En medio de una
Nueva York segmentada socialmente a finales de los años 70 y comienzos de los 80 nació la cultura del ‘hip hop’. Ocurrió en la calle: un tipo llamado DJ Grandmaster Flash descubrió que podía crear un ritmo repitiendo segundos de un disco que giraba sobre una tornamesa;
otros, como Afrika Bambaataa y Kool Herc, construían sistemas de sonido en sus apartamentos mezclando desde música latina hasta Kraftwerk, sobre las que rapeaban sus pupilos, y atraían masas de jóvenes de las comunidades negras hacia una identidad propia.
Hoy, el
‘hip hop’ es un fenómeno global incluso con mayor notoriedad que el rock.
“En los guetos no puedes tener muchas cosas, así que tienes que improvisar e inventar. Fue así como inventamos la música de tornamesas, entre muchas cosas, como los efectos que hemos escuchado durante décadas. Y lo hicimos porque éramos pobres: cuando eres pobre, tienes lo que logras hacer”, explica Lamont Jody Hawkins, mejor conocido como U-God, una de las voces del colectivo estadounidense Wu-Tang Clan.
En el interior de esa caldera se advertía en paralelo el impacto del ‘kung fu’: En las salas de cine de Queens, Bronx y Staten Island (
EE. UU.),
las películas chinas de los estudios Shaw Brothers y Golden Harvest cultivaban una pasión por los puños de ‘garra de tigre’, el movimiento esquivo de la ‘grulla’ o la patada voladora del dragón. Emergió un culto por los samuráis (japoneses), pero también por los templos shaolín (chinos) y hasta desarrollaron sus propios luchadores con sus películas: Jim Kelly y Ron Van Klief, el ‘black dragon’.
Entre aquellos que fueron niños en Nueva York en los 80 estaban quienes serían los raperos de los 90, como
Wu-Tang Clan, posiblemente el grupo más brillante de la costa este en esa década, un ejército de nueve MCs (cantantes) –inspirados también por el islam–, que armaron RZA, GZA, Ol’ Dirty Bastard, Method Man, Masta Killa, Ghostface Killah, Inspecta Deck y U-God, entre otros, y cuyo debut debía ser como una película de ‘kung fu’ dentro de un templo shaolín: ‘Enter the Wu-Tang (36 Chambers)’, en 1993.
“Ya vamos para allá abajo a derribar todo”, dice U-God, quien habló con EL TIEMPO sobre la génesis de ese sonido y lo que significa que el ‘hip hop’ se convierta en una cultura global.
¿Cómo crearon el sonido del grupo?
Lo que salió surgió de lo que somos, es nuestro estilo, cómo fuimos criados, lo que vimos, cómo nos vestíamos, lo que comíamos, las cosas que estaban ocurriendo a nuestro alrededor, todo lo que nos pasaba, las cosas buenas y las malas, y cómo estas te moldean y te transforman en lo que eres al final. Encima de todo eso está lo que quieres hacer en la vida y para ello asumes un personaje.
Pero hubo un primer encuentro, ¿cómo surgió Wu-Tang Clan?
Desde que estábamos niños crecimos juntos en Staten Island, Brooklyn, y nos encontramos. Es la gente con la que pasas el rato en las calles, somos como pertenecientes uno a otro. Cuando eso pasa, te conectas mentalmente, actúas igual, piensas igual, son muy parejos en las mismas cosas. Siente uno que hay una capacidad mental idéntica y es obvio que los músicos anden con músicos.
En algún momento de encontrarnos nos vimos maravillados por el ‘hip hop’ y por toda la música. Russel (Ol’ Dirty Bastard) era el que tenía el ‘beat’ y era asombroso lo que pasaba con la máquina de grabación de cuatro pistas que tenía en su casa. Nos volaba la cabeza a todos. Cada pista nos metía aún más en nuestro estilo y así fue como nació el clan.
¿Cómo era el momento del primer disco, ‘36 Chambers’, que les trajo éxito inmediato?
Mi vida en ese momento era muy loca. Cada uno puso algo en ese trabajo, pero todos teníamos nuestras rutinas. En ese entonces, la verdad no era acerca de las mujeres, sino de salir de la calle juntos. De eso se trataba, pero no estábamos en lo de sacar éxitos. Se unieron los ‘beats’, el ‘slang’ (la jerga), le pusimos las palabras y los colores y todo eso se volvió un ritmo y cambió nuestras vidas. Luego vino promover la música, íbamos en una camioneta hasta la costa oeste a cantar allá y de vuelta, firmábamos autógrafos y toda esa cosa.
Pero lo bueno es que estábamos orgullosos de nuestra música, porque si no funcionaba no podíamos seguir. También había un motivo emocional y debía ser así porque, de repente, también tenías hijos, ¿entiendes?
Hay un revisionismo al ‘hip hop’: documentales, películas, libros, ¿cómo es verlo tan grande?
Veo que la gente ama nuestra cultura. La juventud americana creó el rap. ¿Por qué? Porque era nuestro, como siempre ha sido. Sabemos que hay subculturas con las que crecemos, pero en los guetos no puedes tener muchas cosas, así que tienes que improvisar e inventar (...). Así fue como se creó el ‘hip hop’: tenías dos lados de un disco, ambos tenían ‘beats’ que servían. A veces a ti te gusta un disco, pero escuchas solo una parte. ¿Nosotros qué hacíamos? Esos cinco segundos que te gustaron, nosotros los poníamos a sonar y a sonar y los volvíamos cinco minutos. Tal vez, si funcionaba ¡se volvía dos horas! –suelta una carcajada–. Así nació el ‘hip hop’: no tan popular, pero inventábamos nuestra mierda.
Esos cinco segundos que te gustaron de un disco nosotros los poníamos a sonar y a sonar y los volvíamos cinco minutos. Tal vez ¡se volvían dos horas! Así nació
el ‘hip hop’
Y ya no les pertenece solo a ustedes...
Hablando de eso, recuerdo cuando salían los tenis de Puma, valían solo 15 dólares y ¿sabes qué? ¡Eran caaaaaros! Ahora, un par de esos zapatos cuestan 350 dólares. Eso le han hecho al ‘hip hop’. En el barrio, tú creas tendencias desde lo pequeño. Cuando el ‘hip hop’ era joven, solo estaba en las comunidades negras, en el barrio. Podías abrir la ventana y escuchar una fiesta de hip hop al lado, era nuestra música. Pasó el tiempo y se volvió popular.
Todo ocurrió con Run DMC. Fue uno de los primeros grupos que estalló el ‘hip hop’ hacia afuera, atravesó la puerta, pero comenzó en las calles y es por eso que pavimentó el camino para Wu-Tang Clan, cuando hizo lo suyo con Aerosmith puso otro nivel. También estaba Public Enemy.
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Aunque las letras marcadas por la jerga del Wu-Tang Clan son literales, la semblanza del maestro shaolín siguió acompañándolos y le rinden culto. RZA ha dedicado gran parte de su carrera a llevar esa lógica al cine. Primero, su banda sonora y aparición en la cinta ‘Ghost Dog: the Way of the Samurai’, de Jim Jarmusch, y luego dirigiendo sus dos estrambóticas películas ‘The Man with the Iron Fists’ (‘El hombre con puños de hierro’).
CARLOS SOLANO
EL TIEMPO