Autor de The Good Ancestor (El buen antepasado) y exprofesor de sociología política de Cambridge, Roman Krznaric está convencido de que “la era de la tiranía del aquí y ahora” es la principal responsable de la crisis que está enfrentando el mundo.
También de que el ‘pensamiento catedral’, inspirado en las catedrales europeas del Medioevo, que demoraban siglos en construirse, es la gran salida que el mundo necesita para consolidar su futuro.
Idear proyectos a largo plazo, en su opinión, como, por ejemplo, la muralla china, construida y reconstruida entre el siglo V a. C. y el XVI, es garantizar la estabilidad de las sociedades. “La pandemia hizo que el ‘pensamiento catedral’ sea hoy más importante que nunca”, afirma Krznaric en entrevista con EL TIEMPO.
“La pandemia reveló los peligros del cortoplacismo. Los países que tenían planes pandémicos a largo plazo, como Taiwán, se han enfrentado al virus de manera mucho más eficaz que los que no los tenían, como Estados Unidos o Brasil”, sostiene.
Lo grave, en su opinión, es que el mundo se ha acostumbrado al cortoplacismo, no solo en el campo de la salud pública. “La mayoría de los políticos apenas ven más allá de las próximas elecciones o del último tuit; las empresas no pueden ver más allá del informe trimestral; las naciones se sientan a discutir en conferencias internacionales mientras el planeta se quema y las especies desaparecen.
“Como individuos, constantemente deslizamos nuestros dedos sobre los celulares y hacemos clic en el botón ‘Comprar ahora’. Es la era de la tiranía del ahora. El desafío al que nos enfrentamos como civilización, por lo tanto, es adoptar una perspectiva a largo plazo. Debemos convertirnos en buenos antepasados y considerar cómo nos van a juzgar las generaciones futuras.
“En los próximos dos siglos nacerán decenas de millones más de personas de los 7.700 millones que vivimos hoy en el planeta y ¿qué les vamos a decir? ¿Cómo les vamos a responder al desastre que les estamos dejando?”, pregunta.
Autor de varios libros sobre el poder de las ideas para cambiar la sociedad, Krznaric, que es fundador del primer Museo de la Empatía del mundo y es en la actualidad investigador de la Fundación Long Now, ha sido considerado por The Observer como uno de los principales filósofos populares de Gran Bretaña y sus escritos han influenciado, entre otros, a activistas políticos, ecologistas, reformadores de la educación, empresarios sociales y a arquitectos y diseñadores.
Tragedia repetida
Una tragedia. “Es hora de que la humanidad ita una verdad perturbadora: hemos colonizado el futuro. Sobre todo en los países ricos, lo tratamos como un puesto de avanzada colonial al que podemos hacerle todo el daño ecológico y tecnológico que queramos, como si allí no hubiese nadie.
“La tragedia es que no están allí las generaciones futuras para defenderse de este saqueo de su herencia. No pueden ponerse delante del caballo del rey como una sufragista, o sentarse a manifestar como las militantes de los años 60, o, como Mahatma Gandhi, ir a la marcha de la sal a desafiar al opresor colonial. No tienen derechos ni representación política; no tienen influencia en el mercado. La gran mayoría silenciosa de las generaciones futuras no tiene poder alguno”, afirma.
“Lo que sucede hoy con el planeta –sostiene– es parecido a lo que hizo Gran Bretaña cuando colonizó Australia en los siglos XVII y XIX o como lo hicieron los españoles con América. Se basaron en una doctrina legal ahora conocida como terra nellius, la tierra de nadie. Se comportaron como si no existieran los indígenas. De esa misma forma tratamos hoy al futuro, como si la vida no existiera allí”.
Aunque Krznaric ite que la pandemia tiene que ver con el aquí y ahora, pues afecta a “familias, comunidades, empresas y gobiernos que enfrentan los impactos trágicos e inmediatos de la crisis”, es preciso y urgente plantearse y responder preguntas sobre la planificación a largo plazo.
Por ejemplo, se pregunta, “¿nos estamos preparando para la próxima pandemia, que podría estar en el horizonte, o solo estamos planificando para enfrentar los impactos dejados por el covid-19?”.
Debemos aprender a convertirnos en pensadores catedralicios porque muchos de los desafíos que enfrentamos en el siglo XXI son de largo plazo
Por eso, el pensamiento catedral es indispensable hoy para hacerles frente a grandes desafíos ambientales, como, por ejemplo, la crisis climática. “Este es un momento de la historia en el que debemos aprender a convertirnos en pensadores catedralicios porque muchos de los desafíos que enfrentamos en el siglo XXI son de largo plazo”.
En las raíces latinas
Como buen conocedor de nuestra región, Krznaric asegura que el pensamiento catedral o a largo plazo está presente en muchas culturas y cosmologías indígenas de América Latina y de Colombia.
“Pensemos, por ejemplo, en la cultura maya en Guatemala, donde los indígenas se consideran a sí mismos hombres de maíz. En otras palabras, tienen una conexión profunda e interdependiente con la tierra. Este es un elemento esencial del pensamiento sostenible a largo plazo que debemos adoptar y tratar al planeta en sí, y no como algo que podamos poseer y explotar, sino como algo de lo que somos custodios temporales y que deberíamos transmitir a las generaciones del futuro”.
Menciona, igualmente, la forma como “la constitución ecuatoriana se ha inspirado en el pensamiento indígena para otorgar derechos a la naturaleza, el Sumac Kawsay un neologismo en quechua creado en la década de los 90 del siglo pasado como propuesta política y cultural de organizaciones socialistas-indigenistas”.
Recuerda que “eso también está pasando en otros países como Nueva Zelanda, donde el río Wanganui (que es sagrado para los maoríes locales) ha recibido derechos legales, al igual que una persona. Pensemos también en los arhuacos de Colombia y en su profunda cultura de relación con la naturaleza y su conservación”.
Este modelo es un enfoque importante para el pensamiento a largo plazo porque se trata de garantizar que las ciudades funcionen de manera sostenible
“La lucha por poner en práctica estos derechos legales –dice Krznaric– es en sí misma un enfoque esencial para poner en práctica el pensamiento catedralicio en el siglo XXI.
Para la humanidad no hay mayor desafío que vivir dentro de los límites del único planeta que sabemos que sustenta la vida. Eso significa desafiar la pérdida de biodiversidad y la deforestación. Significa dejar atrás las economías de combustibles fósiles del siglo XX y cambiar nuestras economías a fuentes de energía renovable (respetando el derecho al desarrollo de los países de bajos ingresos y el hecho de que las naciones occidentales ricas han sido históricamente las más responsables de las emisiones de carbono y deberían ser las primeras en hacer los mayores recortes)”.
Krznaric estima que todos tenemos la responsabilidad moral de garantizarles el derecho al futuro a las generaciones venideras y frenar la acumulación de desechos y basuras que les estamos heredando y que dificultarán sus vidas en el futuro.
Menciona que hay muchas formas de poner hoy en práctica el pensamiento catedral y cita como ejemplo la forma como Ámsterdam ha respondido a la pandemia. Explica que se embarcó “en un plan de reconstrucción y de restauración económica a largo plazo. Se comprometió a no tener vehículos de combustibles fósiles después del 2030 y a tener una economía circular al 50 por ciento para 2030 y del 100 por ciento para el 2050”.
Recuerda que Ámsterdam también adoptó el modelo de la economía de la dona, creado por la economista británica Kate Raworth, que busca impulsar a la vez el crecimiento financiero y el bienestar de todos.
“Este modelo es un enfoque importante para el pensamiento a largo plazo porque se trata de garantizar que las ciudades funcionen de manera sostenible dentro de los límites ecológicos, al tiempo que satisfacen las necesidades humanas básicas de las personas en términos de salud, educación y empleo”, explica.
Pese a la irresponsabilidad global con el planeta, reconoce que la crisis provocada por la actual pandemia ha despertado cierta conciencia.
“Algunos gobiernos están considerando planificar a largo plazo en otras áreas, como, por ejemplo, respecto al cambio climático y la pérdida de biodiversidad o amenazas que provienen de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial y las armas biológicas”, señala Krznaric.
Además, la idea del pensamiento catedral ya está en marcha en Japón y en otras partes del mundo. En el primero, con el movimiento de ‘diseño futuro’, que involucra a las presentes y futuras generaciones en proyectos a largo plazo, que se van desarrollando y ajustando gradualmente y de acuerdo con la realidad, para el bienestar de los ciudadanos de hoy y del mañana.
Ese movimiento congrega a los habitantes para que elaboren y discutan planes para las ciudades donde viven. La clave y garantía de la sostenibilidad de las sociedades del futuro es, por lo tanto, compartir y asumir responsabilidades en conjunto, como seres vivos, de un planeta que se comparte y compartirá. Viernes por el Futuro, un movimiento internacional estudiantil que reclama acciones urgentes contra el calentamiento global y el cambio climático y que creó la activista Greta Thunberg el 20 de agosto de 2018, es otro de los ejemplos.
De lo que se trata, por lo tanto, es de ser no solo un buen ciudadano en el presente, sino un buen antepasado, como se titula el último libro de Krznaric.
El surgimiento de esos y otros movimientos a largo plazo alientan la esperanza del filósofo. Cuenta que en la última década empezó a surgir un movimiento mundial, que aún no se consolida ni tiene nombre, pero que congrega a personas a las que bautizó como los ‘rebeldes del tiempo’ y que están decididas a descolonizar el futuro y extender nuestros horizontes temporales hacia un presente sostenible.
Colombia
Con respeto a Colombia, sostiene: “Siempre me ha inspirado la creatividad de ciudades como Bogotá, por ejemplo, cuando el exalcalde Antanas Mockus reemplazó a los oficiales de tránsito corruptos por 400 mimos que mostraban tarjetas amarillas y rojas, al estilo del fútbol, a los conductores ofensivos, lo cual funcionó pues las infracciones de tránsito se desplomaron en una década y el número de muertes por atropellamiento se redujo a la mitad.
“Ese es el tipo de pensamiento creativo a nivel de ciudad que necesitamos y creo que si las ciudades colombianas comienzan a adoptar modelos como el de la economía de la dona marcará el camino hacia un futuro sostenible para toda América Latina, y Colombia podría convertirse en un modelo de visión de largo plazo que seguirán otros países latinoamericanos”.
En su opinión, aunque es muy difícil convencer a un mundo consumista y egoísta de sus responsabilidades para con las generaciones futuras, lo extraordinario es que podemos si nos convencemos de hacerlo como seres humanos.
“Así fue como se construyó Machu Picchu, como viajamos al espacio. Esto estaba poniendo en acción nuestro cerebro a largo plazo. La pregunta es ¿cómo hacemos eso en una era de hiperindividualismo y consumismo?”, se pregunta, y responde que podríamos comenzar a pensar en lo que les dejaremos a nuestros hijos y sus descendientes.
También, que si vamos a descolonizar el futuro, debemos hacernos una pregunta simple, que fue formulada por primera vez por el gran inmunólogo norteamericano Jonas Salk, que desarrolló la primera vacuna contra la polio en la década de 1950. Su pregunta fue: “¿Estamos siendo buenos antepasados?”.
GLORIA HELENA REY
Para EL TIEMPO