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Kevin Castaño: historia desconocida de la joven figura de la Selección Colombia
Fue revelación y gran figura en los amistosos contra Corea y Japón. Perfil.
Kevin Castaño, junto a Falcao y James Rodríguez. Foto: Águilas Doradas
Así fue la noticia. Intempestiva como suelen ser las grandes noticias. Y don Richard se quedó sin palabras, o las que tenía se le atropellaron en la garganta de la emoción. Y como no le salían, optó por la fuerza del silencio: se dejó caer de rodillas y le agradeció a Dios porque Kevin Castaño, su hijo de 22 años, un volante hecho en Águilas Doradas, un niño que se le volvió grande sin darse cuenta, que él crio junto a la abuela y que él formó como futbolista, cumplía el sueño en la selección.
–Pa, esto es gracias a Dios y a mi mamita (su abuela fallecida), les he pedido mucho por esta oportunidad de representar a mi país.
Don Richard, que lo escuchaba en estado de shock, solo pudo hablar en su mente, donde las palabras sí le salían, y en su oración le pidió a Dios que llenara a Kevin de sabiduría, como presintiendo que tras el microciclo cumpliría su otro sueño: jugar con James y Falcao y todos sus otros ídolos...
Es jueves. Don Richard espera el regreso de su hijo del último viaje con la Selección a Asia, donde fue titular y sorprendente figura contra Corea y Japón. Mientras tanto, remueve sus recuerdos. La voz tan paisa, tan amable, le suena vibrante, mezcla de emoción y nostalgia. Su diálogo está lleno de silencios en los que pasa saliva, como para no quebrarse cuando cuenta cómo empezó todo. Relata que cuando Kevin llegó al mundo su alegría por ser padre contrastó con la rápida ruptura con la madre, y cuando ella tuvo que marcharse por trabajo, él se propuso ser mamá y papá a la vez, criarlo, educarlo con ayuda de la abuela María Noelia. Kevin creció junto a ellos en una casa del humilde barrio Santa Cruz de Itagüí, estudió en al colegio Diego Echavarría, pero rápidamente la cancha lo llamó y su papá fue clave en eso.
Kevin Castaño junto a su papá Richard Castaño. Foto:Archivo particular
Don Richard era entrenador en una escuela de fútbol y desde los 3 años ya llevaba a Kevin, allí le dio sus primeras lecciones: se convirtió en padre-madre-entrenador, en todo. En 2008, Águilas Doradas llegó a Itagüí y don Richard corrió a buscar trabajo como DT, se lo dieron y empezó a formar niños, entre ellos a su hijo, al que llevaba todos los días; a veces llegaban caminando, cuando la moto les fallaba. Kevin, con 7 años, era el que le ayudaba a cargar las tulas de balones. Por entonces ya hablaban de los sueños. Don Richard, con la misma devoción con la que crio a su hijo, se decidió a hacerlo un gran futbolista: le enseñó a patear, a moverse, y también le enseñó a hacer goles, porque Kevin, ese volante aguerrido que se devoró a mordiscos la cancha con la Selección, era delantero, era goleador.
Kevin se apasionó, jugó torneos municipales y se destacaba, lo ponía de delantero y siempre hacia goles, tenía potencia para patear y mucho liderazgo
“Kevin se apasionó, jugó torneos municipales y se destacaba, lo ponía de delantero y siempre hacia goles, tenía potencia para patear y mucho liderazgo”, recuerda el padre, quien había armado un equipo con los mejores niños de la categoría 2000, la de Kevin, y participaron en torneos que no olvidan, en algunos ganaron títulos y celebraron juntos y Kevin no dejaba de hacer goles. Pero faltaba algo clave en su carrera: convertirse en volante.
Un día, en algún partido, don Richard se fijó que Kevin no solo se le quedaba en talla, con 1,68 de estatura, sino que tenía mucha agresividad en la marca, bravura, que le gustaba recuperar la pelota con vehemencia, entonces empezó a retrasarlo, primero de volante 10, luego más atrás, y allí se quedó, como un corajudo volante de esos que quitan, de esos que rugen primero para que nadie les ruja a ellos.
Kevin Castaño en las divisiones menores de Águilas. Foto:Archivo particular
A los 15 años, el DT de la sub-20 de Águilas, Samuel Vanegas, lo pidió, y don Richard lo soltó para que hiciera su vuelo con otro DT. Y le fue tan bien que llegó rápido al primer equipo, y ya era cuestión de días para el debut profesional.
El debut y el drama
Kevin Castaño junto a Richard, su papá. Foto:Archivo particular
Año 2020. Era el día del debut. Kevin estaba nervioso, normal, pero no solo por la posibilidad de debutar, sino porque ese mismo día su papá estaba postrado en una cama, donde la muerte lo merodeaba. La enfermedad lo atacó como mejor sabe, impredecible: cálculos renales dieron paso al covid. Tuvo dos paros respiratorios. Los médicos no eran optimistas. “Sigue vivo de milagro”, decían, y quien crea en milagros sabrá que ese milagro se llamaba Kevin, que ingresó a su primer partido profesional cuando a don Richard lo operaban. Cuando despertó y se vio entre los vivos, pensó en su hijo, pidió los videos del partido, vio los 12 minutos finales que jugó contra Leones en la Copa Colombia, y lloró... y se convenció de que si seguía vivo era para verlo cumplir otros sueños.
Kevin se volvió jugador vital de Águilas, incluso, su capitán. En 2021 jugó 23 partidos de Liga. En 2022, 35. Entonces un bombillito alumbró en el radar de Néstor Lorenzo, que lo citó para un microciclo de la Selección en octubre del año pasado, fue cuando don Richard se puso de rodillas a recordar toda esta historia. Luego, Kevin fue convocado para un amistoso contra EE. UU. en enero, entró al minuto 83. Y lo mejor estaba por llegar: la reciente convocatoria en la que jugó de titular al lado de sus máximos ídolos.
Kevin Castaño Foto:Efe/Jiji Press Japan
“Era un sueño de ambos y lo iro porque le tocó madurar muy niño y entender los problemas que nos tocaron. Fui muy estricto con él, quizá me exageraba. Pero hoy le doy gracias a Dios porque me ha dado esta oportunidad de ver sus logros, y con los pies sobre la tierra, porque yo le digo, ‘no has ganado nada, y cuando sí, la humildad debe prevalecer’.
Kevin Castaño (der.), con la Selección Colombia. Foto:FCF
–¿Hijo, sí vas a jugar?
–No lo sé, pa.
–Pero si queda media hora pal partido contra Corea. ¿No te han dicho?
–No, pa.
Kevin ya lo sabía. Iba a tener su debut como titular de la Selección el pasado 24 de marzo, pero no dijo nada, quizá porque los nervios le hacían pensar que de pronto Lorenzo se arrepentía a última hora, o quizá pensaba que estaba durmiendo y si contaba el sueño se despertaba antes del partido y no lo jugaba, o era que quería tomar por sorpresa a su papá.
“Es que Kevin es muy reservado”, aclara don Richard, quien no lo podía creer cuando lo vio en la cancha cantando el himno, y cuando lo vio desfogando su talento, con lucha, con carácter, incluso con gritos de veterano, como si el sueño lo hubiera vivido mil veces y ya supiera cómo era. Y sin embargo, don Richard no quedó saciado. Su exigencia de entrenador, esa disciplina que le inculcó desde niño, cuando no lo dejaba ni jugar en el barrio para que no se le descarriara, le ganó a su orgullo de padre.
Kevin Castaño, jugador de la Selección Colombia. Foto:Águilas Doradas
–Lo conozco y podía dar más.
–Pero sí fue la figura del partido…
–Pero podía dar mucho más. Sentía pánico escénico: lo conozco, sé qué clase de jugador es. Y fue lo que nos mostró en el segundo partido contra Japón.
Desde entonces este papá-entrenador y su hijo no han dejado de chatear mientras se reencuentran. Kevin le contó que se sintió bien, que Corea le pareció gigante, que qué difícil el idioma, que Japón es frío, le dijo que James es “mucha calidad”, y que “Falcao es un señor”, y que “todos son unos cracs”, y que “no son como se los ve en la TV, sino que son mejores…”, y le dijo, con la fuerza de su joven voz, la voz que ya se hizo sentir en la Selección, que va a trabajar el doble para que Lorenzo lo vuelva a llamar.