En su casa, con su esposa,
Sonia Restrepo, y sus dos hijas, María Camila y Thaliana, Yeison Jiménez, uno de los cantantes de música popular más importantes y reconocidos del país, lleva una vida lo más normal posible como
papá y está pendiente de todo lo que sucede en sus dominios así esté cantando al otro lado del mundo.
Acepta en silencio las quejas de sus hijas cuando no aparece en alguna reunión o actividad del colegio porque está trabajando. Pero las compensa con mucho amor y trata de organizar su agenda de la mejor manera posible para tratar de estar en todo.
Hace poco tuvo que parar por varios días, no ha dejado de trabajar en la última década consolidando su carrera y creando empresas. Y necesitaba descansar.
“Pude dormir 3 o 4 noches completas. Eso, no descansar bien, es el peaje más caro que paga un artista, y con los conciertos, los viajes, las conexiones, las entrevistas, no se suman muchas horas de sueño. La alimentación siempre la he cuidado, para poder aguantar. Mi favorita es la de mar y la paisa, especialmente los fríjoles”, dice.
La semana pasada salió de gira a Europa, con ocho conciertos programados, de los cuales ya ha hecho tres: Madrid, Tenerife y Mallorca. El 17 de febrero estará en París, y le quedan pendientes Lugo, Alicante, Barcelona y Valencia. A su regreso hará una apoteósica gira con su colega Jessi Uribe.
En su carrera, de poco más de una década, Yeison ha hecho 16 giras internacionales, incluyendo paradas en Inglaterra. Y entre las más exitosas está una por Estados Unidos: 18 presentaciones en 24 días; 16 tuvieron lleno completo.
El impresionante presente que vive y palpita en cada gira no puede compararse con sus inicios, pero Jiménez mantiene los pies sobre la tierra y un respeto profundo por su público. No recuerda exactamente dónde fue su primer concierto como profesional, pero sí que cantó “en bares, billares, panaderías, casas, cobrando 100.000 pesos o menos por presentación”.
Me sobrepuse de ver muertos, atracos, violaciones. No me dejé llevar por lo que veía. Yo mismo me puse un freno. No quería que mi vida acabara mal
Su historia sonora comenzó en Manzanares, Caldas. Allí nació Yeison Orlando Jiménez Galeano el 26 de julio de 1991.
A los 7 años comenzó a cantar, aunque dice que desde los 4 ya estaba con la música en el corazón, y a los 13 empezó a componer. Se subía a los palos de naranjo y en las alturas le llegaba la inspiración. “Desde los 17 años hago parte de Sayco, eso lo tuve claro, porque no quería que nadie me robara mis canciones”.
Ha seguido componiendo y a los 31 años sus números llaman mucho la atención: según la empresa que está a cargo de su carrera, sus seguidores en redes son 11’752.000, mientras sus oyentes en Spotify suman 1,83 millones, las reproducciones en esta plataforma son 220 millones, y en YouTube, 1.700 millones. Las reproducciones en Apple son 17,2 millones. En total, en todas las plataformas tiene 2,39 billones de streams.
Pero para llegar hasta donde está hoy, Yeison Jiménez tuvo que aceptar duras pruebas y sostenerse en el camino. Hijo de comerciantes, cuenta que sus papás no iban ni a las reuniones del colegio. “La empleada era la que se encargaba de pedir las notas”.
Con el tiempo, Jiménez llegó a Bogotá. Trabajó en Corabastos vendiendo aguacates y se colaba en TransMilenio a cantar por los lados del Hotel Tequendama, en el centro de la ciudad. “Yo era un niño que quería ser cantante”, cuenta.
Vivió en barrios bravos en los sectores de Kennedy y Patio Bonito. “Me sobrepuse de ver muertos, atracos, violaciones. No me dejé llevar por lo que veía. Yo mismo me puse un freno. No quería que mi vida acabara mal”.
Difícil que me tumben, pero en estos últimos años han salido nuevas modificaciones, la agricultura ha cambiado mucho. Aun así, ¡es complicado que me salga uno malo!
Es autodidacta. Se educó leyendo libros y aprendiendo de lo que veía a su alrededor. Corabastos fue un buen lugar para saber de economía, y agrega que conocer a Dios fue fundamental. “Tenemos muy buena comunicación, oro, es una relación muy espiritual”. Hoy, además, es el dueño de ocho empresas.
Grabar su primer disco le costó un gran esfuerzo. Lo hizo en el 2013 y se llamó' Con el corazón'. En su maleta, además de la ropa para presentarse, iban compactos para la venta. Un año después, su carrera iba en ascenso, la vida le empezaba a mostrar su mejor cara.
'Guaro', 'Mi venganza', 'Tenías razón', 'Ni tengo ni necesito', '¿Por qué la envidia?', 'De pura rabia' y 'Aventurero' son solo una parte de sus exitosas canciones.
Su audiencia en América Latina también ha ido creciendo: Venezuela, Chile, Perú y Panamá han hecho parte de sus giras, pero su meta ahora es conquistar México.
“Voy por ese país, me gusta esa cultura y no le he podido dedicar mucho tiempo”.
Agrega que otro de los aspectos que tiene pendientes es que la música popular se deje de llamar así para ser regional colombiana. “Nació en una región específica, que es la zona antioqueña y cafetera en general, y debería tener ese nombre”.
Los artistas que más lo han motivado en su carrera son Darío Gómez, el Charrito Negro, Joan Sebastian y Jhonny Rivera. Y agradece que su gremio sea unido. “No tiene el veneno que hay en otros géneros. Nos gusta que nos vaya bien y siempre apoyo las carreras de mis compañeros. Hay para todos, porque además tenemos un legado: la semilla que sembró en nosotros Darío Gómez, que estuvo varias décadas pegado y nos abrió un gran camino”, dice.
De artistas como Helenita Vargas o las Hermanitas Calle no tiene muchas referencias, “pero yo terminé yendo al sepelio de Helenita porque alguien me dijo que lo acompañara”.
Jiménez, como artista grande, tiene detrás un gran equipo de trabajo y también una persona que se encarga de su ropa. Si al principio se presentaba de manera sencilla, ahora su diseñador es Julián Ruiz. “Hubo un tiempo en el que me tocaba ir a escoger la ropa a los centros comerciales y a las carreras. Ahora, en mi casa, siempre hay maletas listas para las giras”.
Igualmente, ha hecho parte de esta nueva generación que ha ayudado a cambiar la forma de hacer los videos de las canciones. “Antes, algunos solo mostraban caballos y mujeres en ropa interior. Hoy cuentan historias, están bien hechos, se invierte en ellos”, relata.
Igual pasa con los espectáculos. “Hay que crecer artísticamente. Cada uno de mis grandes conciertos tiene 12 millones de luces, efectos especiales, lanzallamas, un gran sonido...”.
Yeison Jiménez no olvida su pasado, ni a la gente que alguna vez lo apoyó y creyó en él. Y sigue teniendo buen ojo para los aguacates. “Difícil que me tumben, pero en estos últimos años han salido nuevas modificaciones, la agricultura ha cambiado mucho. Aun así, ¡es complicado que me salga uno malo!”.
OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
CULTURA EL TIEMPO
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