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Paula Moreno y los sueños imposibles hechos realidad

La exministra de Cultura y directora de Manos Visibles acaba de lanzar su segundo libro.

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María Roa fue por mucho tiempo la mujer de los ‘cada ocho días’. Era empleada doméstica ‘interna’ en varias casas en Medellín y podía salir una vez a la semana: el sábado por la tarde y regresar el domingo por la noche.
En ese corte tiempo, que no daba más de 30 horas, María hablaba con sus amigas, también empleadas domésticas, en el parque San Antonio de la capital antioqueña y se tomaban el ‘algo’ mientras oían música. Luego se iba a su casa, en una de las comunas, a ver a sus dos hijos un rato, no mucho.
“Cada ocho días y otros ocho días, desde los catorce años: lavar, planchar, cocinar… ya se estaba cansando, y sentía que se merecía más. Además, sentía un gran vacío al estar prácticamente solo un día con sus hijos, aunque los llamara todo el tiempo. Ese ocho de otros ocho, que se convirtieron en años, hicieron que María comenzara a llamar un cambio, y, con ese capricho en el corazón, no solo empezó a anhelarlo, sino a construirlo”, escribe Paula Marcela Moreno en su libro 'Soñar lo imposible', que presentó la semana pasada, el segundo de su cosecha.
Esa María, como la canción, es un sol. Presidenta del sindicato Unión de Trabajadoras Afrocolombianas del Servicio Doméstico (Utrasd), la entidad nació en marzo del 2013 con el fin de “hacer acción colectiva organizada para exigir a los gobiernos nacional, departamentales y locales que se transformen las normas discriminatorias”. Sus logros han sido importantes y uno de ellos es la sanción de la ley que garantiza la prima para las trabajadoras domésticas.
Roa nació en Apartadó (Urabá antioqueño) y no ha sido ajena a la violencia, es más, ha sido víctima de muchas violencias: primero en su región, donde su hermana murió por una bala perdida en una guerra de pandillas; luego en Medellín, consiguiendo dónde vivir y perdiendo, por otras violencias, su espacio adquirido; la de su exmarido, de quien al fin se separó hace algunos años, como cuenta, y como empleada sintiendo los dolores de un trabajo poco valorado.
Pero esta María no se dejó vencer. Buscó asesoría para su parte emocional y ayudas para ella y sus amigas para crear el sindicato; se formó, hizo cursos y talleres de liderazgo y está terminando la carrera de Trabajo Social. En el 2015 fue elegida como uno de los líderes del país por la revista Semana, la única mujer entre nueve hombres, y llegó vestida de colores.
Sigue vistiéndose de muchos tonos y con sandalias bonitas, llenas de tiras y flores, y así Moreno la muestra en su relato, con una cercanía tan única, que el lector puede sentirse en la sala de la casa de María y hasta puede verla cuando sale volando en su moto a hacer vueltas y conseguir más logros.
María, escribe Moreno, es como el proverbio africano, “Si quieres llegar rápido, viaja solo; si quieres llegar lejos, ve acompañado”. Nunca va sola. Tiene a sus colegas solidarias. Ya no trabaja en el servicio doméstico, pero no olvida el día que una de sus “patronas” la echó porque había llegado no el domingo en la noche, sino el lunes a la madrugada (por estar unas horas más con sus hijos), y porque, para colmo, estaba en un sindicato. Las niñas de esa familia no se cansaron de llorar por el amor mutuo que se tenían, y María se quedó un poco más.
“El libro tiene historias de transformación de liderazgos, unos liderazgos que son reales y van más allá de un cargo y son fundamentales en los territorios. No solo el que ejerce María, sino las cantandoras del Pacífico que también son sicólogas, y cuando los hombres se fueron, ellas se quedaron resistiendo con los hijos, la tierra, el río y el mar; el del bailarín que traduce en sus pasos la historia afro. Es bueno contarle historias a este país distraído, historias que a mí me han transformado”, dice la exministra.
Paula Marcela Moreno nació en Bogotá el 11 de noviembre de 1978 y tal vez esa fecha, el día de la independencia de Cartagena, marcó en ella un liderazgo desde que llegó a este mundo. Pero hubo más: Moreno es hija de una abogada que fue madre soltera y dice que tanto su mamá, como sus tías, sus abuelas y sus primas han estado ahí para impulsarla.
Su familia proviene de Santander de Quilichao, Cauca, a donde ella iba de vacaciones y le gustaba por el clima y porque todo era gratis: “Los mangos, los paseos, el río, todo”.
En su familia nunca se habló de ser negro, pero ella sí fue la única afro en muchos ambientes. Su mamá llegó a Bogotá en una de las primeras migraciones de caucanos que buscaban un futuro mejor.
Se crió en una casa del barrio Nueva Marsella, con su mamá, su tía y sus primos. Eran los únicos negros del barrio y aunque había racismo, ella tuvo la suerte de que, en kínder, su profesora le decía que era una negra grande.
Es bueno contarle historias a este país distraído, historias que a mí me han transformado
Y de ese tamaño han sido sus palabras, su vida y ahora su escritura. Su primer libro, El poder de lo invisible, deja ver cómo se convirtió en una líder importante para la comunidad afrocolombiana, “pero eso lo logré porque tuve una comunidad al lado y la sigo teniendo”.
Además de ingeniera industrial de la Universidad Autónoma, Moreno estudió en las universidades de Perugia y en Cambridge. En 2010 obtuvo la beca Fulbright para hacer un programa en planeación urbana y regional en Massachusetts Institute of Technology (MIT), con enfoque en juventud en riesgo y desarrollo urbano. Fue la primera ministra de Cultura afro del país.
Lo social lo aprendió en su casa. Con su mamá y su tía iban a apoyar a las personas en proceso de desintoxicación en el Bronx bogotano e hizo parte de varios programas de ayuda en su juventud.
Cuando terminó su trabajo como ministra de Cultura fundó Manos Visibles, para formar jóvenes de los territorios. 15.000 de ellos han pasado por talleres y carreras en universidades importantes.
***
El libro que acaba de lanzar tiene tres historias: la de la gran María, la de Rafael Palacios, fundador y director del grupo de danza Sankofa, y la del padre John Reina, un sacerdote que desde Buenaventura y poniendo su vida en riesgo, no deja de apoyar a su comunidad.
Las historias son de largo aliento, escritas por una mujer que siendo muy niña prefería estar entre adultos y por eso la llevaron al sicólogo para ver si le pasaba algo, pero no había tal: ella estaba forjando su destino viendo a los grandes hablar con propiedad y sabiduría. Los años le dirían qué sí y qué no, y ella ha sido capaz de poner todo su empeño y poder femenino en lo que hace.
En Salvador de Bahía empezó a escribir 'Soñar lo imposible'. Esa ciudad le encanta, cuenta. “Es hermosa pese a sus contradicciones, como Cartagena, muestra el tema afro y Brasil ha sido parte esencial de mi camino”.
Agrega que tiene muchos amigos bahianos, como Gilberto Gil y Carlinhos Brown. Y justamente en Brasil, en Paraty, se enteró en 2017 de que al padre Reina lo iban a matar porque estaba en la mesa de soluciones del paro en Buenaventura. Lo llamó casi llorando.
Él, cuenta 'Soñar lo iposible', estaba tranquilo. Ella le dijo que se fuera unos días, pero el sacerdote le dijo que no, que eso no tenía presentación con su comunidad. Paula Moreno le consiguió escolta para que lo protegiera.
El libro describe la vida de servicio de este hombre que no solo ha desafiado a quienes quieren acabar su vida sino, “las pandemias eternas que se viven en los territorios del Pacífico y de otros lugares del país, en los que el covid-19 fue una más y tal vez por eso la llevaron de otra forma, mejor que todos nosotros”, agrega.
La pregunta que se hizo fue cómo contar “esas historias de transformación de liderazgos reales, de gente que por altruismo construye país y que además me han moldeado”.
Estas personas viven las pandemias eternas de los territorios del Pacífico y otros lugares del país, en los que el covid-19 fue una más y por eso la llevaron distinto
Y aquí está Soñar lo imposible, donde el hombre de Sankofa, Rafael Palacios, nacido en Medellín, de origen chocoano, narra que siempre se ha sentido de la tierra del patrimonio de la humanidad San Pacho gracias a una tía que se lo llevó para Quibdó en unas vacaciones y lo volvió de allá. Luego, descubrió el baile como sentido de vida, se fue a Europa a perfeccionar su arte y también estuvo en África, y volvió para darle vida a uno de los proyectos de danza más importantes del país: Sankofa.
En el capítulo de Palacios el baile se siente. Paula Moreno ha visto al grupo en París, Nueva York, Bogotá y otras ciudades del mundo. Ella y el director de Sankofa son muy buenos amigos e igual se siente la cercanía con los otros del grupo, jóvenes que han cambiado su vida con la danza, y su narración de los hombres que fueron esclavizados con los pasos de la modernidad.
El libro también tiene un espacio para contar qué es Manos Visibles, cómo ha ido poniendo líderes en lugares importantes en los territorios y también en el Gobierno y en la empresa privada, y cómo ha logrado llevar a estos jóvenes talentosos a hacer prácticas en instituciones estadounidenses, cambiándoles la vida.
Paula Marcela escritora quiere que haya muchos más libros y tiene gran cantidad de narraciones. Los personajes están allí: “Aprendieron a volar sin saber que tenían alas”.
Y también quiere que haya muchas más historias escritas por afrocolombianos, “que estemos a la vanguardia, al lado de los de los otros escritores importantes, que la gente entienda que nuestras historias son universales”.
OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
CULTURA
EL TIEMPO

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