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La videocolumna de Jineth Bedoya tras declaraciones de Salvatore Mancuso ante la JEP
Estigmatizar a un periodista es dejarlo en medio del fuego cruzado de la polarización política.
En el 2022, 86 periodistas fueron asesinados en el mundo. Hoy, en este momento, más de 4000 son amenazados y pueden ser asesinados en cualquier instante.
Todo esto, producto de un trabajo riguroso, de investigación, de cubrir guerras, de estar en medio de los conflictos armados, pero sobre todo, de denunciar la corrupción. Por eso es tan importante recordar la necesidad de no estigmatizar y de no poner esa lápida de señalamiento a quienes se dedican a investigar y a comunicar.
Esta columna está motivada, precisamente, por lo que ha ocurrido en los últimos días: las declaraciones que además que ya se habían hecho años atrás, del exparamilitar Salvatore Mancuso. En su diálogo con la Jurisdicción Especial para la Paz, nuevamente Mancuso señaló que la creación de uno de los bloques de las AUC se logró luego de tener diferentes conversaciones, entre esas, con personas que estaban adscritas a un medio de comunicación para ese momento.
Durante todos estos años, antes y después del 2006, nuestro compromiso ha estado con la verdad, pero sobre todo con las víctimas
Señalar que un medio de comunicación, de una u otra manera es auspiciador de uno de los grupos criminales más barbáricos que haya tenido Colombia, es poner a los periodistas en riesgo. Estoy hablando de los periodistas de a pie, de los periodistas, reporteros rasos, de esos hombres y mujeres que están en región, que investigan desde lo más profundo de Colombia. Que son los reporteros en la calle, que son quienes dejan parte de su vida investigando, reporteando, denunciando y publicando.
Cuando hacemos eco a las aseveraciones equívocas y falaces que señalan que una casa editorial, de alguna manera, ha sido auspiciadora, o empática, con un grupo armado ilegal, con un grupo criminal, estamos poniendo en riesgo a los y las periodistas que hacen parte de esa casa editorial.
En su momento, estoy hablando del año 2006, y antes del 2006, cuando el paramilitarismo había arrasado poblaciones enteras en Colombia, cuando había cometido a diario cerca de 4 y 5 masacres, violando mujeres, quemando casas, asesinando personas, desapareciendo personas; esta casa estaba comprometida con la publicación y denuncia de esos hechos.
(Publicación original del 2 de mayo de 2004). Crónica en la que EL TIEMPO relata la sistemática violación derechos humanos a la que los paramilitares sometían a los habitantes de Marquetalia, Caldas. Foto:Archivo El Tiempo
Pero en ese año, 2006 tras las investigaciones de una ONG, la ONG Arcoíris, que empieza a profundizar sobre los nexos de la política con el paramilitarismo, precisamente es esta casa editorial la primera en hacer eco y publicar esas investigaciones. Eso permitió que una entrevista exclusiva hecha en noviembre del 2006 al entonces senador Miguel de la Espriella permitiera abrir el capítulo de la parapolítica en Colombia. Investigaciones publicadas por los y las periodistas de esta casa editorial.
Señalar que un medio de comunicación, de una u otra manera es auspiciador de uno de los grupos criminales más barbáricos que haya tenido Colombia, es poner a los periodistas en riesgo
Durante todos estos años, antes y después del 2006, nuestro compromiso ha estado con la verdad, pero sobre todo con las víctimas. La responsabilidad social de la Casa Editorial EL TIEMPO es por y para las víctimas. Y ese es el legado que tenemos como periodistas; periodistas, que además también quiero recordar, hemos sido víctimas del paramilitarismo, el paramilitarismo que a muchos y a muchas nos acabó la vida, pero nos dio fuerza para seguir denunciando, precisamente, a través del periodismo.
Estigmatizar en este momento a un periodista es dejarlo en medio de ese fuego cruzado de la polarización política que afronta no solamente Colombia, sino el mundo entero.
La responsabilidad de los medios de comunicación, pero sobre todo de la sociedad civil, y de los gobernantes, es preservar la libertad de prensa, porque es de las pocas garantías que seguimos teniendo como sociedad. Señalar a un periodista o a una casa editorial es ser amigo de la censura, es patrocinar la censura.
Recordemos a todos esos hombre y mujeres, no aquí en Bogotá o las grandes ciudades, sino en las regiones, que arriesgan su vida por un solo objetivo: la verdad.