Luis Díaz: el fútbol quita y el fútbol da (Meluk le cuenta)

Y corrió Luis Díaz feliz, corrió con el alma libre, con el grito inmenso de gol en su boca, con el corazón de todo un país palpitando como un redoble de timbal en el vértigo de la remontada de un partido que ya es parte de la historia del fútbol colombiano por ser la primera victoria sobre Brasil en una eliminatoria mundialista: 2-1.

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En la tribuna, su papá, Luis Manuel, el que tuvo al país con el corazón en la mano por su infame secuestro de 13 días por la guerrilla del Eln, no pudo contenerse y lloró de la felicidad: derramó el amor y el orgullo de padre en la tribuna, y se desvaneció en brazos de sus familiares rendido de la dicha.

La vida compensa, la vida equilibra. Del llanto de la angustia por el rapto atroz a las lágrimas de felicidad. De Luis a Luis, de hijo a padre, de padre a hijo.

El fútbol quita y el fútbol da. El fútbol le quitó a Lucho Díaz el penalti que pudo ser el triunfo contra Ecuador en la fecha pasada. Lo erró. Al mejor jugador que tiene el país en el balompié mundial, entonces, le cayeron a palos y, crucificado, lo negaron más de tres veces.

Este jueves, 'Lucho' era el caballo de fuego que intentaba resucitar a la Selección que perdía contra Brasil desde el minuto 4, con gol de Martinelli, pero el fútbol le quitaba otra vez: Lucho cruzó un remate desviado en las 18, Lucho galopó 50 metros y falló el remate entrando al área, Lucho hizo otra cabalgata de 30 metros para dársela a James, que tiró desviado. Luego, en el segundo tiempo, Lucho tiró de cerca un balón a las manos del arquero... ¡Lucho luchaba!

Pero el fútbol también da, porque como en la vida, cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da, como canta Jorge Drexler.

Cuando el partido era un intercambio abierto de área a área, cuando Brasil había tenido al menos cinco llegadas claras para aumentar la cuenta, que incluyeron un tiro limpio en el palo y una estirada elástica del guardameta Vargas, el fútbol le devolvió todo lo que le había quitado a Lucho Díaz: dos cabezazos, en un parpadeo, le dieron la revancha heroica, justo cuando, además, empezó a cojear de la pierna derecha y se pensó en que incluso podría salir del partido.

Pero –decía–, el fútbol le tenía guardado ese centro exacto que salió del pie medido de Borja y que cabeceó para el 1-1, en el minuto 75. Luego le dio otro balón preciso desde la mágica bota zurda de James para cabecearlo al fondo de la red, al fondo del alma: ¡2-1 y frenesí! Lo que no pudo con los pies lo logró con la cabeza.

Y entonces, Lucho corrió con alas de libertad y gritó el gol con garganta infinita y se hizo uno solo con James, con Borré, con Sinisterra, con todos, sí, con todos los compañeros que lo abrazaron en nombre de todos los colombianos.

Y Lucho hizo un corazón con las manos a su papá que lloraba de la dicha en la delirante tribuna que por fin pudo cantar victoria sobre Brasil en un partido delirante y feliz...

GABRIEL MELUK

Editor de DEPORTES

@MelukLeCuenta