A los 77 años, el sacerdote jesuita
Francisco de Roux ha recorrido lo suficiente para hablar de ‘guerra dura’ y ‘paz grande’. Corría la década del 90 cuando llegó al Magdalena Medio, una región invadida de coca y disputada por paramilitares, guerrillas y Fuerza Pública,
y él acompañó a las comunidades hasta que lograron salir de los cultivos de uso ilícito y arrinconar a los actores violentos sin recurrir a las armas.
Este filósofo y teólogo, con doctorado en Economía de la Sorbona de París, en 2018 asumió la presidencia de la
Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, que esta semana arrancó su último año, y tiene el enorme reto de construir un informe que ayude a develar la realidad del conflicto armado en un país que, dice él, “no ha comprendido la magnitud del logro al haber conseguido lo que se consiguió en los acuerdos de La Habana”.
Van 4 años del acuerdo de paz, pero persiste la violencia. ¿Cuál es su lectura al respecto?
Estamos ante la realidad de un país que ‘mató el tigre y se asustó con el cuero’, que terminó la guerra entre Farc, paramilitares y Estado –que en cantidad de víctimas y desestabilización institucional no tiene comparación con lo que vivimos hoy–, que dejó clara la ruta para que la paz se hiciera realidad y se dejó confundir después.
Estamos ante la realidad de un proceso de paz puesto como ejemplo en el mundo entero, y apoyado por el mundo entero, y que los propios dirigentes políticos de Colombia e institucionales, por supuesto con excepciones, han dejado caer de sus manos por muchos intereses, y también por una resistencia irracional a ponerle la cara a lo que nos ha pasado, a nuestra tragedia humanitaria, y tener el coraje de enfrentarla.
El país necesitaba de un grupo de hombres y mujeres líderes, generosos, demócratas, quizá de un líder grande tipo Mandela, capaz de entusiasmar a todo el mundo por esta paz: a los campesinos, a los empresarios, a los negros, a los indígenas, a los sindicalistas, a los comerciantes, a las universidades, a los medios y, sobre todo, a los jóvenes y a las mujeres, para ir juntos detrás de la paz grande. Y eso no lo tuvimos.
¿Cuál es, entonces, la actitud de nuestros líderes?
Una Comisión de la Verdad se da cuenta de eso en la medida en que lee al país, es decir, la realidad de dirigentes de todos lados, incapaces de aceptar, por estar distraídos, por miedo, por las historias que les meten en la cabeza líderes políticos y entonces se hacen incapaces de encarar lo que es más serio.
Hay líderes ciegos para ver que si seguimos así podemos regresar a la guerra dura. Podemos volver a una situación de más de 2.000 secuestros por año, de esas que vivimos cuando era imposible salir al campo.
El país necesitaba de un grupo de hombres y mujeres líderes, generosos, demócratas, quizá de un líder grande tipo Mandela, capaz de entusiasmar a todo el mundo por esta paz
Esclarecer la verdad de esos años terribles es la tarea de la Comisión, que cumplió dos años. ¿Qué se ha logrado?
Hay más de 20.000 víctimas con testimonios personales y colectivos que han venido a la comisión, a las 27 casas de la verdad que no han detenido su accionar durante la pandemia, a más de 900 organizaciones que impulsan esta tarea de la verdad y se han unido a la Comisión.
Hemos podido llegar a procesos que dieron lugar a actos públicos de encuentros de escucha, por causa del asesinato de líderes en los territorios más difíciles, a los actos de acogida y apoyo a mujeres, niños, personas LGTB, buscadoras de desaparecidos, momentos públicos y privados de reconocimiento de responsabilidades, o de comprensión de lo ocurrido por causa del conflicto a la salud, a las comunidades, a centenares de documentos que organizaciones nos entregan en acciones públicas (ahora a través de Zoom), a los eventos hechos para buscar la no repetición, a los aportes recibidos de las instituciones, la continua relación con la comunidad internacional. Hay una gran movilización del país a querer decir la verdad.
¿Y qué viene en este último año de vigencia?
Queremos presentarle al país las verdades que hemos ido encontrando, los análisis que podemos hacer. Hasta el momento, no nos hemos pronunciado sobre ninguna cosa en particular, porque lo vamos a hacer en el informe final dentro de un año. Pero al mismo tiempo, queremos contribuir a que Colombia encare las verdades, se prepare para recibir una comprensión de lo que nos aconteció.
No queremos que sean unas verdades que profundicen entre nosotros la venganza, el señalamiento, los odios. No. Son verdades duras, pero el propósito es que construyamos, a que nos sacudamos de allí, a que asumamos con seriedad esta paz, a que no regresemos al pasado.
El nivel de dolor humano de este país es intolerable, y por estúpidas confrontaciones políticas nos empeñamos en que esto tiene que seguir así
Se ha dicho que están en una carrera contra el tiempo…
Es el año que tenemos. Nos constituyó un decreto y tenemos que cumplir nuestra tarea. Hemos organizado el calendario y el equipo para que a finales de noviembre del año entrante podamos, delante del Gobierno, de las instituciones de la sociedad, y muy particularmente delante de las víctimas, decirles: “Miren, estos son los resultados que nosotros encontramos”.
Fuimos gravemente vulnerados por la pandemia, sobre todo porque mucho de nuestro trabajo tiene fuerza cuando se lo puede hacer personalmente, al lado de la víctima personal y al lado de las comunidades cuando recibimos testimonios colectivos en la profundidad de Colombia, pero el coronavirus nos atajó muchísimo y frenó la velocidad que llevábamos.
Algunos sectores han hablado de la falta de voluntad para implementar el acuerdo, ¿qué piensa de eso?
Quiero ser muy claro en que la paz en Colombia y la terminación de un conflicto se merecían grandeza humana, de todo el mundo político del país, y esa grandeza no ha existido. Tampoco se ha comprendido la magnitud del logro al haber conseguido lo que se consiguió en los acuerdos de La Habana, ni para tomar esos acuerdos e implementarlos con toda decisión.
Nos hemos visto enredados por razones políticas y juicios muy torpes y muy irracionales, en frenar algo que es muy importante para Colombia y que podría ser justamente lo que recogiera a la totalidad de todas estas otras formas de violencia que han continuado.
El nivel de dolor humano de este país es intolerable para el mundo, y por estúpidas confrontaciones políticas nos empeñamos en que esto tiene que seguir así, y que no se lo puede resolver, y que hay que tumbar lo que logramos, que nos costó tanto trabajo. La salida no es hacia el odio y las estigmatizaciones, sino a que seamos inteligentes y éticos, por el dolor de nuestras víctimas.
La Comisión de la Verdad es un mecanismo extrajudicial, pero su trabajo será clave para los mecanismos judiciales. ¿Qué le van a aportar a la JEP?
Esperamos sobre todo que nuestro aporte le ayude mucho a la JEP para tener un contexto hermenéutico, interpretativo, de qué fue lo que nos pasó, no en el sentido de darle elementos jurídicos a los magistrados, sino de comprensión histórica de lo que ha ocurrido en el país.
Pero, sobre todo, nos interesa que lo que nosotros planteemos les dé tranquilidad a las víctimas. No podemos responderle a cada víctima en su caso particular la respuesta a su angustia de quién fue el responsable personal y cómo la van a resarcir por su dolor, eso no nos toca a nosotros, pero sí podemos dar una explicación comprensiva de por qué ocurrieron las cosas que ocurrieron, por qué casos sobre los que le gente se quedó preguntando siempre, sí tienen explicación.
Tampoco se ha comprendido la magnitud del logro al haber conseguido lo que se consiguió en los acuerdos de La Habana, ni para tomar esos acuerdos e implementarlos con toda decisión
Varias víctimas, entre ellas la familia de Álvaro Gómez, han criticado a la Comisión. ¿Cómo garantizarles que habrá verdad?
Las críticas las recibimos muy positivamente. La participación en el debate es importantísima, porque es una muestra de que el país quiere encarar qué fue lo que nos pasó. Efectivamente, la familia Gómez Hurtado tiene una visión y tiene una teoría sobre lo que pasó en este caso, que nosotros recibimos con todo el respeto. Esa es una de las explicaciones que se dan sobre ese magnicidio. El expresidente Samper tiene otra, y no solamente hay esas dos.
La comisión acoge la determinación de la Farc, de declararse como responsables, no porque de un momento a otro se le ocurrió decir que esas personas pueden estar diciendo la verdad, sino porque hace rato la Comisión ha estado en diálogos con las Farc, y sabe por qué le da tanta importancia a lo que están diciendo.
Por otra parte, sabe que sería irracional que un responsable se incrimine a sí mismo un homicidio tan grave y que hizo al país tantísimo daño, algo que marcará al grupo en la historia, pero que además los pone en peligro.
Uno de los argumentos de la familia es que, por el significado de ese asesinato, lo hubieran reconocido hace 25 años, apenas fue cometido…
No me voy a meter en la polémica, pero nosotros aceptamos esa responsabilidad e invitamos al país a que en la medida en que los responsables acepten, tengamos confianza en esas aceptaciones que están emergiendo.
Lo que Farc entregue sobre eso, la Comisión lo va a someter al contraste y es ahí donde se tendrá en cuenta el punto de vista de la familia Gómez, del expresidente Samper y otras versiones que se hacen sobre el asunto. Una cosa es aceptar al responsable y otra es el estudio sobre la verdad que ese responsable aporta.
Hace rato la Comisión ha estado en diálogos con las Farc, y sabe por qué le da tanta importancia a lo que están diciendo (sobre Gómez Hurtado)
Samper y Gaviria ya hablaron ante la Comisión. ¿Lo harán los demás expresidentes?
Vamos a citar a los expresidentes. Quiero hacer público que al expresidente Juan Manuel Santos ya lo invitamos y está en una actitud completamente positiva.
Sobre los otros expresidentes, mientras no hable personalmente con cada uno de ellos, no quiero hacerlo público. Pero nuestro propósito sí es tener a los expresidentes y a los principales actores del país que tengan la oportunidad de darnos su versión de lo que para ellos fue el conflicto armado interno en Colombia.
Con todas las voces que se han sumado, ¿cuál va a ser la verdad que presentará el informe?
Vamos a tener unos esclarecimientos fuertes, sobre cosas muy delicadas que pasaron en el país. No serán juicios jurídicos: no vamos a condenar a ninguna persona, porque no podemos ni nos corresponde. Serán afirmaciones de responsabilidades institucionales y de organizaciones, sobre cosas que acontecieron en el país.
En esos esclarecimientos esperamos contribuir a que el país comprenda, realmente, qué fue lo que nos pasó, cuando nos vimos en situaciones que produjeron centenares de víctimas con extraordinarios sufrimientos.
Vamos a tratar de que esos esclarecimientos realmente satisfagan las preguntas de las víctimas. Muy en la tónica de que este país no puede seguir tolerando lo intolerable. Ese es el mensaje de fondo.
Nosotros somos una entidad estatal, de carácter constitucional, pero no va a haber una verdad de Estado, eso sería estúpido. No: es un acercamiento a la comprensión de lo que nos pasó, lo más rigurosa posible, para que sigamos construyendo de ahí en adelante, siempre con la mirada en el sufrimiento humano y con la condición de que este sufrimiento no puede continuar así entre nosotros.
JULIÁN RÍOS MONROY
Periodista de Justicia