Ruven Afanador, entre muchísimos otros.
Como anota justamente Lee Anderson en el prólogo, en los números publicados en esta revista, entre 2000 y 2006, “América Latina, sus acontecimientos y sus personajes tuvieron una vitrina como pocos”.
“La narración sobre nuestro trabajo editorial se entrelaza con la historia de la creación de la revista, de los tremendos obstáculos que enfrentamos como empresa y de los últimos días de la revista como proyecto verdaderamente latinoamericano, cuando en 2006 la perdimos a manos de una empresa mexicana que la convirtió en un medio menos regional, más local”, cuenta Silva.
¿Cómo se les ocurrió este proyecto?
Nosotros queríamos hacer un verdadero New Yorker latinoamericano. Queríamos crear una comunidad de periodistas y cronistas que en esa época no encontraban en los diarios espacio para publicar periodismo narrativo, y armar con ellos una revista que reflejara lo que es Latinoamérica, con toda su maravilla, locura, violencia, talento, belleza. Pensábamos que no había ninguna razón por la cual los anglosajones podían tener revistas como 'The New Yorker', 'Esquire', 'Vanity Fair', las llamadas 'smart magazines', y nosotros no, con esa enorme riqueza argumental y ese talento literario y periodístico que tenemos. Y demostramos que sí se podía.
¿Por qué Gatopardo?
'Gatopardo' nació por un acuerdo que hice con Semana, por invitación de Isaac Lee y Felipe López, y mucha de su energía vital viene de esa cantera increíble de periodismo aguerrido. En las oficinas de 'Semana' montamos un lugar para pensar y crear a 'Gatopardo'. Allí se reunían Rafael Molano, el director, con los periodistas Marta Orrantia, Fernando Gómez, Hernán Sansonne, Vladdo, Juanita Uribe, Fernando Quiroz, y algunos de los periodistas de 'Semana', a botar nombres al aire. Unos nombres que no decían mucho, como 'Azul' o 'Lámpara'; otros que eran un poco locos, como 'Hermosos y malditos' (idea de Gómez).
Un día llegó al cierre de 'Semana', de visita, Félix de Bedout y preguntó en qué andábamos. Le contamos que estábamos creando una revista, mezcla de 'The New Yorker' y 'Vanity Fair'. Él, de la nada, dijo: “Ah, un gatopardo”. ¡Y así se quedó! Nos fascinó el sonido de la palabra, su connotación literaria, y el hecho de que no existía en castellano, porque el 'gattopardo' italiano es, en español, un leopardo.
Carátula de 'Los últimos días de Gatopardo'. Foto:Archivo particular
¿Cómo les vendieron la idea a todas esas firmas de peso de la región para participar en este proyecto periodístico?
En el primer número nos apoyaron escritores como Umberto Eco, Antonio Tabucchi, Tomás Eloy Martínez, entre otros. A ellos los llamamos, les contamos la idea loca que teníamos y les pedimos que nos apoyaran. Como un acto de fe. Y cuando tuvimos en las manos el número cero se nos hizo más fácil explicar lo que buscábamos. Pero debo confesar que, para la mayoría de los cronistas que escribieron en nuestras páginas, 'Gatopardo' fue una revelación, un mundo que les abrió posibilidades que antes no existían, para contar historias que necesitaban extensiones más largas, tiempo para escribirlas y por ello, una remuneración adecuada para poder dedicarle todo el tiempo que requerían. El proyecto siempre partió de la base de que a los cronistas había que pagarles bien.
De las incontables historias, ¿cuál les trajo más de un dolor de cabeza?
Hay muchísimas historias en el libro sobre crónicas que generaron impacto, no siempre el buscado. Recuerdo una en particular, escrita por el gran cronista peruano Gustavo Gorriti sobre Vladimiro Montesinos, que en ese momento (abril de 2000) estaba en el poder con Fujimori. Enviamos unos extractos del texto a Perú para generar expectativa, y cuando salió la revista enviamos más de mil ejemplares a Lima. Se vendieron todos en pocos días. Estábamos radiantes. Lo que no sabíamos, y nuestro distribuidor no tuvo corazón para confesarnos en ese momento, era que la edición la había comprado, toda, ¡el propio Gobierno!
¿Un personaje soñado por tener en las páginas, que finalmente alcanzaron?
Ernesto Sabato. En el libro cuento cómo Rafael Molano logró que Sabato escribiera para nosotros de vez en cuando. No literatura, sino crónicas breves sobre su vida en Buenos Aires. Esa lectura, aún hoy, es conmovedora.
¿Qué historia de color recuerda que lo conmovió?
Cada número de 'Gatopardo' tenía una mezcla de política, crónica policial, investigación periodística y, casi siempre, un reportaje excéntrico, por llamarlo de alguna manera. Por ejemplo, el anuncio por parte de Perón de tener una bomba atómica argentina. Un artículo genial, escrito por Jesica Fainsod. Pero quizá las historias más conmovedoras hayan sido las de violencia, esa violencia ciega que azota nuestra región. ‘Las muertas de Ciudad Juárez’, escrita por Alma Guillermoprieto, es tremenda. La entrevista de Pirry al asesino de niños, Garavito, aterradora.
¿Llegaron a circular en cuántos lugares?
'Gatopardo' se distribuía en Chile, Argentina, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá, Costa Rica, México y Miami. Mandábamos unas pocas revistas a España. Llegamos a tener cinco ediciones diferentes para poder tener una sección del país específico. Era un lío logístico serio.
¿Fue viable, desde la óptica empresarial, un sueño periodístico como este?
El libro narra la historia de la aventura empresarial también, con cifras precisas en ventas, circulación, costos. Fue como poner un cohete en el espacio. Los primeros dos años necesitaron inversiones fuertes. Al salirnos de 'Semana' a fines de 2000, el trabajo por alcanzar el punto de equilibrio –al que llegamos solo uno de los siete años– fue muy duro. Hoy pienso que si 'Gatopardo' hubiese seguido adentro de 'Semana', con las economías de escala que tenía la empresa, habría sobrevivido y no habría caído en manos de la editorial mexicana. Porque nuestro problema era ser una aerolínea de un solo avión. Pero le doy un dato interesante: con solo 11 revistas al año, vendíamos tres millones de dólares. ¿Se imagina? ¿Qué revista puede decir hoy en día que vende, en una edición mensual, 250.000 dólares en pauta y circulación?
¿Qué sentimientos se le cruzan al ver la evolución del mercado actual de las revistas y medios hacia el mundo digital?
Tengo sentimientos encontrados. Por un lado, siento una enorme nostalgia por las revistas en papel, aunque aún hay maravillas (Brick, por ejemplo, una revista canadiense; y 'The New Yorker' sigue llegando todas las semanas...). Pero, por otro, veo canales infinitos para que exista buen periodismo narrativo. Para mencionar solo un medio, ahí está 'Relatto', dirigida por el propio Rafael Molano, que es una maravilla de plataforma, una especie de Netflix, pero de crónicas y reportajes.