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Entrevista
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Cepal dice que en 26 años la población colombiana dejará de crecer
Simone Cecchini, director del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía de la Cepal, habló sobre el envejecimiento de la población.
Simone Cecchini, director del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía de la Cepal Foto: Cepal
La población colombiana ha venido envejeciendo gradualmente. Según el Departamento istrativo Nacional de Estadística (Dane), para el 2021, la edad media era de 32 años. Se espera que para el 2035 sea de 38,3 y para el año 2050 sea de 42,9.
La otra cara de la moneda es que cada vez hay menos nacimientos: en el 2022 se registraron 573.625 recién nacidos, lo que representa una disminución de 158.780 bebés (o 23,7 por ciento) si se compara con la cifra del 2014. Estos dos fenómenos tienen implicaciones en el mercado laboral, la salud, pensión y otros aspectos claves en la vida de los connacionales.
Simone Cecchini, director del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía de la Cepal, estuvo en el conversatorio 'Familias en Transformación: desafíos y oportunidades ante la baja natalidad' de la Fundación Barco, y habló con EL TIEMPO sobre las dimensiones y consecuencias del envejecimiento de la población en los países latinoamericanos y, más específicamente, en Colombia.
¿Cuáles son los causales del envejecimiento poblacional?
Las tendencias demográficas se explican por tres grandes variables: fecundidad, que es la principal causa, la mortalidad y migración.
¿Esto qué riesgos conlleva?
Más que riesgo, quisiera hablar de tendencias de la tasa global de fecundidad (cuántos hijos nacen por mujer en promedio en cada país). En los años 50, en América Latina y Caribe, cada mujer tenía en promedio 5,8 hijos y en Colombia 6,4 hijos por mujer. Hoy en día estimamos para nuestra región 1,83 hijos por mujer y en Colombia alrededor de 1,7. Cuando teníamos altas tasa de fecundidad, eso no necesariamente reflejaba la voluntad de tener más hijos; en el pasado faltaba también a la salud sexual y reproductiva.
Sin embargo, hay una preocupación mundial porque la tasa de fecundidad es menor a la tasa de reemplazo (mínimo de nacimientos para que una población se mantenga en el tiempo), la pregunta es ¿vamos a desaparecer? Para América Latina y el Caribe la población va a seguir creciendo hasta el 2056 y en Colombia hasta el 2050. Todavía estamos en un ritmo que, si bien es bajo, es positivo y ayudará a que la población siga creciendo.
La estructura demográfica ha cambiado. América Latina y Colombia, que eran países muy jóvenes, con una pirámide poblacional donde la base eran muchos niños y pocas personas mayores, hoy en día cuentan con una mayoría en los grupos de edades centrales, o sea, personas en edad de trabajar. Tenemos un desafío porque esos grupos son los que más crecen; el reto es crear empleos para que la economía sea suficientemente dinámica.
Foto:Redes Presidencia
¿Existen oportunidades con este fenómeno?
Por un lado, al haber un menor número de niños, hay una oportunidad para invertir más en la niñez en temas de calidad de la educación, desarrollo de la niñez, cuidado en salud, seguridad en la infancia y mejores estándares de vida.
El otro aspecto es que, en la región, nos hemos caracterizado por tener altas tasas de fecundidad adolescente. Estas han bajado también, aunque todavía estamos muy por encima del promedio mundial. Esta disminución es algo bueno porque en muy pocos casos son decisiones voluntarias; muchas veces no es deseado tener un niño durante la adolescencia porque tiene efecto perverso sobre la mamá en términos de educación, pobreza y violencia.
Mencionaba un cambio en la pirámide poblacional. Con esto, ¿cómo se va a volver sostenible financiar las pensiones a futuro?
El reto principal de nuestra región es la informalidad. Alrededor de la mitad de la población trabaja en el sector informal, lo que implica que no están cotizando para su seguridad social en el futuro. Ha habido algún avance en la región con lo que llamamos sistema de pensiones no contributivas (cuando se llega a edad de pensión en estado de pobreza, se le entrega unos recursos para un mínimo sustento) pero también hay que fomentar el ahorro, la formalidad y la cotización para tener una pensión digna.
En Colombia justamente se aprobó la reforma pensional, ¿qué aspectos debió tener en cuenta?
Primero, convencer u obligar a la población a ahorrar. El ser humano es bastante cortoplacista; la gente, si tiene la posibilidad, retira los ahorros individuales y no piensa qué hará en 20 o 30 años. Se tienen que crear condiciones hasta impositivas para que la gente tenga incentivos a ahorrar.
Para las personas que no pueden ahorrar, es clave un pilar solidario en el que los que tienen más apoyen a las que tienen menos, además de un impuesto a dirigido a financiar la pensión de los que han trabajado toda la vida en el sector informal. Finalmente, los seguros obligatorios, que es complejo de calcular con relación a cuánto le corresponde cotizar al empleado, al empleador y al Estado; para eso es importante un tema de pactos y de diálogo social que permita llegar a la mejor situación en el país. Ese diálogo debería permitir tener un pilar solidario, seguridad social obligatoria y, finalmente, un pilar voluntario que genere incentivos a ahorrar más.
Foto:Juan Pablo Rueda. Archivo EL TIEMPO
¿Cuáles son los sectores que se pueden ver más afectados por el envejecimiento poblacional?
En los países más envejecidos hay mayor demanda y menor oferta de cuidados. En este sector hay un vacío. También vemos desafíos en el sector agricultura o sector de los servicios. En estos tres, ha sido importante la migración.
¿De qué manera?
Las personas migrantes tienen un perfil demográfico más joven respecto a la población de los países receptores; es una gran oportunidad para reponer esos sectores que ya tienen merma en los países porque tienen mayor participación laboral. Colombia, por ejemplo, ha sido uno de los países receptores de población migrante masiva por la crisis en Venezuela, lo que ha ayudado a que la población siga creciendo.
¿Cómo afectó la pandemia?
La pandemia que fue un momento de gran incertidumbre, pues la natalidad bajó más rápido de lo que era la tendencia. Durante esta época había dos teorías: la primera es que, como producto de la cuarentena, podrían nacer más niños; la segunda era que, por la incertidumbre de una crisis económica, las parejas iban a retrasar la decisión de tener un hijo y efectivamente pesó mucho más el segundo factor.