
Presos en Colombia, entre el hacinamiento y la extorsión: vea en realidad virtual cómo viven en estaciones de Policía y cárceles
La caída de la sobrepoblación carcelaria por la que en los últimos años ha venido sacando pecho el Estado colombiano no es como la pintan: las estaciones de policía, donde hay cupo para 8.640 presos, pasaron de 1.446 internos en 2015 a 22.675 en 2024, y varios llevan allí más de tres años.

Cárcel tipo
La siguiente visualización es un ejemplo gráfico de una cárcel promedio en el país. Se usaron elementos comunes identificados por periodistas de esta casa editorial durante la reportería en varios de los sitios de reclusión. Es una forma de mostrar los espacios, el hacinamiento y las dinámicas de los presos durante el día y la noche.
Está cárcel tiene una capacidad para 230 personas, pero está hacinada al 219 por ciento, tal como pasa en la cárcel de La Paz, en Itagüí, la de mayor criticidad en datos porcentuales durante el primer trimestre de este año. En total, hay 30 guardias, divididos en dos turnos, para custodiar todo el centro. En promedio, serían 34 presos por cada dragoneante, pero la realidad es diferente: es usual ver entre dos a cuatro custodiando las rejas de entrada, mientras que los otros deben encargarse de otros espacios, como las puertas externas, pabellones especiales y oficinas istrativas. El lugar tiene dos edificios, cada uno de tres pisos, una entrada y una salida con escaleras, 15 celdas de menos de cuatro metros cuadrados y un baño con tres inodoros y tres duchas.

Bañarse, todo un reto
Las puertas de los patios y pasillos se abren desde las 5:30 a. m., momento en el que se hace el conteo en la mayoría de las cárceles del país. En cada celda duermen dos o tres presos, un privilegio que obtienen si pagan un arriendo o si son amigos de alguien que es dueño de una de ellas. En los pasillos, de no más de 1,5 metros de ancho, se extienden colchonetas donde duermen desde dos hasta cuatro personas. La ida al baño es un reto durante la noche y en la madrugada porque hay que pasar por encima. “Prefiero aguantarme que ir hasta allá”, le dijo un preso a este diario. “Cuando hay enfermedades es un martirio por los olores y la falta de higiene, aunque eso depende de quién esté de ‘pasillero’ o controlando”, narró otro recluido en una cárcel de Cali. Como son tan pequeños los espacios, unos no logran bañarse a primera hora y otros bajan hasta el patio para bañarse en la zona del lavadero.

La alimentación
La comida es entregada por la reja a presos asignados. Hay uno que ordena a los demás para que hagan dos filas en el patio. A veces se les sirven en cajas de plástico y otras en los recipientes que cada uno tenga. Suelen ser tres comidas: a las 6 y 11 de la mañana, y 3 de la tarde. Varios se quejan de las condiciones en las que llegan las raciones. “Uno tiene que buscar qué comer y guardar para la noche. No siempre es suficiente”, cuenta uno. Lo cierto es que entre cada patio hay quienes logran tener productos para vender, sobre todo bebidas gaseosas y agua. Hay presos que señalan que les pagan a dragoneantes para que “les ayuden a ingresar comidas que compran desde afuera”. Por su parte, la guardia come en un espacio diferente y por turnos, o en sus sitios de vigilancia. Y los presos en pabellones especiales, como aquellos con algún tipo de diagnóstico médico, comen en los pasillos asignados.

Jerarquía
Tanto en las estaciones de Policía como en los centros transitorios y en las cárceles hay una jerarquía implícita entre los presos. Hay alguien que imparte reglas en cada patio. Por el hacinamiento ha habido luchas internas por el control. “Según quien esté en la cabeza, se define el comportamiento en los pabellones. Es una forma de mantener el orden”, explica un joven dragoneante.

Pluma
Es la cabeza de cada patio. Hoy es difusa la diferencia con el antes llamado ‘cacique’ y es quien imparte las órdenes. No es usual que se muestre y ostenta lujos en su reclusión, que va desde una celda propia hasta joyas. Si forma parte de una banda criminal, obedece al jefe que está afuera de la cárcel. Entre ‘plumas’ hacen transacciones para tener control de los patios. “Cuando llega alguien recomendado de afuera, tiene que negociar con el ‘pluma’ del patio para ser la cabeza. Los negocios se cuentan en cientos de millones de pesos”, le dijo una fuente a este diario.

Pasilleros
Son las cabezas de cada pasillo y ordenan la limpieza y la dormida de los presos. Además, decide dónde se ubican los reclusos nuevos y cobra el impuesto que determine el ‘pluma’.

Jíbaros
Son los que venden la droga en cada patio y están aprobados por el ‘pluma’. Deben pagar un impuesto para comercializar las sustancias. Puede haber entre dos a cuatro por patio.

Campaneros
Suelen ser jóvenes y están ubicados en la reja que da hacia el pasillo central de la cárcel. Tienen un espejo pequeño que usan para ver si se asoman dragoneantes o visitantes. Cuando uno de ellos entra, gritan: “Entra azul, entra azul”. El aviso se replica hasta donde está el ‘pluma’ y es una forma rápida para que los presos sepan que va a ingresar alguien de la guardia.

Carros
Están divididos por castas y también se les conoce como ‘pichones’ o ‘cachorros’. Son quienes ejecutan las órdenes y envían los mensajes del ‘pluma’. También son sus guardaespaldas y quienes le manejan sus negocios. Son temidos por muchos de los presos.

Celdas especiales
En varias cárceles del país hay pabellones especiales, tanto para presos con trastornos mentales diagnosticados, como para heridos o con alguna condición física especial, y población LGBTIQ+. Para esta última comunidad se han establecido celdas diferenciadas en algunos centros penitenciarios, como en la cárcel de Villahermosa, donde están recluidos presos homosexuales, bisexuales y transexuales, y las personas con VIH. En la cárcel La Modelo también hay uno para presos con VIH y otro psiquiátrico; en el Buen Pastor, hay un patio para mujeres diagnosticadas con trastornos mentales. Según datos conocidos por EL TIEMPO, para marzo de 2023 había 736 presos con VIH en 92 centros de reclusión. Las enfermedades crónicas no transmisibles más comunes son la diabetes, hipertensión arterial, enfermedad renal crónica, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y cáncer.

Uso de celulares
El uso de dispositivos móviles es pan de cada día. En promedio, uno de cada 20 presos tiene un celular, según datos recogidos en cárceles de cuatro ciudades del país. Solo en 2023, la Fiscalía incautó 860 celulares y 3.598 tarjetas SIM. Para marzo de 2024, el Inpec decomisó 3.950 celulares en 670 operativos en todas las prisiones. Fuentes le aseguraron a EL TIEMPO que puede haber entre 10 a 20 celulares por patio cada semana. “El minuto puede costar desde 700 a 1.500 pesos, pero cuando hay pocos celulares, el minuto puede valer hasta 7.000 pesos”, dice un miembro del Inpec. En los últimos meses ha sido frecuente su uso. Varios han publicado en redes sociales amenazas, han hecho videollamadas y hasta han registrado conciertos y eventos internos. Solo en 2023 se registraron 9.871 casos de extorsión, según cifras oficiales. La Fundación Pares estima que el 50 por ciento se ha hecho a partir de llamadas. “Solo en una semana, decomisamos 14 celulares de alta gama en un patio”, dice una fuente en la cárcel de Villahermosa.

Las drogas
Los ‘cachorros’ controlan el microtráfico de los patios. Ellos tienen os con redes de afuera de las cárceles. “Si tienen línea con dragoneantes hacen la gestión de acuerdo con los turnos que hagan o en los puestos de control, deja pasar la droga”, cuenta una fuente de una cárcel de Antioquia. En algunos lugares, la marihuana es conocida como ‘balón’: tres gramos pueden costar 8.000 pesos y un ‘bareto’, del tamaño de un palillo, cuesta desde 10.000 pesos. “Si hay escasez, puede valer hasta 50.000 pesos”, dice la fuente. Las ‘bichas’, como se les conoce a las dosis de bazuco, se comercializan desde 10.000 pesos en adelante. “También se venden medicamentos para dormir o para el dolor”, detalla un preso en Cali. Cada patio maneja su plaza y, en promedio, según reclusos entrevistados, hay entre dos o tres jíbaros. Un dragoneante le dijo a este diario que 9 de cada 10 presos consumen algún tipo de droga, pero es un dato que es complejo de determinar. Las sustancias las logran ingresar con los dragoneantes o cuando hay visita. “Las ingresan como bolas y las lanzan como si estuvieran jugando béisbol hacia los patios o a través de encomiendas”, agrega la fuente en Antioquia.

Las ‘redadas’
Dependiendo del director de cada cárcel, hay operativos al interior de los patios para decomisar elementos prohibidos. Muchas veces son sorpresa en la madrugada o en la mañana para no darles tiempo a los presos de esconder cosas. La guardia ha encontrada desde celulares y cargadores y droga hasta neveras con carne cruda, licores y televisores. Cuando hay este tipo de ‘redadas’, los presos son ubicados en el patio central y son custodiados por la mayoría de dragoneantes. Un equipo recorre piso a piso, saca colchonetas y las abre, busca entre orificios y tubos, y en los baños.

Otras zonas
En la mayoría de los centros penitenciarios hay otras zonas adicionales para los presos, que incluyen espacios para videoconferencias y audiencias, una enfermería y salones para resocialización. En la cárcel El Buen Pastor, de mujeres, hay una huerta, por ejemplo. Aunque eso varía dependiendo la instalación. En la cárcel de Villahermosa, en Cali, los espacios son antiguos y poco equipados, y en la de Bellavista, en Antioquia, hay un taller de carpintería. “No a todos los presos les interesa participar en procesos para resocializarse y eso se suma a que hace mucho que no hay restauración”, cuenta un dragoneante.

Las visitas
No todas las cárceles tienen las mismas dinámicas para las visitas. Algunos directores optan por dividir a los presos según el número de cédula y número de patio. Dependiendo el comportamiento, también se asignan. En varios centros, sobre todo en los más viejos o de tercera generación, se realizan en el patio. En los más modernos se hace en salas dedicadas a esto y custodiadas por la guardia. Horas antes, el ‘pluma’ ordena limpieza absoluta del lugar y los ‘carros’ determinan quiénes trapean y asean. Para la visita íntima (antes llamada ‘conyugal’), se alquilan las celdas en los pabellones por horas y se alterna por turnos. Hay planillas de a 10 cupos. Los precios varían según la tarifa del ‘pluma’ y puede ir desde los 50.000 pesos. En la cárcel de El Pedregal, por ejemplo, se destinan unas 20 celdas para esto. “Ingresan trabajadoras sexuales porque cada preso tiene libertad y autonomía de decidirlo, pero también parejas hombres o mujeres”, revela un dragoneante.

La noche
Cuando llega la noche, los presos se dirigen a sus celdas y pasillos. En muchas cárceles, como en la de Villahermosa, en Cali, es tal el hacinamiento que no se cierran los pasillos, solo se cierra la reja de cada piso y al patio. Los ‘pasilleros’ se encargan de organizar. Se extienden las colchonetas y se ordena la dormida. Los nuevos y los del eslabón más débil se les conoce como ‘piratas’ y varias veces les toca dormir en el baño o hasta de pie. Las ubicaciones se logran por recomendaciones y pagos de extorsiones. “Pueden ir entre 300.000 y 500.000 pesos para acomodarse en una celda o al menos al frente de una de ellas”, detalla un preso de la cárcel de Cali. En Bellavista, en Bello, han tenido que improvisar planchones de madera y también han hecho de eso un negocio.
Los espacios de las cárceles y los sitios de detención transitoria están definidos por el caos y la improvisación. En ellos moran el desorden y la estrechez. Una realidad que se superpone a cualquier manera lógica de habitar un lugar.
¿Cómo se desarrolló el reportaje multimedia?
Para la elaboración de este reportaje multimedia sobre hacinamiento y extorsión de presos en Colombia, un grupo de reporteros de las secciones de Justicia, Nación, Reportajes Multimedia y Fotografía de EL TIEMPO entró a las estaciones de Policía de El Diamante y centro transitorio, en Cali, y de Kennedy y Ciudad Bolívar, en Bogotá, al igual que a las cárceles de Villahermosa, en Cali, Bellavista, en Bello, La Ternera, en Cartagena, y La Modelo, La Picota y Buen Pastor, en Bogotá. La investigación duró seis meses y medio, y se enfocó en hablar con presos de varias ciudades del país, dragoneantes activos y exdragoneantes, directores de centros de reclusión y altos funcionarios de la Policía Nacional y el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec).
A esas entidades se dirigieron derechos de petición para tener los datos actualizados de hacinamiento, extorsión, riñas, condiciones de salud y tiempo de permanencia de reclusos. Además, se hizo una investigación de datos con lo suministrado y publicado por el Ministerio de Justicia, Corte Constitucional, Corte Suprema de Justicia, Fiscalía, Procuraduría y Defensoría del Pueblo. Teniendo en cuenta los datos reales y actualizados obtenidos durante la investigación, un equipo de diseño y desarrollo digital realizó piezas en 3D, interactivas, animadas y gráficas para ilustrar y visualizar el contenido periodístico, y realizó pruebas suficientes en varios dispositivos de escritorio y móviles para la experiencia de los s.
Referencias
Reportería propia de EL TIEMPO en cárceles de Villahermosa, Bellavista, La Picota, La Modelo, Buen Pastor y La Ternera, y las estaciones de Policía El Diamante, en Cali, y de Kennedy y Ciudad Bolívar, en Bogotá.
Derechos de petición a la Policía Nacional de Colombia y el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec).
Informe de la Corte Suprema de Justicia sobre crisis carcelaria en Colombia. 2024.
Informe de la Corte Constitucional sobre crisis carcelaria en Colombia. 2024.
Extorsión en Colombia creció el 20,5% en los últimos cuatro años. Defensoría del Pueblo. 2024.
Procuraduría raja al Gobierno por extorsión carcelaria. 2024.