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Nacional, con golazo de fantasía, vence a Tolima y toma ventaja en la final
El equipo verde se impuso en el partido de ida en el Atanasio Girardot.
Nacional vs. Tolima en la final. Foto: Jaiver Nieto / EL TIEMPO
Fue un gol de mitad de cancha. Sí, de mitad. Un gol que valió tres puntos y pudo valer por los tres goles que hizo Nacional. Una artimaña de los que tienen el don del buen pateo. Fue Yerson Candelo el que estremeció la pelota con ese zapatazo irreal, la hizo subir y bajar en un largo viaje mientras toda la hinchada y los jugadores contenían el aliento, y cuando el gol pasó de la fantasía a la realidad, el Atanasio Girardot explotó: fue el 2-1 que rompía un empate reñido. Al final, el equipo verde se impuso 3-1 en la ida de la final contra Tolima, así, con un gol que bien pudo valer por esos tres.
La batalla fue dura. Tolima parecía inmune a la presión, al menos en casi todo el partido, no todo; si los gritos de esa hinchada se oían más allá de las montañas, esos jugadores de vinotinto se hacían los sordos; si ese verde radiante iluminaba las tribunas, esos jugadores se hacían los ciegos, pero no lo eran, en la cancha miraban bien, con ojos desafiantes, esos que ponen los guerreros que no piensan en nada más que en la victoria.
Tolima sabía que la pelota no sería suya, que esta tendría dueño local, y así fue, con Nacional dominando, atacando con su voracidad de jugadores estelares. A los 19 minutos Guzmán quemó las manos del portero Domínguez, o fue el portero el que quemó la pelota con sus guantes en llamas. El Atanasio, que era fiesta, vibró en toda su majestuosidad. Parecía realmente una caldera hirviendo, pero Tolima no sufría. Al contrario, ese equipo organizado como una maquinita de 11 piezas exactas necesitó un instante de aire y de espacio para ir al frente con un ataque letal.
Plata liquidó
Acción del juego Nacional vs. Tolima. Foto:EFE
Fue un tiro de esquina, la pelota llevó un vuelo bajito, si la defensa esperaba por arriba, la pelota se fue por abajo, burlona, de esas pelotas que llevan el peligro adentro. Aterrizó en el área y ahí estaba Anderson Plata, ese delantero que habita entre la gloria y la critica, dispuesto a levantarse como héroe. Muchos goles ha fallado Ánderson, pero este no lo iba a desperdiciar. No lo hizo. El gol de Plata era de oro.
El Atanasio, por primera vez en la noche, en solo 22 minutos, padeció un terrorífico silencio. Fue momentáneo, un instan te de amargura, un pánico colectivo que se fue aplacando. La gente volvió a levantar sus coros muy rápido, a desgarrar gargantas, pues en una final no hay tiempo para lamentos ni para pasar saliva. Nacional recibió esa inyección de inmediato. El equipo verde tampoco tenía tiempo para llorar. Era un gol. Una desventaja. Pero tenía que ir por el empate. Tarea titánica.
Entrar en esa defensa que parecía un bloque de cemento en movimiento, iba a necesitar de muchas artimañas, y Nacional las tiene. Pabón sacó una de su guayo derecho con un remate de media distancia lleno de pólvora.
Nacional remontó
Celebración del gol de Yerson Candelo. Foto:Jaiver Nieto - EL TIEMPO
La siguiente prueba ya fue definitiva. Candelo lanzó un zapatazo, una pelota que parecía dócil, el portero Domínguez la esperaba con serenidad, pero ese balón iba pintado de verde, alguna venganza llevaba en su vuelo, porque picó justo antes, ese pique que tanto daño ha hecho en tantas canchas, y el arquero, el mismo que había quemado la pelota, se incendió con ella, dio el rebote, y como una locomotora sin frenos llegó a ella Danovis Banguero, en plancha, como quien sabe que ese obsequio no se recibe dos veces, y llegó al balón oportuno y lo empujó hacia el arco, entonces el Atanasio Girardot emitió un rugido inconmensurable, un gooooooool que aún tiene eco, un goooool que debió escucharse hasta en Ibagué, fue el 1-1, y el primer tiempo se agotaba. Así que fue un respiro.
La afición ahogada tomó aire, si es que la euforia permitía ese viejo arte de respirar, y luego emanó ese coro que dice, que manda, que clama que “¡esta noche tenemos que ganar!”, y si el rugido no hizo temblar a los hombres del Tolima, debe ser que son inmunes.
Segundo tiempo, segundo aliento. A la cancha Andrés Andrade, a las duchas John Duque. Nacional al todo por el todo. Sin embargo, se sabe que atacar a Tolima es un riesgo, esos contragolpes meten miedo. Plata es experto en eso, en una de la suyas generó un ataque feroz, Michael Rangel sacó el remate final y ya soltaba el grito de gol cuando el arquero Mier sacó una pierna como si fuera una mano y paró el remate.
Tolima, tan inmune a la presión, finalmente cedió, y falló. Perdió el gol del triunfo, luego perdió a Plata, lesionado. Entonces Candelo abrió el cajón de las artimañas para regar magia en la cancha. Recuperó la pelota en su campo, lejos, muy lejos, ni siquiera había llegado a la mitad cuando sacó ese remate elevado, la pelota hizo la parábola mortal, el portero Dominguez inició el regreso tardío, la hinchada miraba la trayectoria, absorta, la subida y la bajada para no perderse ese golazo, un gol de campo, dirían los entendidos del fútbol americano, y con ese disparo inefable Nacional al fin remontó.
Luego, Nacional encontró el tercero, de Andrade, ya sobre el final. Si el gol de Candelo los llevó a la euforia, el de Andrade les dio tranquilidad. El domingo, la estrella se define en Ibagué.