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Golpe a golpe: Camila Camilo, la estrella del boxeo para los Centroamericanos

Es carta de la delegación para el oro en los Juegos de San Salvador. 

Camila Camilo.

Camila Camilo. Foto: Prensa COC

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Camila Gabriela Camilo Bravo hizo honor a su segundo apellido. Cuando el juez le levantó el brazo a su rival, la rusa Nataliya Sychugeva, con la que perdió en el combate por un cupo a la final de la categoría de los 63 kilos del Mundial de Boxeo de la India, la colombiana bajó del cuadrilátero con cara de pocos amigos, mientras en su cabeza retumbaban episodios de su vida que quería olvidar.
De nada valió que la pugilista se hubiera quedado con la medalla de bronce, la primera en la corta historia de su carrera en este difícil deporte, pues se le vino la noche.
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Camino difícil

Camilo Bravo, que es una de las aspirantes a medalla de oro de la delegación colombiana en los Juegos Centroamericanos de San Salvador, que se inaugurarán mañana, no quería hablar con nadie y rompió en llanto.
Se le vinieron a su mente todos los momentos complicados que ha tenido en los últimos años. La separación de sus padres y la dura pelea que tuvo que dar sola, cuando a los 13 años salió de su casa en Arauca hacia Medellín para abrirse camino en el deporte, en el patinaje.
Hoy Camila se pone triste cuando se acuerda de ese momento. Ha pasado el tiempo y asegura que ese instante, si bien fue difícil, lo recuerda con mucho cariño, pues la sorprendió el hecho de haber ganado la medalla de bronce.
“Se me revolvieron muchas cosas. Mi tía se murió, mis padres se separaron y eso me dolió mucho. Venía de una difícil recuperación tras la cirugía del tobillo derecho y eso me confundió, me llevó a tener esa reacción”, le contó Camila a EL TIEMPO.
Camila Camilo.

Camila Camilo. Foto:PRENSA COC

Llegó a ese certamen insegura, con un futuro incierto. La partida de su padre de la casa la marcó y eso, cuenta, no lo ha podido superar, a pesar de que por esos días tenía retos importantes en su carrera.
En el colegio que estuve fue duro, había mucha droga
“Me sorprendió esa medalla en el Mundial. Cuando me lesioné del tobillo escribí en un cuaderno que quería ser medallista mundial, pero no creí que fuera tan pronto. No estaba entrenando bien, no estaba en buenas condiciones y me llamaron a la concentración. Fui y me gané el cupo a la India”, contó Camila, que nació en el barrio Suba de Bogotá, el 19 de diciembre del 2003.
Recuerda que su traslado a Medellín fue muy complicado. Tenía 13 años y le tocó lidiar sola en una gran ciudad, todo, por patinar.
“Me fui para Medellín a los 13 años, pero no me fue bien. Mi mamá me encargó con un adulto responsable, pero eso fue igual que nada. Me tocó levantarme sola, era solo una niña. Era la primera vez que me separaba de mi familia. En el colegio que estuve fue duro, había mucha droga y pasar de Arauca a una ciudad tan grande fue tenaz”, relató la pugilista, que buscará el oro en los 66 kilos.

El comienzo

Rebeca Bravo vivía en Arauca y allá conoció a Jesús Camilo, se enamoró de él y quedó embarazada. Le tocó ‘volarse’ de la ciudad porque sus padres no le iban a perdonar que fuera a tener un hijo y se trasladó para Bogotá.
Trató de terminar el último semestre de enfermería, pero no pudo. Camila nació y a los tres meses las dos se trasladaron a Bucaramanga, ciudad a la que llegó a Jesús a proponerle matrimonio.
Del reencuentro nació la idea de regresar a Arauca y los tres se instalaron en esa ciudad. Cuando Camila cumplió tres años vino el matrimonio.
En el colegio araucano, Camila Gabriela no la pasó bien. Sus compañeros se burlaban porque su piel era de color moreno. Le preguntaban por qué su papá no era como los demás, le cuestionaban que fuera “moreno”, contó Rebeca, pero eso le sirvió.
Camila comenzó a darse cuenta de que los deportistas más importantes de Colombia eran de su mismo color de piel y ahí le nació la idea de ser atleta. Seguía de cerca la carrera de Cecilia ‘Chechi’ Baena, la principal figura del patinaje colombiano en la historia. Veía cómo la cartagenera ganaba oros en los mundiales y arrasaba en las premiaciones, pero su llegada a esa disciplina tiene su historia.
Camila comenzó a quejarse de un dolor en el pecho. Era muy fuerte. Rebeca creyó que era molestando, pero con el paso de los minutos se dio cuenta de que era verdad. Comenzó a faltarle el aire, se ahogaba. Su mamá le tomó el pulso, estaba muy bajito y decidió irse para el dispensario.
Jesús la llamó en ese momento y mientras hablaba con Rebeca, Camila comenzó a convulsionar. El susto fue tremendo. Los médicos, al ver la dramática situación, atendieron a la niña de inmediato.
Fue llevaba a cuidados intensivos y sometida a exámenes. La situación de Rebeca no fue la mejor, pues recordó los duros momentos que había pasado meses atrás, cuando su papá falleció en la clínica. Los médicos la estabilizaron y el diagnóstico no fue tan difícil, pero sí de cuidado: asma crónica.

El patinaje

Cuando su hija iba a cumplir siete años, Rebeca caminaba por las calles de Arauca y vio a un señor que llevaba unos patines. De inmediato, Camila se acordó de la Chechi y dijo que quería practicar ese deporte. A esas alturas ya había nacido Elaime, su hermana.
En el club de Arauca comenzó su vida deportiva. Camila Gabriela participó en certámenes locales y regionales y hasta compitió en Venezuela con buenos resultados. Gracias a lo que ganó, se dio la oportunidad de irse para Medellín.
Corrió en Guarne y viajó a Cartagena, pero esa falta de la familia y el andar tan sola a tan corta edad la hizo pensar. Rebeca tomó la decisión de que se regresara a Arauca y se convirtió casi que en su directora deportiva.
“La entrenaba tras una moto. Hacíamos ruta. Levantaba altas velocidades, de 60 km a 30 km por hora. Fue a un torneo de Manizales. Le pagué a un padre de familia para que la atendiera porque no podíamos viajar. Allá estuvo 15 días, le daban comida, la acompañaban y nosotros cancelábamos 900.000 pesos por que la cuidaran”, relató Rebeca.
La frustración de no ir a los Juegos Supérate del 2018 con el patinaje la llenó de tristeza. No pudo clasificar y un año más tarde el profesor Guillermo, de la Normal María Inmaculada, le propuso que probara en el boxeo, pero a la familia no le gustó la idea, era un deporte rudo, de golpes y eso no era para las mujeres.
Sin embargo, Camila Gabriela comenzó a ir a los entrenamientos y logró clasificar a los Supérate del 2019 y ganó la medalla de oro, el punto de partida para llegar a ser la boxeadora que es hoy.

Confesión

“Quiero mucho el patinaje porque me dio la oportunidad de soñar como deportista, de convertirme en atleta, pero ya estoy en el boxeo, me ha ido bien y me quedaré acá”, contó Camila.
Rápidamente fue ascendiendo. Se graduó de bachillerato y hoy cursa quinto semestre de Negocios Internacionales de manera virtual, pero el 2020 fue duro para ella.
Camila se quejaba de un dolor en el tobillo derecho. Se paraba, iba a trotar y regresaba mal.
Le tomaron una radiografía, pero no salió nada. Le hicieron una resonancia y le mandaron reposo y someterse a algunas terapias, pero tuvo que pasar por el quirófano, operación que la llevó a retrasar todo su proceso como deportista de alto rendimiento.
Se recuperó con mucho esfuerzo, mucho sacrificio y fue a los Juegos Panamericanos Juveniles de Cali, en el 2021, en los que ganó el oro, tal vez el triunfo que la impulsó y que le hizo ver que el boxeo era lo suyo.
No estuvo en los Juegos Bolivarianos, tampoco en los Juegos Suramericanos, y en estos Centroamericanos y del Caribe, su primera competencia en el ciclo olímpico, quiere ganar el oro para consolidarse.
“Estaré en la división de los 66 kilos. La idea es salir campeona para asegurar un cupo a los Juegos Panamericanos de Santiago, a los que clasifican las dos primeras”, contó Camila. Pero ahí no para todo.
Sus sueños van más allá. Para la bogotana, la idea en Santiago es ser primera o segunda para asegurar la casilla a los Juegos Olímpicos de París 2024.
“Ser oro o plata allá me da la opción de ir directamente a París y saltarme los otros torneos clasificatorios y por eso sacrifico muchas cosas”, advirtió.
Elaime (izq.), su hermana, Rebeca (centro, su mamá), y Camila... Inseparables.

Elaime (izq.), su hermana, Rebeca (centro, su mamá), y Camila... Inseparables. Foto:Imagen personal

Camila Gabriela sufre porque no está con su mamá y no disfruta con su hermana. Quizás una medalla en San Salvador le ayude a superar los malos momentos.
“Son cosas que pasan y que uno no las puede arreglar. La vida es así de dura, pero hay que seguir. Me gustaría cambiar muchas cosas, pero sé que no se puede”, relató.
Sabe que unir a la familia no es imposible, pero sí difícil. Entiende que lo único que puede hacer es entrenar, lanzar certeros golpes para derribar a sus rivales y así labrar un mejor futuro.
Los Juegos Centroamericanos y del Caribe pueden ser para ella el verdadero escalón para cumplir la promesa que aún tiene escrita en ese cuaderno.
Lisandro Rengifo
Redactor de EL TIEMPO
@lisandroabel

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