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‘Nuestras democracias están en peligro’: Maria Ressa
La periodista y premio Nobel de Paz habla de los desafíos que tienen las democracias del mundo.
María Ressa confrintó a Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas entre 2016 y 2022 y lo cuenta en su más reciente libro Cómo luchar contra un dictador (Planeta). Foto: Álvaro Delgado
Maria Ressa habla con una sonrisa envidiable del posible fin de la democracia y de cómo las empresas tecnológicas experimentan con nuestras emociones para cambiar lo que pensamos.
La periodista y escritora filipina, símbolo de la prensa independiente y galardonada con el Nobel de la Paz en el 2021, sigue firme al frente de Rappler, medio que fundó en 2012, pese a que aún lidia con los escollos de la persecución por su combate contra el autoritarismo y su defensa de la libertad de expresión.
a, en su oficina en Manila, Ressa, de 59 años, nos cuenta sobre su último libro ¿Cómo luchar contra un dictador?, en el que critica al expresidente filipino Rodrigo Duterte (de 2016 a 2022), a quien denunció por su brutal guerra contra las drogas en su país, y al CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, al que llama “el mayor dictador del mundo”.
Sin perder el tono calmado, alerta de que los periodistas se enfrentan a la vez al autoritarismo y a las mentes detrás de la inteligencia artificial (IA) que permiten el uso de la información como munición.
¿Es el periodismo de hoy una profesión de lucha? ¿Una batalla?
Sin duda lo es, especialmente ahora que la tecnología se ha convertido en la guardiana del ecosistema de información pública y ha hecho que los hechos sean discutibles. Y en esta batalla por los hechos, el periodismo tiene que intervenir.
Cuando ganó el Nobel, junto a Dmitry Muratov, el comité noruego destacó que el galardón premiaba sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión, que es una condición previa para la democracia. ¿Estamos avanzando o retrocediendo en eso?
Creo que en el 2021, el Nobel fue un reconocimiento de que los periodistas han tenido que sacrificarse mucho. Y no pensé que fuera solo para nosotros, sino para todos los periodistas del mundo. Este es un momento crucial en la historia, el periodismo y la democracia están realmente en peligro. A medida que los periodistas nos enfrentamos a más amenazas, nos volvemos más débiles, nos convertimos en objetivos, porque si puedes cambiar la realidad, entonces es fácil controlar a la gente, que es lo que quiere hacer un líder autoritario. Hoy, el 72 por ciento del mundo está bajo un régimen autoritario. Estamos eligiendo democráticamente a líderes antiliberales, y esos líderes están desmoronando las instituciones desde dentro de nuestros países, y luego se están aliando para trabajar juntos en un panorama global.
María Ressa confrintó a Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas entre 2016 y 2022 y lo cuenta en su más reciente libro Cómo luchar contra un dictador (Planeta). Foto:Álvaro Delgado
Pareciera que la línea para diferenciar una democracia de un gobierno autoritario es cada vez más difusa. ¿Cuándo deja un país de ser una democracia en el mundo actual?
Qué gran pregunta. Creo que ocurre cuando se tiene miedo a hablar. Y los primeros ataques, en realidad, son propiciados por las empresas tecnológicas que ahora controlan la esfera pública. El hecho es que las mentiras diseñadas se propagan más rápido que los hechos. Los periodistas tenemos las manos atadas. Por estos días, si quieres una mayor difusión, incitas al miedo, la ira y al odio, y eso juega a favor de los populistas. ¿Dónde está el límite? ¿Cuándo un país deja de ser una democracia? Cuando no existe el Estado de derecho, cuando no existen los hechos, cuando no puede haber integridad en las elecciones, y estas tres cosas ya existen. Así que la pregunta es: ¿qué vamos a hacer al respecto?
¿Se anima a dar una respuesta?
Creo que parte de eso es que todos nosotros —América Latina tiene también una coyuntura crítica— vamos a tener que dejar de ser s de estas empresas de medios sociales y convertirnos en ciudadanos y exigir algo mejor. De lo contrario, mantendremos un ecosistema de información donde las mentiras son realmente de lo que nos están alimentando. Este es el reto al que nos enfrentamos: las vías de información que nos conectan están literalmente pesando del lado de los dictadores.
¿Por qué les resulta tan fácil a dictadores y populistas convencer a la gente?
En parte es nuestra biología. También es nuestra sociología, el principio de estudio del ‘grupo de dentro contra el grupo de fuera’. El ‘nosotros contra ellos’. La política en todo el mundo se ha convertido en una batalla de gladiadores a muerte. Y la democracia consiste más en escuchar y llegar a acuerdos que en la libertad de expresión. Parte de la razón por la que esto ocurre es debido al diseño de las plataformas de medios sociales, que han permitido las operaciones de desinformación de países como Rusia y China, y, en realidad, a los actores políticos en cada uno de nuestros países: usar lo que antes eran métodos de venta y herramientas de marketing para sus operaciones de ‘información’. Un biólogo llamado Edward Osborne Wilson, que estudió el comportamiento emergente y las hormigas, dijo que la mayor crisis que enfrentamos hoy en día son nuestras emociones paleolíticas, nuestras instituciones medievales y nuestra visión de la tecnología como un dios. No hay barreras de protección contra la tecnología, no hay leyes para protegernos, para evitar que seamos utilizados como perros de Pavlov. Esencialmente, estamos siendo experimentados en tiempo real a través de nuestras emociones para cambiar lo que pensamos.
¿Qué tan responsable es el , el lector?
Las empresas tecnológicas siempre dirán: “Bueno, solo estamos reflejando cómo es la humanidad. Así que en realidad es culpa suya”. Eso es un error. Es como si los fabricantes de medicamentos culparan a los s si alguien muere porque su medicamento lo mató. El problema es que esta tecnología es la industria menos regulada a escala mundial y es perjudicial. Por eso, parte de nuestra lucha consiste en exigir justicia frente a la tecnología que hoy se ha desatado.
Ha dicho que las operaciones de la información ya no buscan hacer creer en algo, sino hacer desconfiar de todo. ¿Cómo ha evolucionado la desinformación?
Voy a poner tres ejemplos. El primero, que conozco personalmente, es cuando eres el objetivo de operaciones de desinformación coordinadas para atacarte. En el 2016, nos preguntamos cómo afectaban los algoritmos de Facebook a la democracia y lo que ocurrió fue que me bombardearon con una media de 9.908 mensajes por hora. El objetivo final es golpearte hasta silenciarte. El segundo punto es que todos los demás están viendo esto. Se llama astroturfing. El objetivo es hacerles creer la propaganda contra ti. Y, finalmente, si repites una mentira un millón de veces, se convierte en un hecho. Esto es lo que han hecho las redes sociales. Hay filipinos que creen que soy una criminal. Ese tipo de manipulación insidiosa, que hemos rastreado hasta las redes de desinformación pro-Duterte y pro-Marcos, debería ser ilegal y debería generar una rendición de cuentas. Eso es parte de lo que le pedimos a un organismo mundial. Todo esto es parte de la razón por la que las democracias están muriendo.
Entonces, ¿los periodistas estamos haciendo mal nuestro trabajo o simplemente esto es demasiado?
Claro que es demasiado. Pero aquí es donde estamos y no tenemos más remedio que lidiar con ello.
A pesar de la crisis que afecta a los medios y del auge de la desinformación, muchos gobernantes autoritarios siguen atacando y buscando desprestigiar a la prensa. ¿Por qué?
Poder. Poder y dinero. Porque los periodistas son los únicos lo suficientemente insensatos como para seguir exigiendo respuestas a preguntas molestas que hagan rendir cuentas a los dirigentes. Esa es nuestra tarea en nuestras democracias, y sacrificamos mucho para hacerlo. Sin unos medios de comunicación vibrantes no se puede tener una democracia sana.
Ha criticado a Mark Zuckerberg. ¿Qué piensa de la figura de Sam Altman, CEO de OpenAI, y de la popularidad y el avance de la IA? ¿Qué tan preocupada está por todo esto?
Extremadamente preocupada, y creo que Altman no es sincero y está haciendo exactamente lo mismo que Zuckerberg. Altman lanzó una tecnología que representa un gran peligro y que él mismo afirma que es existencial. Pero cuando la Unión Europea anuncia una regulación, él afirma que no quiere ser parte. Parte del problema actual es que las empresas tecnológicas no deben ser quienes determinen las medidas de seguridad. Y hasta que no puedan demostrar que su tecnología es segura para los seres humanos, no se les debería permitir que la pongan en marcha impunemente (...). Nuestras democracias, nuestras emociones y nuestra forma de pensar están en peligro. Lo que se convirtió en arma en la primera generación fue nuestro miedo, ira y odio. Lo que podría convertirse en arma en la segunda generación (con la AI) es nuestra soledad.