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José Campra, salvador de Camilo Villegas: así lo motivó para llevarlo a ganar de nuevo
es quien le habla al oído, lo potencia y los convence de que puede estar en lo más alto.
Camilo Villegas y José Campra. Foto: Getty Images vía AFP y Archivo particular
No es común que a los dos golfistas más importantes de un país una misma persona les hable al oído, los potencie y los convenza de que pueden estar en lo más alto. Y eso sucede con los dos jugadores más importantes de la historia de Colombia, Camilo Villegas y Juan Sebastián Muñoz.
El punto en común de los dos es José Luis Campra, un argentino de 43 años, nacido en Córdoba, que hace muchos años fue rival de Villegas, que luego, más de 20 años después, se convirtió en el cadi de Muñoz y ahora, con un trabajo que estaba proyectado a un año pero que dio sus frutos mucho antes, volvió a meter a Villegas en el círculo de ganadores, sin necesidad, incluso, de acompañarlo presencialmente todo el tiempo.
Campra vivió su propia historia y, aunque no tuvo el mismo éxito como jugador, sí ha hecho crecer a otros. “No vengo de familia de golfistas, pero teníamos una casa de fin de semana al frente del Córdoba Golf Club de Villa Allende y así me acerqué al golf. Tenía amigos del colegio que jugaban. Fue por gusto, nada más”, recordó Campra en charla con EL TIEMPO.
Sus primeros años fueron prometedores, en especial su carrera como juvenil. Con Villegas coincidieron en un Suramericano Juvenil en febrero de 1998, en Medellín. Argentina se quedó con el título. Y luego, jugando juntos, ganaron el Doug Sanders International Junior Golf Championship, uno de los torneos juveniles más importantes del mundo, en Escocia.
Campra no supo del colombiano durante 14 años. Ambos se fueron a estudiar a Estados Unidos, Villegas saltó al Nationwide Tour y luego al PGA Tour, mientras el argentino iba por otro lado. Se formó como cadi en su país y les cargó a varios compatriotas. Pero hubo una figura que terminó siendo fundamental para su vida: Ángel Cabrera, el Pato, único suramericano en ganar el US Open, en 2007, y luego el Masters, en 2009.
José Campra. Foto:Archivo EL TIEMPO
“Muchas veces yo volvía del colegio y jugaba nueve hoyos con el Pato. Lo que el tipo hacía: en la semana hacía 62 en Villa Allende, que era astronómico. Lo hacía ver normal, no estaba en un tour grande, pero jugaba a ese nivel”, dijo.
Campra se graduó de Economía y Finanzas y luego se hizo profesional de golf, aunque no pudo repetir los éxitos que tuvo como juvenil. Y finalmente, en 2007 decidió dejar de jugar. Seis años después, le cargaba la talega a Cabrera.
“Fue una experiencia increíble. Me sirvió en todo sentido: fue mi primera oportunidad de trabajar en Estados Unidos, donde uno anhela estar. Cabrera era un jugador consolidado, todo el mundo lo conocía. Había trabajado para jugadores buenos, pero por ahí, no del calibre de él. Cabrera, el que me enseñó, te diría absolutamente todo lo que yo sé hoy dentro de un manejo del campo de golf”, insistió.
Fue un año y tres meses al lado del Pato. Cuando se rompió la relación, volvió a Córdoba, algo desilusionado. Pero luego tuvo que ver con el crecimiento de Emiliano Grillo y aprovechó para seguir estudiando como coach.
“Las semanas libres me iba a ver profesores a distintos lugares de Estados Unidos, te diría durante diez años. Yo hacía cursos online, pero a la vez me iba a ver profesores en Hawái, en Inglaterra, en Suecia, en... O sea, yo no paraba, me iba tres, cuatro días, hasta una semana, y me sentaba a verlos enseñar, y después por la noche los invitaba a comer y me sentaba a hacerles preguntas para aprender aún más. En esos años yo forjé mi metodología de enseñanza y lo que yo pretendo de un jugador de golf”, dijo.
La conexión colombiana
José campra al lado de Juan Sebastián Muñoz. Foto:Getty
Ya Campra era figura conocida en el PGA Tour y trabajó con varios golfistas estadounidenses, hasta que, en septiembre de 2021, Juan Sebastián Muñoz lo ó para que fuera su cadi.
“Antes de eso no nos cruzábamos mucho. Pero siempre hubo una relación de respeto. Y con Mateo (Gómez, el cadi de Muñoz en ese momento) sí compartimos muchos almuerzos, cuando me hacía alguna consulta siempre estaba. Así como a mí me ayudaron al principio, a mí me gusta siempre estar ahí. Y cuando Mateo se fue a hacer su carrera, creo que le sugirió mi nombre a Sebastián. Él no me conocía personalmente ni yo a él, habíamos compartido poco. Hoy agradezco la oportunidad de poder trabajar con él porque tenemos una relación muy sana que se basa en mucho respeto, en un diálogo muy abierto y lo que nos ha permitido en cierta forma poder crecer”, señaló.
El comienzo no fue fácil, y menos cuando entre Muñoz y Gómez había una relación de amistad de muchos años: “La primera semana jugamos en Las Vegas, fallamos en corte por cuatro o cinco golpes, no jugamos nada bien. Y al día siguiente, el sábado, hicimos una sesión de práctica que creo que fue el punto de quiebre en nuestra relación. Sebastián, al igual que yo, es una persona que no dice mucho, que prefiere escuchar más que hablar. Y la primera semana tuvo mucho de eso, como que uno estaba más pendiente del otro, de qué podían necesitar o cómo llevar la relación. Pero esa práctica fue superproductiva, nos tiramos todas las cartas sobre la mesa y desde ahí empezamos a construir y a conocernos el uno al otro”.
Muñoz había fallado los tres primeros cortes de la temporada. “Fuimos a CJ Cup, quedamos en el puesto 40 en una cancha relativamente sencilla, donde Sebastián hizo como 13, 14 bajo par y quedó puesto 40. Y de ahí fuimos al Zozo Championship en Japón y acabamos terceros, luego dos semanas libres y en el RSM hicimos 60 el primer día, hicimos 60 golpes y acabamos terceros. De ahí en adelante todo fue al alza”, fue el balance de Campra.
El cambio del swing de Muñoz ha sido una de las claves de su crecimiento. Campra, con sinceridad, da el mérito a quien corresponde.
“Eso no es trabajo mío. Eso es un trabajo muy bueno que ha realizado a lo largo del tiempo con su coach Troy Denton. De hecho, cuando empezamos a trabajar, una de las cosas que le dije fue: “Mira, yo entiendo el swing de golf, yo soy coach de golf, pero yo voy a estar en diálogo con tu coach. Él toma las decisiones. Y yo voy a estar siempre alineado con los lugares o las cosas hacia donde él va. Su swing del 2017 a hoy ha evolucionado muchísimo y eso le ha permitido a él ser más consistente”, se sinceró.
El reencuentro con Villegas
Josñe Campra y Camilo Villegas. Foto:Getty Images via AFP
Mientras Muñoz crecía, Villegas pasaba por momentos muy difíciles en su vida: la lesión de hombro que lo dejó sin competir 21 meses y la muerte de su hija, Mía, en julio de 2020. Y lo deportivo no se le daba. El antioqueño se volvió a cruzar con Campra en una de las mesas de la fiesta del matrimonio de Muñoz con Daniela Granados, en agosto del año pasado.
Yo con Camilo nunca hablé de swing, nunca hablé de nada. Yo siempre hablaba desde un punto de vista de iración y amigo. En ese casamiento me contó que iba a ir a jugar al Korn Ferry Tour (el circuito de ascenso al PGA). Yo lo felicité: un jugador de su magnitud, que ganó cuatro torneos, por ahí dicen que al Korn Ferry no vuelven. Pero entonces no charlamos más de eso”, expresó.
En enero de este año, los tres colombianos que había en ese momento en el PGA Tour, Villegas, Muñoz y Nico Echavarría, coincidieron en Torrey Pines. Ninguno pasó el corte y el primero se quedó tirando pelotas en el campo de práctica. Ese fue el punto de quiebre para la reactivación de su carrera.
Camilo estaba tirando bolas con su hermano, Manny, y me acerqué como por acercarme nomás. Él se dio vuelta y me dijo ‘¿Te interesaría darme una mano?’.
“Camilo estaba tirando bolas con su hermano, Manny, y me acerqué como por acercarme nomás. Él se dio vuelta y me dijo ‘¿Te interesaría darme una mano?’. Pero en ese momento no sabía si me lo decía en verdad. Yo el swing de Camilo lo conocía a la perfección: por más que no habláramos, a mí siempre me gusta grabar jugadores, ver qué hacen bien, qué hacen mal y pensar si yo alguna vez tuviera la posibilidad de trabajar para él o para cualquier otro, qué haría yo. Entonces me dijo: ‘No, es en serio. Me gustaría ver qué pensás y cómo me podrías ayudar’ ”.
“Nos fuimos a tomar algo en la carpa de los cadis y le dije lo que haría con él. Yo le empecé a explicar cómo funcionaba su swing y cómo funciona el swing de golf. Y qué haría para cambiar. Simplificando las cosas le dije: ‘Tu vuelo de pelota es bajo, curva mucho de derecha a izquierda y la bola tiene muy poco spin. O sea, con esas condiciones de impacto es muy difícil, muy difícil competir. Y ni hablar si, además, la velocidad no es óptima, no tenés velocidad que esté por encima del promedio del tour. Más allá de los cambios técnicos, el vuelo de pelota tiene que cambiar por completo’. Le expliqué de la manera más simple, pero tampoco es tan simple”, señaló.
Era una apuesta arriesgada: “Probablemente, en el corto plazo juegue aún peor golf de lo que estaba jugando. Y le dije que era muy importante que él se mantenga en o conmigo, por más que él no le gustase. Los primeros dos o tres meses, mucho. Porque yo necesitaba asegurarme de que él estaba en o conmigo. Y que en esos momentos difíciles de cambio él mantenga la motivación. Si no, iba a abandonar el proceso. Así empezó todo. Yo necesitaba un plan para hacerlo creer a él en el plan. Si yo lograba generar un vuelo de pelota óptimo que le permita volver a ser competitivo, el resto él lo va a saber hacer”.
Y realmente fue complicado, Camilo no pasaba los cortes al comienzo. “Él quería jugar mucho. Yo no estaba a favor de que jugara mucho. Igual lo hizo. A él en semana de torneo no le gusta hacer nada técnico. Yo trataba de utilizar los fines de semana cuando fallaba los cortes o los tiempos que tenía cuando volvía a casa. Nos llamábamos, le pedía que me mandara videos. Hubo muchos momentos duros: se empezaba a sentir mejor, fue al Honda Classic y en la primera vuelta hizo 82: esos son golpes muy fuertes a la autoestima. Y ese era mi miedo, que perdiera esa motivación, que Camilo Villegas dejara de creer en él. Nunca lo hizo. Hubiera querido estar más tiempo en persona con él. Pero como le dije el primer día: yo me debo a Sebastián Muñoz y mis tiempos son limitados”.
En una de las visitas de Campra a Villegas, en julio, hubo una frase que acabó marcando la relación y la recuperación. “Camilo, ¡vamos a volver a jugar el Masters!”, le dijo el cordobés. “Pará, pará, para eso hay que ganar”, le respondió el antioqueño. “Bueno, entonces tendremos que ganar”, fue la réplica. Le pegó en el palo en Los Cabos, en México, a donde llegó como líder en la última jornada. Y luego, el momento de gloria en el Bermuda Championship, en el que Camilo, otra vez, se vistió de gloria, el domingo pasado.