El día que doña Rosa puso el primer aviso de ‘Asados Doña Rosa’ no lo va a olvidar jamás. Ese día, el 10 de octubre de 1986, también nació su hijo menor. Y en medio de los dolores de parto y las lágrimas que le generaba cada contracción se negaba a dejar de hacer empanadas.
“Si las iglesias se hacen a punta de empanadas, ¿yo por qué no puedo hacer un restaurante a punta de empanadas con lágrimas?; me preguntaba ese día. Terminé de hacer mis empanadas y me fui de parto, por lo que tanto mi hijo como el negocio vamos a cumplir 39 años. Él ahora es abogado”, reveló Rosa Sánchez.
Doña Rosa, como es conocida, nació en el municipio de San Carlos, Antioquia. Y, luego de la separación de sus padres, vivió desde los 5 años hasta sus 15 años en un convento en Yaruma. Allí, asegura, aprendió de todo, desde cómo ser una buena persona, cómo enfrentar el mundo y hasta los quehaceres básicos como cocinar.
Así se fue enamorando de la cocina, pero a sus 17 años también se enamoró de un señor que manejaba restaurantes en Guayaquil. Fue en el Alto de las Palmas, un paraje en Medellín, donde inició con su pareja un pequeño negocio donde solo cabían dos mesas. Ella era la cocinera y él, el mesero.
Inicialmente vendían empanadas, buñuelos, morcillas, chorizos y gran cantidad de fritos, por lo que entre risas confiesa que el lugar era conocido como la ‘curva del colesterol’.
“Nuestros principales clientes de aquel entonces eran los transportadores. Nos acostábamos a media noche y a las 4 a.m. ya estábamos abriendo otra vez”, aclara Rosa y enfatiza: “el éxito se consigue con disciplina, constancia y perseverancia”.
Poco a poco fueron comprando pequeños espacios del lote. “Le comprábamos 5 o 2 metros más, nos vendía por pedacitos hasta que pudimos comprar todo el lote y agrandar el negocio”, revela Rosa.
Su restaurante ya tenía entonces espacio para atender 32 mesas y personal de apoyo suficiente de meseros y en la cocina. El menú también creció, fueron innovando y aprendiendo a hacer platos tradicionales antioqueños como la posta sudada, la bandeja paisa y desayunos.
Hoy tiene siete restaurantes: dos en Barranquilla, dos en Rionegro, dos en La Pintada y uno en Medellín, También tiene su propia planta de producción de alimentos y en total genera 250 empleos directos y unos 200 más de manera indirecta.
El camino no ha sido fácil. “Me he caído muchas veces, pero me he vuelto a levantar. También tuve problemas de liquidez, pero siempre he buscado solucionar los problemas e innovar”.
Para doña Rosa, madre de 4 hijos, abuela de 11 nietos y bisabuela de dos pequeños, la cocina lo es todo. “La cocina significa experiencia e historia. En esto nací y no lo puedo dejar de hacer. Es lo que me apasiona y me encanta. Mi plato favorito siempre será el típico montañero, somos expertos en la comida típica colombiana”, revela.
A sus 67 años prefiere mantenerse involucrada activamente en su negocio. “Yo todavía cocino, pruebo las comidas, me meto en la cocina, les enseño y estoy pendiente de que todo se haga bien”, recalca y añade orgullosa: “incluso soy la influencer de mi negocio en las redes sociales”.
Y aunque todos sus hijos están vinculados de alguna forma en su empresa, uno decidió de lleno dedicarse a la cocina y abrir su propio restaurante en el departamento llamado ‘Bravo Steak’.