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Nacional campeón: las finales se ganan (Meluk le cuenta)
Lo hizo como grande: marcando la piel del trofeo con el hierro candente y firme de la jerarquía.
Las finales no se juegan, se ganan. Es un mandamiento del fútbol que se repite una y otra vez en letanía. Y Atlético Nacional, el equipo más grande de este país –eso es indiscutible– hizo carne el verbo otra vez. Ganó la Liga, se volvió a sentar en el trono de los campeones y cosió la estrella 17 en su escudo verde y blanco. No hay ningún otro cielo tan brillante en el fútbol colombiano.
Lo hizo como lo hacen los grandes: marcando la piel del trofeo con el hierro candente y firme de la jerarquía. Es un final de novela, de héroes, de titanes. Minuto 90 y 23 segundos marca el cronómetro. Tolima va arriba 2-0 en el juego y la serie final está igualada tras el 1-3 del primer partido, en Medellín. El desempate por tiros penaltis parece la única solución.
Pero hay un córner in extremis para Nacional. La pelota vuela con alas cortas y a media altura. El portero Cuesta, del Tolima, parpadea y se queda parado, tras la peinada de Olivera. En una final no se puede parpadear. Está prohibido. Junior Hernández no vio ni la pelota ni cómo delante de él Jarlan Barrera, uno de los chiquitos de Nacional, le cabeceó el título. Y fue gol y fue explosión y fue celebración en pila de hombres de verde uno encima del otro y fueron brincos y abrazos en el banco y fue llanto reprimido y es estrella 17 y es vuelta olímpica tras cinco años sin ganar y es fiesta Nacional.
Atlético Nacional celebra tras recibir el trofeo de campeón. Foto:Mauricio Dueñas. Efe
Un desenlace vibrante e inesperado para una sensacional película de infarto: Tolima hizo un partidazo. En solo 35 minutos emparejó la final. Desde el primer segundo del partido fue la fiera en busca de su presa mostrando los colmillos, hambriento de revancha, de título, de gloria: ataque frontal, por la derecha y la izquierda, por el centro, de lejos y de cerca.
El duelo para Tolima fue como el bunde, el canto de su raza hecho himno: vivir, morir... Vivir con el autogol de Olivera (minuto 17, centro paralelo y mal despeje) y el cabezazo de hierro de Caicedo (minuto 35) para 2-0 y con todo un partido por delante por ganar... Y morir en un solo instante, en el minuto 5 del segundo tiempo, cuando Cataño en su mala hora bota un penalti y es expulsado por la plancha sobre el portero Mier cuando despejaba el rebote de su atajada definitiva. Fue la jugada que cambió el curso del partido.
Nacional tuvo entereza y jerarquía en todo el remate del campeonato. Empezó perdiendo contra Junior en Barranquilla y le empató, empezó perdiendo contra Junior en Medellín y le ganó, empezó perdiendo contra Millonarios en Medellín y le empató, empezó perdiendo contra Tolima en Medellín y le ganó, y ahora, viniendo de atrás logró el gol del título en el último suspiro.
Y es una final cruel para Tolima, pues la perdió solo: primero, con los errores inesperados del ecuatoriano Domínguez, su arquero y fichaje estelar para esta Liga, regaló dos de los goles de Nacional en Medellín (¡y si me apuran, se comió los tres!) y anoche cuando Cataño le hizo el harakiri a su equipo en la doble pesadilla instantánea de penalti errado y expulsión.
Hernán Darío Herrera, técnico de Nacional, junto a Daniel Cataño, del Tolima. Foto:Mauricio Dueñas. Efe
En el fútbol ha hecho carrera que no gana el mejor. Es un contrasentido. Por eso Holanda era mejor que Alemania y Argentina y perdió las finales de la Copa del Mundo del 74 y el 78. Italia no ganó el Mundial del 82, porque lo perdió Brasil, que ‘era el mejor’. Francia no era mejor que Croacia y es el campeón del mundo. Hace unas semanas, Real Madrid, el gran rey de Europa dizque fue peor que Liverpool, PSG y Chelsea. Anoche, este Nacional que su técnico, Hernán Darío Herrera, definió con el desparpajo arriero, montañero y aguardientero del “¡Eh, A’María! A mí no me pagan por jugar bonito”, ahora resulta que no es mejor que Tolima, ni siquiera mejor que el Nacional inmediatamente anterior dirigido por Alejandro Restrepo y que ni finalista fue.
Las finales no se juegan, se ganan. Y el mejor es el que gana. ¡Es jerarquía Nacional! Lo demás es verso.