Biogar se inició como un emprendimiento ecológico. Su fundadora, María del Mar Pizarro, quien es la propietaria y directora ejecutiva (CEO, por su sigla en inglés), identificó una falencia en el mercado colombiano: la falta de productos de limpieza que fueran sustentables para el medioambiente.
Actualmente, Biogar, empresa de productos de aseo libres de químicos nocivos para la salud humana y el bienestar del planeta, se posiciona como una de las empresas líderes en el mercado verde colombiano y cuenta con las más altas certificaciones veganas, medioambientales y de calidad, entre ellas: la certificación B Corporation de desempeño social y ambiental, y Peta como una empresa libre de crueldad animal y vegana.
A su vez, Biogar no solo quiere dejar una huella ambiental, pues entre sus principales propósitos también está impactar responsable, social y económicamente.
Pizarro es politóloga y curadora de arte por profesión; sin embargo, Biogar la ha llevado a ser una exitosa mujer emprendedora. En el 2017 ganó el premio nacional Mujeres que Impactan, en el mismo año fue catalogada como una de las 100 mejores gerentes de Colombia por la revista Gente, y en el 2020 fue finalista de Emprender con Impacto, un concurso latinoamericano dirigido a emprendimientos de impacto ambiental, social y económico.
La CEO de Biogar habló con EL TIEMPO sobre su emprendimiento y las dificultades que esto conlleva.
¿Cómo surge este emprendimiento?
La idea de Biogar nace porque leí un artículo, hace más de 15 años, acerca de cómo los químicos, como el cloro en los jabones, acaban y diezman la población de ranas amazónicas, la cual es una especie muy importante para mantener el ecosistema. A mí me quedó esa preocupación, pero en ese momento yo vivía en el exterior; cuando volví a Colombia me di cuenta de que en ese entonces no había muchas opciones de productos de aseo ecológicos.
¿Cuáles eran sus objetivos cuando decidió fundar Biogar?
Yo soy politóloga, y tenía una meta ética de tener una empresa que fuera responsable en todo nivel: con sus empleados, con el medioambiente; con la sociedad que vivimos, que tiene mucha vulneración de derechos, y, además, que contribuyera al desarrollo económico de nuestro país.
¿De qué forma ser politóloga contribuyó al proceso de crear una empresa?
Fue muy beneficioso porque traje otras cosas a mi empresa. Además de ser politóloga, soy curadora de arte, entonces saber sobre las ciencias humanas y sociales me ha ayudado mucho en términos de branding y comunicación, también de cómo manejar una buena imagen. Yo diría que todo el tema de las relaciones públicas, de los lineamientos políticos de la organización, de la cultura organizacional fue muy positivo para la empresa, contribuyó mucho.
Por otra parte, ¿con qué tuvo dificultades?
Yo no tengo un trasfondo de finanzas, ni de istración ni de economía, entonces a la empresa le tocó hacer conmigo una curva de aprendizaje en cuanto a estos temas financieros. En definitiva, hubo cosas muy positivas, pero también está claro que había conocimientos que me hacían falta. Creo que un emprendedor comete muchos errores, pero también aprende a solucionarlos.
¿Qué tipo de ayuda recibió para establecer Biogar?
Yo empecé hace siete años a construir Biogar, y duré un año haciendo un análisis y estudio de mercado con un socio mío que se retiró antes de fundar la compañía por temas personales. En un principio, el papá de él nos prestó la plata y después lo que hice fue hipotecar mi apartamento. Luego tuve que pedirle ayuda a mi mamá para poder mantener la empresa. La mayoría de los emprendedores en Colombia empezamos con la financiación de amigos y familia, recogiendo plata entre nuestros conocidos, porque realmente es muy difícil acceder a fondos de emprendimiento.
Los primeros créditos a los que uno accede son bastante costosos y los intereses son muy altos. Normalmente solo hasta el tercer año es que los emprendimientos pueden recibir apoyo.
¿Emprender en Colombia es muy difícil?
Cuando yo empecé era más difícil, había menos conocimiento acerca del tema, pero ahora hay como un ecosistema de emprendimiento muy fuerte, con mucho más conocimiento. Sin embargo, creo que con la pandemia los recursos que recibían los emprendedores se fueron más hacia los préstamos a otras personas, por lo que nosotros los emprendedores estamos más endeudados. Considero que no hay un modelo eficiente para apoyar el emprendimiento en el país.
¿Qué ha sido lo más difícil de manejar Biogar?
El principal reto fue comunicar el tema de la pedagogía, el mercado verde se centra sobre todo en esta. Una cosa es decir ‘compra mi shampoo porque es lindo’, y otra muy diferente es tener que explicarle a las personas qué es, por ejemplo, un parabeno. Hacer mercadeo en este sector no es solo publicidad tradicional, sino que toca, de cierta forma, educar a tus clientes. Cuando yo empecé, todos me decían ‘¿y eso para qué? ¿Por qué? No entiendo’, pero ahora hay un movimiento de muchos consumidores conscientes que sí leen las etiquetas, que les interesa saber qué están consumiendo tanto en sus alimentos como en los productos que utilizan en sus casas, y los efectos que estos pueden tener en sí mismos y en sus familias, porque son cancerígenos, dan alergias, afectan la reproducción de la mujer y el hombre, intervienen cognitivamente en los bebés, y demás.
Y ¿qué ha sido lo más gratificante?
Cuando comencé había cuatro o cinco tiendas ecológicas en Bogotá y ahora puedo contar unas 50. Antes era muy difícil, por no decir imposible, encontrar tiendas ecológicas en muchas ciudades. En cambio, ahora he encontrado varias; ha sido muy lindo ver todo el crecimiento de esta ola verde, y ver que cada vez hay gente más interesada en este tema.
Otra cosa que hemos encontrado: que a las mujeres emprendedoras les interesa mucho dejar una huella positiva en el planeta, en la sociedad. Hemos visto que muchas se empiezan a meter en una cosa que hace siete años era terreno de hombres. Cuando yo me gané el premio de Mujeres que Impactan, en el 2017, los emprendimientos femeninos representaban solo el 13 por ciento del mercado; ahora representan aproximadamente el 40 por ciento. En estos últimos años hemos sido testigos de una evolución muy grande en la que las mujeres estamos diciendo ‘nosotras sí podemos crear empresas o emprender, y además hacerlo de manera consciente’.
Ustedes no solo buscan logran un impacto ambiental, también trabajan por uno social...
Biogar realizó un proyecto de trabajo con organizaciones vulnerables, de víctimas y comunidades que no tienen a muchos recursos. Lo hicimos con apoyo de la Pastoral Social para potenciar organizaciones de víctimas que tuvieran proyectos productivos. Nosotros en ese momento no sabíamos muy bien cómo ayudar porque no teníamos los suficientes recursos económicos, entonces dijimos ‘tomemos nuestro presupuesto de publicidad y lo utilizamos para hacer mentorías, viajar a las regiones, pagar los hoteles’, y grabamos el proceso. Luego utilizamos ese contenido como publicidad, contando las historias y cómo ayudábamos.
Lo que hicimos con las organizaciones de víctimas fueron como laboratorios de emprendimiento. Ellas tenían unas ideas de negocio, por ejemplo, de hacer y vender sábanas. Entonces nosotros tomábamos el modelo de negocio, les dábamos capacitaciones en mercadeo, istración, ventas y demás; mirábamos la estructura de negocio y decíamos cuáles eran los retos que tenían, cuáles eran las ventajas, cómo podíamos hacer que se diferenciaran. Hacíamos un análisis muy a fondo del negocio, y le buscábamos un poco la comba al palo, es decir, cómo podría resultar un proyecto productivo, y les brindamos un montón de herramientas en términos istrativos y financieros.
¿Cuáles fueron los resultados?
Con este proyecto, lo que hemos visto es que no siempre es exitoso el proceso porque hay muchas limitantes; por ejemplo, que no existe una cultura de ahorro, que es la base de los emprendimientos para construir capital. Por tanto, hemos encontrado varios obstáculos en el camino, y no siempre se ha logrado sacar una empresa adelante, pero sí hemos podido dejar muchas herramientas empresariales a las organizaciones y también hemos tenido éxito con algunas comunidades.
¿Cómo es el mercado en el que compite Biogar?
Nosotros estamos dentro de uno de los mercados más competitivos que hay, existen muchas empresas de detergentes y jabones grandes, como Unilever, que tienen un músculo financiero muy fuerte para hacer publicidad y comunicar. Entonces para Biogar es un gran reto competir contra este tipo de empresas.
Por otra parte, Biogar está en un mercado de mentiras verdes, de productos que dicen ser ecológicos y no lo son. Para nosotros es fundamental el tema de certificaciones para que los clientes puedan comprobar que los productos de verdad son ecológicos, éticos y sostenibles. Las certificaciones, definitivamente, son importantes, pero lo que es más importante aún es lograr crear una historia coherente y consecuente para nuestros clientes. Otra cosa que hicimos fue posicionarnos con los líderes de interés del área. Eso permitió que la gente nos conociera y supiera lo que hacemos.
A su vez, Biogar fue la primera empresa en vender detergentes para el hogar en plástico 100 por ciento recuperado. Además, tenemos unos estándares de biodegradabilidad muchísimo más altos de los que nos pide el Gobierno.
La atención al cliente también es muy importante para Biogar. Yo no estoy muy de acuerdo con automatizar nuestras respuestas porque me parece importante tener una relación personal con los clientes hasta donde se pueda.
¿El crecimiento de Biogar ha sido el esperado?
Nosotros hemos alcanzado cosas que no soñábamos, pero también hay ambiciones que teníamos que eran muy grandes. Emprender no es una cosa rápida y fácil, sino que requiere mucho esfuerzo y tiempo, sobre todo, cuando quieres hacer las cosas bien y no simplemente ganar plata fácil. Por ejemplo, Biogar busca pagar unos salarios más justos de lo que paga la regulación, tener unos horarios más convenientes, unos permisos de maternidad y paternidad equitativos. Entonces, hacer las cosas bien lleva más tiempo, pero a largo plazo paga.
Yo creo que nos ha tomado más tiempo de lo que pensábamos empezar a conquistar el mercado, pero hay cosas inesperadas que han sido muy bonitas, como trabajar con comunidades vulnerables, que era algo que no nos planteamos en un principio porque pensábamos más en nuestros empleados y en el medioambiente, pero también termina siendo muy satisfactorio.
CATALINA ARIZA CONTRERAS
Redacción Domingo