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Roger Waters pidió parar el genocidio en el mundo en su grandioso concierto en Bogotá
Su tercer recital en el país fue un encuentro poderoso, melancólico e impresionante.
Roger Waters en Bogotá Foto: Andrea Moreno. ELTIEMPO
Veinte mil almas cumplieron la tercera cita con Roger Waters en Bogotá enEl Coliseo MedPlus. Todos estaban ansiosos y contaban los minutos esperando a que apareciera su ídolo en una tarima impresionante con cuatro pantallas gigantescas que se escondían tras un telón que dejaba lo que parecía una extraña infraestructura. Iba a ser un concierto de otro mundo, polémico (con dos mensajes muy políticos exclusivamente para Colombia) y lleno de potencia, dolor y un poco de nostalgia.
“Roger, Roger” gritaban los fanáticos cuando el reloj marcaba las 8:57 p.m. del 5 de diciembre. Otros chiflaban y aullaban esperando que ese telón cayera rápidamente. Pero una voz grave interrumpió sus gritos. En un curioso recurso no apto para los ansiosos, la voz de Waters y la pantalla anunciaba: “Damas y caballeros, el show comenzará en 15 minutos” , “…en 10 minutos”, “… en 5 minutos”, como el anuncio de un tren a punto de llegar a la estación.
A las 9:15 de la noche otro mensaje que invitaba a apagar los celulares y la famosa de la gira: “Si eres de los que dicen 'amo Pink Floyd, pero no soporto la política de Roger' harías bien en irte a la mierda e irte al bar en este momento”. La adrenalina se disparó desde el primer tema, 'Comfortably Numb', que despertó la histeria de los asistentes. Vestido como si fuera un médico o algo así, la estrella de rock y artífice de la poderosa banda Pink Floyd saludó y cantó entre imágenes apocalípticas en cuatro pantallas que adquirieron una sombría tonalidad verde.
Luego vino esa fusión de ‘The Happiest Days of Our Lives’ con ‘Another Brick in the Wall’ en el que el famoso y ensordecedor ruido de un helicóptero puso la piel de gallina a más de uno. El coliseo Med Plus explotó entre luces rojas y gritos pidiendo a los maestros que dejarán a los chicos en paz. La gente saltaba mientras un golpe de bajo profundo les hacía enloquecer de felicidad. La cosa siguió igual al dar paso a 'The Powers That Be', de su segundo disco, Radio K.A.O.S. que tuvo una descarga muy intensa.
Roger Waters en Bogotá Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
Con la imponente ‘The Bravery of Being Out of Range’, con una imagen gigantesca de Reagan y llevando al público a un sonido más íntimo y reflexivo. La pantalla mostró al mandatario con un título de genocida, mientras Roger Waters cantaba con fuerza su crudo mensaje en contra de la guerra y la tecnología genocida.
Tampoco se salvó George W. Bush, ni Bill Clinton, Barack Obama, Donald Trump y George Biden, de ser tildados como criminales de guerra durante la interpretación. También impactó la aparición del nombre de Javier Ordóñez y el lugar de su asesinato, en el barrio Villaluz (que queda relativamente cerca al Coliseo Medplus), como parte de la proyección de una serie de nombres de víctimas de brutalidad policial, como por ejemplo Breonna Taylor. También víctimas palestinas, que cada vez que aparecían evocaban los gritos del público. Con Have a Cigar recordó la sombra de la avaricia de la industria de la música.
Esa canción hace parte del disco de Pink Floyd Wish you Were Here, que, claro, fue la antesala a la canción homónima que dio paso a una coro monumental de los asistentes al show. En ese momento muchos decidieron acatar el mandato de apagar los celulares y cantar con los ojos cerrados. De un momento a otro las luces iluminaron a un público extasiado.Fue un homenaje muy especial a la banda que conformó al finalizar los años 60, presentado las fotos de Syd Barrett, a quien le dedicó Wish You Were Here. Era su amigo y quería recordarlo acompañado de sus fanáticos. En Shine on You Crazy Diamond continuó la historia de ese encuentro creativo con Barrett que es el origen de la sicodelia en Pink Floyd.
Luego el cantante pensó que era hora de recordarle a su audiencia el peligro de ser manipulado. Waters bramó como una oveja mientras esos animales aparecían en las pantallas. Era la hora de 'Sheep', la canción del disco Animals que dejó con la boca abierta a todos, cuando apareció una oveja gigante flotando por encima de sus cabezas. “Resist Capitalism” “Resist Fascism” se leía en las pantallas, antes de un corto intermedio que sirvió para que muchos gritaran “Palestina, Palestina” mientras el humo del concierto se iba desvaneciendo y las luces se enfocaban en los rostros emocionados de los fanáticos que seguían hablando de la oveja, el sonido envolvente y la magia de un Roger Waters inmenso y se sorprendieron cuando una inmensa bandera palestina palestina se extendió sobre las cabezas, antes de la reaparición del cantante.
Roger Waters en Bogotá Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
El júbilo se disparó al verlo en una representación en la que parece que lo llevan a un psiquiátrico. Pero la emoción se amplificó como el rasgueo de la guitarra y una profunda línea de bajo cuando comenzó a sonar In the Flesh.
En una silla de ruedas. Amarrado Waters revivió uno de los hits de The Wall, de Pink Floyd. Allí mismo voló el cerdo inflable, esta vez vestido como en The Wall, otro clásico, recordado también como película de Alan Parker.
“¿Hay algún paranoico en este escenario?... preguntó el cantante antes de dar paso a Run like Hell. “Corre, corre, corre, gritaban las coristas...Nadie hizo caso, nadie escapó, todos movieron sus cabezas siguiendo el ritmo aplaudiendo a rabiar.
Roger Waters en Bogotá Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
Sin ningún recelo, Waters presenta imágenes de ejecuciones extrajudiciales y pregunta por justicia para víctimas, entre las que incluyó a Julian Assange; para luego dar un registro más emotivo con Deja Vu, una reflexión acerca de la muerte de inocentes y de la maldad que define a la sociedad contemporánea. En las pantallas del escenario volvió a robarse las miradas un gigantesco mensaje que decía Stop the Genocide; también clamó por los derechos reproductivos, los derechos trans, los derechos humanos.
“Todos necesitamos derechos”, fue parte de su mensaje, entre tanto, duras imágenes de las víctimas palestinas desfilaban, entre ellas de niños.Para luego dar paso a Is this the Life we really want, un contraste brutal del poder, el dinero y la inequidad social en la que no tuvo miedo de hacer una crítica directa a marcas famosas y burlarse de Coca Cola.
Siguió en ese tono cuando el sonido de una caja registradora expuso su mecanismo con Money, una canción que todos corearon con el guitarrista del grupo de waters, Jonathan Wilson, que la interpretó magistralmente en casi nueve minutos de música impactante. Waters regresó con Us and Them, una de sus composiciones más famosas, en la que el artista realizó una impactante obra digital que se iba armando con las fotografías de rostros de personas que surgían en videos testimoniales de la guerra, de la hambruna y de lo que Waters denominó Islamofobia, para hacer un llamado al amor.
Roger Waters en Bogotá Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
Los impresionantes solos de Dave Kilminster, el guitarrista principal, permitieron sentir a su manera la presencia de quien no fue en ningún momento mencionado en el concierto: David Gilmour.No podía faltar un poco del clásico disco The Dark Side of the Moon con Any Colour you Like; Brain Damage y Eclipse. “Ustedes son jodidamente grandiosos, gracias”, dijo emocionado Roger Waters a sus seguidores colombianos.
Cuando interpretó Two Suns In The Sunset, del disco de Pink Floyd The Final Cut, arriba de él se proyectó una carretera con árboles azules acompañó el sonido de esa balada que habla de un mundo que acaricia el fin, la guerra nuclear.
Antes de empezar su última canción, recordó cuando envió una carta a los colombianos para que votaran por Gustavo Petro y celebró con un grito “¡y lo hicieron! ¡Bravo!”. Además pidió frenar el genocidio de Gaza... criticó a EE. UU. y a la Unión Europea. A las 11: 40 p.m. hizo un brindis con su banda. El final estaba cerca.
Un poco de mezcal calentó la garganta de Roger, que agradeció una noche maravillosa con la gente de Colombia.Tocó The bar, habló de su familia y de su hermano John D. Waters, que murió el año pasado.
Sentado en el piano también dedicó el tema a Bob Dylan y a su esposa Kamilah, que estuvo cerca de Waters en el concierto. Fue uno de los momentos más emotivos de este reencuentro con este artista de 80 años que destila una energía que envidiaría cualquier cantante más joven y que se fue con una versión acústica de Outside The Wall, en un adiós imponente, un tanto melancólico, pero inolvidable, que terminó a las 11:55 de la noche.