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Las claves para entender el cambio de EE. UU. con Venezuela y Cuba

El Gobierno hizo ajustes en sus relaciones con Cuba y flexibilizó embargo petrolero venezolano.

Joe Biden durante su reunión con funcionarios de Polonia.

Joe Biden durante su reunión con funcionarios de Polonia. Foto: EFE/EPA/Marcin Obara

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El presidente Joe Biden sorprendió a muchos al anunciar, casi en simultánea, una serie de cambios en la política estadounidense hacia Venezuela y Cuba, que sin duda rompen la trayectoria de estos últimos cinco años, cuyo enfoque había sido uno de mano dura y máxima presión contra ambos regímenes.
En el caso de Venezuela, la istración demócrata otorgó un permiso a la petrolera estadounidense Chevron para que entre en negociaciones con la compañía estatal PDVSA que podría concluir en la reanudación de la exploración y exportación de crudo venezolano, hoy día vetada por el régimen de sanciones que se impuso bajo el gobierno de Donald Trump.
Esa decisión, no obstante, dependería de avances concretos e irreversibles en los diálogos entre la oposición y el régimen de Nicolás Maduro con miras “a superar la crisis política, económica y humanitaria que se vive en el país” y que podrían reiniciarse este mismo mes en México.
Así mismo, levantó las sanciones económicas que pesaban contra Carlos Erick Malpica, ex secretario del Tesoro de Venezuela y sobrino de la esposa de Maduro, Cilla Flores.
Según funcionarios de Biden, las medidas fueron consultadas con la oposición y solo otorgan autorización transitoria para que se reanuden las conversaciones entre Chevron y PDVSA.
“Desde nuestra perspectiva todas las sanciones contra el régimen siguen vigentes. Esto es solo una apertura mínima que busca facilitar el diálogo entre las partes y cuya vigencia es limitada y depende de los avances que se presenten”, explicó a este diario una fuente del Gobierno.
En relación a Cuba, Biden anunció el restablecimiento de vuelos comerciales a la isla, que hasta ahora solo llegaban a La Habana; la eliminación del límite de mil dólares por trimestre que se pueden enviar a Cuba en remesas y el restablecimiento de un programa de reunificación familiar que estaba suspendido desde la era Trump.
Los cambios en torno a Cuba también fueron descritos como “pequeños ajustes” dirigidos a mejorar las condiciones económicas de los ciudadanos, sin que con ello se beneficie a la dictadura.
Por supuesto, no todos lo vieron así. Los republicanos y algunos sectores demócratas (los de origen cubanoamericano particularmente) criticaron con dureza las movidas.
“EE. UU. solo debería considerar el alivio de las sanciones cuando se den pasos concretos en esos diálogos”, aseguró el senador demócrata Bob Menéndez, aliado de Biden en la Cámara Alta y quien cuestionó el gesto hacia Cuba.
Darle a Maduro un regalo no merecido solo para que se comprometa a negociar es una política fallida.
A pesar del evidente costo en política doméstica, muchos se preguntan por qué Biden optó por el camino de la flexibilización, justo en este momento. Las razones, según diversos analistas, son de varios tintes.
En primer lugar, dice Mark Fierstein, analista externo del Centro para Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS) y asesor senior en Albright Stonebridge Group, se trata de cambios que responden a la visión ideológica del mandatario demócrata y promesas de campaña que le hizo a la base de su partido, que presionaba por un giro frente a los años de la presidencia de Donald Trump.
Hay que recordar, de entrada, que entre el 2008 y el 2016, Biden hizo parte de un gobierno, el de Barack Obama, que restableció relaciones diplomáticas con Cuba y estaba convencido de que 50 años de embargo, antes que debilitar al régimen, terminaron contribuyendo al empobrecimiento de sus habitantes.
Presidente de los Estados Unidos Joe Biden sube al Air Force One antes de partir de la Base Conjunta Andrews en Maryland, el 19 de mayo de 2022, en su viaje a Corea del Sur y Japón, en su primer viaje a Asia como Presidente.

Presidente de los Estados Unidos Joe Biden sube al Air Force One antes de partir de la Base Conjunta Andrews en Maryland, el 19 de mayo de 2022, en su viaje a Corea del Sur y Japón, en su primer viaje a Asia como Presidente. Foto:SAUL LOEB / AFP

En el caso de Venezuela, los cinco años de presión máxima que se ejercieron desde la comunidad internacional, tampoco provocaron la caída del régimen, pero sí agudizaron la crisis humanitaria.
En la región, así mismo, el apoyo a esa estrategia de sanciones estaba perdiendo terreno con la llegada de líderes de izquierda en varios países.
“Biden había prometido deshacerse de algunas de las iniciativas más nocivas impuestas por Trump. Entre ellas el restablecimiento de vuelos por que ve que es la mejor manera de ayudar a la población. La persona que maneja un hotel, un restaurante o es comerciante, necesita que lleguen turistas a la isla”, anota el analista.
Lo de Venezuela, afirma, es mucho más modesto y más bien una forma de contribuir al reinicio de las negociaciones en México con la oposición, pero amarrado a los avances en la mesa.
En ambos casos, dice Fierstein, eran ajustes en los que se venía trabajando desde hacía meses y que finalmente fueron anunciados esta semana. De hecho, estaban en el tintero desde el primer día de gobierno.
Si no habían prosperado era por que implicaba un costo político que Biden no había estado dispuesto a pagar. Especialmente, por el escaso margen de maniobra que tiene en un Congreso donde sus mayorías son mínimas.
A eso se sumó la violenta represión contra manifestantes en Cuba el año pasado, que limitó aún más sus opciones porque cualquier concesión habría sido interpretada como un grave signo de debilidad.
Pero el contexto y las realidades internas han ido cambiando desde entonces. Y con ello también el cálculo. La guerra de Rusia en Ucrania, sin lugar a dudas ha eclipsado todo lo demás. Internamente, el alza en el precio de los combustibles y la creciente inflación tienen a Biden contra la pared.
Y aunque el petróleo venezolano está aún muy lejos de llegar al mercado de EE. UU., el pequeño cambio anunciado envía el mensaje de que, a futuro, podría ser parte de la solución.
También, y en eso insistieron, funcionarios de la istración, se ve como una oportunidad para romper el nexo Moscú-Caracas ahora que Maduro está urgido de nuevos socios en vista de las severas sanciones que Occidente le ha impuesto al Kremlin.
Así mismo, el presidente maneja toda una bomba de tiempo en la frontera sur, donde están llegando números récord de migrantes entre ellos cubanos y venezolanos. Y cualquier medida que ayude a desactivarla termina siendo beneficiosa para Biden.
Sobre todo por que se ajusta a la idea, defendida por su istración, de que cualquier respuesta a la crisis migratoria pasa por una solución al problema de fondo, que es económico.
“Una de las razones por las que han decidido moverse ahora es que la Casa Blanca debe haber calculado que el daño político de tener que itir a EE. UU. a mil cubanos diarios es más alto que el daño político que puede causar en la Florida un acercamiento con Cuba”, afirma Adam Isacson, experto en seguridad hemisférica de Wola.
Pero la mayoría de analistas también coinciden en que tras las decisiones de esta semana está la Cumbre de las Américas, a celebrarse en junio en Los Ángeles.
Varios países de la región, entre ellos México, Bolivia, Honduras y otras naciones caribeñas, han amenazado con no asistir si -como se espera- Biden excluya de la cita a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Lo cual sería embarazoso para el presidente.
En ese sentido, la flexibilización de sanciones es visto como un guiño que busca mejorar el ambiente de cara a la Cumbre. Al menos eso piensan Michael Shifter, miembro emérito del Diálogo Interamericano, y Cynthia Arnson, directora del programa de América Latina en el Woodrow Wilson Center.
Según Shifter, la movida es un reflejo, a su vez, de lo complejo que es el universo por donde gravita Biden. “La decisión de excluir a estos dictadores de la Cumbre responde a una posición de línea dura que se alinea con las consideraciones de política doméstica.
Pero la flexibilización de sanciones parece un paso en otra dirección, más hacia la interacción y el acercamiento. La istración quizá espera que este gesto convenza a los que hoy dudan en asistir, pero provoca en simultánea críticas de políticos en Miami e incluso de líderes demócratas que, al parecer, ni siquiera fueron consultados”, dice Shifter.
Para Arnson, no obstante, Biden era consciente de que cualquier cambio frente a Cuba o Venezuela iba a desatar la furia de los republicanos, así fueran mínimos. Y dado que la Florida, donde estás decisiones más impactan, parece de momento fuera del alcance de los demócratas en términos electorales, quizá concluyó que había más por ganar en otros frentes.
Por supuesto, se trata de una jugada a tres bandas, o más, con impredecibles consecuencias. Pero, como le dijo a este diario un alto diplomático, el statu quo ya no era tolerable y, con la Cumbre en el horizonte, este se ve como el mejor momento para apostar.
SERGIO GÓMEZ MASERI
CORRESPONSAL EL TIEMPO
ESTADOS UNIDOS

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