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Noticia
El milagro Oswaldo Balanta: el fútbol y la vida después de un paro cardíaco
El futbolista pasó una difícil experiencia al desplomarse en un entrenamiento con la reserva de San Lorenzo.
Oswaldo Balanta junto a su representante Carlos Scoles / su etapa en el Quindío. Foto: Suministrada
Cuando Oswaldo Balanta abrió los ojos, se dio cuenta de inmediato de que no estaba en su cama ni en su cuarto. No sabía qué le había pasado; no sentía dolor, no sentía miedo ni angustia, no sentía nada. A su lado estaba su mamá, Rosana, quien fue hacia él, emocionada por su despertar, y le dijo al oído que estuviera tranquilo, que todo estaba bien, que nada iba a salir mal. Oswaldo Balanta, algo confundido, recibió el abrazo de su madre y reconoció que esa era la misma voz dulce que le daba ánimo y que acompañó su profundo sueño en esos días en los que estuvo inconsciente en un hospital, luego de sufrir en un entrenamiento un paro cardíaco que lo tuvo entre la vida y la muerte. Se quedó con la vida. Vive. Su corazón late.
Nadie está preparado para un paro cardíaco. Nadie sabe cómo va a ser cuando el corazón decida parar súbitamente. Oswaldo Balanta, futbolista colombiano de 23 años, tampoco tenía por qué saberlo. Le pasó hace mes y medio, aquel 26 de marzo, y no es mucho lo que puede recordar. Su memoria tiene un hueco en el tiempo, depende de lo que le contaron; así va reconstruyendo su historia, porque él no sabe qué pasó exactamente. Lo que puede decir es que todo empezó como un día normal. Se levantó temprano, desayunó, se fue a entrenar a la Ciudad Deportiva con la Reserva del club San Lorenzo de Almagro en Argentina, donde llevaba dos meses de prueba. Hizo su trabajo de gimnasio, pasó a la cancha, tocó la pelota un par de veces, se alistaba para hacer unos cuantos goles, su corazón latía normal, no anunciaba nada extraño, cuando de repente todo se fue a negro, la oscuridad absoluta lo envolvió y luego, sin dolor, sin fatiga y sin aviso, se fue al piso.
A Oswaldo lo atendieron en la cancha —eso le contaron—. Todos sus compañeros del equipo, médicos y hasta guardas de seguridad corrieron a socorrerlo. Le realizaron oportunas maniobras de reanimación y desfibrilación —eso también le dijeron—. Lo trasladaron de emergencia en una ambulancia a un centro médico. Especialistas, incluidos cardiólogos, atendieron su caso. “Sufrió un paro cardíaco...”, dijo el reporte médico inicial del club. Balanta estuvo cuatro días inconsciente —eso también se lo contaron porque él no sabe cuánto tiempo pasó y aún duda si fueron cuatro—, estuvo en terapia intensiva, estable y con asistencia respiratoria. En Santander de Quilichao, su tierra natal y donde vive su familia, hubo alarma. Su mamá, Rosana, recibió el mensaje y tomó el primer avión con destino a Buenos Aires. Necesitaba estar cerca de su hijo.
Cuando Oswaldo abrió los ojos y habló con su mamá y con los médicos que llegaban a la habitación y con su representante, Carlos Scoles, empezó a enterarse de lo que había pasado. “Un paro cardíaco”, le dijeron. “Tenemos que hacer más exámenes”. Durante cuatro días estuvo sometido a todas las pruebas posibles para detectar qué había pasado con su corazón, por qué le había fallado, a él, que nunca había tenido ningún antecedente, ninguna alarma cardíaca; a él, un deportista de alto rendimiento; a él, ¿por qué a él? Y así siguió bajo monitoreo permanente. Oswaldo recuerda que no se alteró, que mantuvo la calma, como si fuera una de sus virtudes de delantero antes de anotar un gol, la misma calma que tiene ahora mientras cuenta su historia, con una voz de un joven de 23 años que acaba de pasar por un milagro y, sin embargo, no manifiesta ninguna angustia. La voz de alguien que agradece el milagro de estar vivo.
—Nada. Ni miedo, ni temor, ni dolor. Me levanté normal. No recordaba nada. Solo sentía alegría; estaba contento y agradecido con Dios, los médicos y el club.
La segunda vida de Oswaldo Balanta
Oswaldo Balanta es futbolista, es delantero, un delantero potente, así se describe. Salió para el fútbol del club Real Santander en su tierra, estuvo en la Sub-20 del Deportes Quindío y en las inferiores de Boca Juniors de Cali. Allí debutó como profesional en el Torneo de Ascenso colombiano, jugó 25 partidos y anotó 3 goles en la B. Este año se lanzó a un sueño, se fue a probar suerte al fútbol de Argentina, quería esperar la próxima ventana de pases y, mientras tanto, pidió entrenar en la Reserva de San Lorenzo. Fue cuando su corazón falló sin previo aviso.
Balanta se describe como un chico feliz, de buen ánimo, de buena actitud, lleno de sueños, dice que quiere seguir en el fútbol, ya sea jugando y haciendo goles, o incluso como preparador físico. Quiere empezar a estudiar cuanto antes para eso, pero desde que le pasó lo que le pasó, dice, se siente diferente, más feliz, más tranquilo. Es otra persona, más agradecido, asegura.
Oswaldo Balanta Foto:Suministrada
—¿Y por qué su felicidad?
—Porque es una alegría inmensa estar aquí, vivo.
Balanta y el futuro
Los días han cambiado para Oswaldo Balanta. Tras ser dado de alta en el hospital, regresó a Colombia para estar con su familia en Santander de Quilichao. Allí adelanta su proceso de reposo. Dice que no le han pedido nuevos controles y que no ha sentido nada raro, que su corazón está normal. No sabe qué vendrá más adelante. Los médicos le dijeron que entre 3 y 4 meses podrá tener un paulatino retorno a los entrenamientos. Por ahora, la instrucción es clara: reposo. Por eso, pasa sus días alejado de la pelota, no se afana, aunque jugar al fútbol es lo que sabe hacer.
—Sí, el fútbol es mi vida, pero ahora veo todo diferente. Dios me dio una segunda oportunidad y hay otras cosas importantes, como disfrutar con mi familia. Mi día a día gira en torno a muchas otras cosas más allá del fútbol. Dios decidirá si vuelvo poco a poco, pero ahora disfruto mucho más mi vida...
Oswaldo Balanta Foto:Suministrada
Cuando Oswaldo se acuesta en su cama y cierra los ojos y se prepara para soñar, no puede evitar que se le vengan imágenes a la cabeza de lo que le pasó. Trata de recordar lo que no recuerda, trata de entender lo que no entiende; entonces, dedica un tiempo a sus oraciones y agradece estar vivo. Duerme, y a veces sueña que regresa a las canchas. En la mañana, abre los ojos y su primer pensamiento es un gracias por estar con vida, por levantarse y ver a su mamá, a su papá, a su tía —que es como otra mamá— y a sus hermanos. Por todo eso es que se siente feliz.
En cuanto a su futuro, quiere volver a San Lorenzo. Está muy agradecido con todo lo que el club hizo por él, la atención médica y la preocupación. Oswaldo recuerda que los jugadores de San Lorenzo festejaron un gol con una camiseta que decía “Fuerza Balanta”, y eso lo emociona; eso, cree, realmente le dio la fuerza para levantarse de esa cama, salir del hospital y regresar a Colombia para seguir con su vida con los suyos. En el club le dijeron que no se afane, que ahora lo importante era una sola cosa: su salud.
—¿Por qué cree que le pasó todo esto a usted y qué le queda para su vida?
—Porque Dios tenía un plan conmigo. Él me llevó al lugar correcto porque sabía que ahí podía salvarme. En otro lugar, quizá no podría tener esa atención, ni las personas, ni los médicos, que actuaron ligero. Ahí tenían las herramientas. Esto me pudo pasar en la casa, en la ducha, pero pasó en el momento y en el lugar perfecto...
. Esto me pudo pasar en la casa, en la ducha, pero pasó en el momento y en el lugar perfecto...
Balanta no sabe qué va a pasar más adelante, no se pregunta si se va a demorar más tiempo en volver a jugar del que le pronosticaron, no se atormenta pensando en eso. Él, que es muy creyente, dice que solo espera que pase lo que Dios quiera y que Él le abra el camino.
—Sí, es una segunda vida. Vivo más agradecido. Siento paz, alegría. Desde que salí del hospital no volví a ser el mismo; ahora valoro más la vida porque pienso que es un momentico, no sabemos cuándo se va. A veces vivimos la vida por vivirla, y con este tipo de episodios valoramos más qué es despertarse, abrir los ojos, estar completo, poder caminar. Antes no agradecía al despertar como ahora.
Sí, Balanta se lleva en este momento la mano al corazón, mientras relata su historia, dice que lo siente fuerte, palpitando con su latido normal, ese pum pum vital que él conoce bien, como un corazón que recién despierta y está preparado para todo.
—Si Dios me ha devuelto a la vida, por algo es... —dice Balanta, feliz, con la corazonada de que aún tiene mucho por hacer en esta vida...