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¿Qué está en juego en la Cámara Baja de Estados Unidos tras salida de Kevin McCarthy?
Los republicanos celebran una reunión a puerta cerrada este lunes para abordar la sucesión.
Kevin McCarthy, el destituido líder de la Cámara Baja de Estados Unidos. Foto: EFE
Las fuertes divisiones que existen al interior del partido republicano en Estados Unidos llevan años cocinándose a fuego lento. De hecho, sus dos últimos líderes en la Cámara de Representantes -Paul Rayn y John Bohener- terminaron dando un paso al costado ante las presión de los sectores más extremos en esta colectividad.
Pero, la destitución la semana pasada de Kevin McCarthy constituye todo un incendio. Por primera vez en más de 200 años de historia, la Cámara Baja votó por remover a uno de sus líderes. Y, dicho sea de paso, ese cargo es el segundo en el orden de sucesión presidencial.
Los republicanos de la Cámara Baja de Estados Unidos celebran una reunión a puerta cerrada este lunes para abordar la sucesión.
McCarthy, además, cayó por “fuego amigo” luego de que 8 de su propio partido (el mayoritario) se aliaron con los demócratas para correrle la butaca, dejando acéfalo a este órgano del Legislativo y sin un camino claro hacia adelante.
“¿Y ahora? -se preguntaba el congresista republicano Frank Lukas momento después de la votación- Porque una cosa es quemar la casa y otra muy diferente es volverla a reconstruir”.
La respuesta a ese interrogante nadie la sabe. De momento, la Cámara está en receso hasta este miércoles. Si bien eligieron a un presidente pro tempore, este no tiene poder para mover legislación alguna y, por lo tanto, mientras no se elija una nueva cabeza, el Congreso estará paralizado.
Pero esa elección, como sucedió con la de McCarthy a comienzos de este año, no se ve nada fácil. Por ahora, van dos legisladores que han expresado su interés en el cargo: Steve Scalise, el actual “número dos” dentro del partido, y Jim Jordán, el presidente de la Comisión Judicial.
Porque una cosa es quemar la casa y otra muy diferente es volverla a reconstruir.
Ambos, sin embargo, enfrentan obstáculos. A pesar de que Scalise cuenta con el apoyo del grueso del partido, es visto como muy cercano a McCarthy y podría enfrentar la misma oposición que destruyó su mandato.
Jordan, por su parte, cuenta con el apoyo de este grupo, pero su elección sería interpretada como una capitulación del establecimiento frente a los radicales.
Y los dos, salvo que la ecuación cambie, tendrán que lidiar con las mismas divisiones que provocaron esta crisis. Una crónica de una muerte anunciada que cobró forma en las pasadas elecciones legislativas y que en parte se puede atribuir al expresidente Donald Trump y su enorme influencia en el partido.
La narrativa el año pasado, y que se cimentaba en las encuestas, era que los republicanos iban a arrasar en los comicios de mitad de término dado los bajos índices de popularidad del presidente Joe Biden y las dificultades económicas del país, materializadas en una inflación sin precedentes.
Se hablaba, incluso, de una “marea roja” (en alusión al color del partido republicano) luego de la cual asumirían el control tanto de la Cámara -por más de 30 votos- como del Senado. Pero, no hubo tal.
Si bien recuperaron el control de la Cámara Baja, terminó siendo por una mayoría de solo cuatro votos (221 curules entre 435) y fracasaron en el Senado donde los demócratas preservaron el control.
Kevin McCarthy, líder republicano en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Foto:Anna Rose Layden/Bloomberg
El fracaso, coinciden los analistas, se debió a la selección de muchos candidatos de extrema derecha respaldados por un Trump obsesionado con la derrota electoral que sufrió en el 2018 y que les exigió a cambio lealtad absoluta. Pero, eso no cayó bien entre muchos electores, en especial entre los que viven en estados más moderados.
Esa pírrica mayoría le otorgó un poder excesivo a un grupo de unos 20 legisladores que hoy se hacen llamar el freedom caucus, una facción de radicales dentro del partido que quiere eliminar la ayuda a Ucrania, destituir a Biden y recortar el gasto a niveles históricos.
Pero, sobre todo, que pretende legislar unilateralmente y sin hacer concesiones a la oposición para imponer su agenda conservadora. Algo imposible, pues los demócratas controlan el Senado y la Casa Blanca, que tiene poder de veto.
Una crisis de vieja data
La crisis que se desató la semana pasada arrancó formalmente en enero cuando McCarthy sometió su nombre para ser el nuevo speaker. Y, pese a que era considerado el heredero natural al cargo y contaba con el apoyo del grueso del partido, el grupo de “insurrectos” republicanos se le atravesó.
Fueron necesarias 15 votaciones, algo también histórico, antes de imponerse. Aún así, McCarthy tuvo que hacer múltiples concesiones, entre ellas la que le terminó costándole el puesto: un cambio en las reglas internas de la Cámara que le permite a un solo miembro iniciar un proceso para desalojar al líder y que se conoce como una “moción de destitución”.
En términos generales, los nueve meses de McCarthy fueron tortuosos, pues tuvo que acomodarse a las exigencias de la facción dado que necesitaba de sus votos para aprobar cualquier legislación y siempre bajo la amenaza de que podía ser destituido en caso de no plegarse.
El representante Republicano de Ohio, Jim Jordan. Foto:EFE
Algo que lo llevó a darles la presidencia de comités, pese a no contar con la antigüedad necesaria e iniciar el proceso de destitución contra Biden, aún cuando lo consideró poco conveniente para los intereses políticos del partido. Eso sumado a que dejó pasar proyectos de ley que no tenían viabilidad por su extremismo.
En dos ocasiones, no obstante, McCarthy trazó una línea. La primera fue en abril cuando EE. UU. estaba ad portas de entrar en un desastroso incumplimiento de sus obligaciones financieras de no aprobarse un aumento del techo de la deuda. Algo a lo que esta facción se oponía si no estaba acompañado de profundos recortes al gasto y otros ítems de su agenda conservadora.
La movida, vista como cínica, pues gran parte de esa deuda y el déficit fiscal de Estado Unidos fue acumulada durante gobiernos republicanos y con el voto de este partido en el Congreso, McCarthy logró llegar a un acuerdo con los demócratas parta elevar el techo y garantizar el flujo de gasto del Gobierno por dos años, a cambio de algunos recortes presupuestales. Aunque la facción no quedó del todo satisfecha, terminaron votando a favor.
La segunda ocurrió hace unos días cuando, a pesar del acuerdo previo, los rebeldes republicanos se negaron a apoyar una medida para financiar las operaciones del Gobierno, poniendo en riesgo el empleo de más de 3,5 millones de trabajadores federales.
McCarthy, nuevamente al tanto de lo riesgoso que era eso para la viabilidad de su colectividad, optó por pactar un acuerdo con los demócratas para mantener al Gobierno abierto por 45 días mientras se buscaba una solución.
Algo que el Freedom Caucus interpretó como una traición y que precipitó la convocatoria de la moción para destituir al presidente.
Los demócratas, que con sus votos hubiesen podido salvar a McCarthy, optaron por votar a favor quizá calculando que el caos y la división entre los republicanos les favorece a largo plazo, pues el público podría pasarles la cuenta de cobro en las elecciones del año entrante.
Lo más probable, no obstante, es que quien resulte electo será aún más extremo que McCarthy. De hecho, todo indica que Jordan, quien era parte del Freedom Caucus y estrecho aliado de Trump, terminará imponiéndose.
Lo cual se traducirá en todo una guerra civil justo cuando de por medio está aprobar la ayuda para Ucrania y asegurar la financiación del Estado más allá del próximo 17 de noviembre, cuando vuelven a acabarse los fondos.
El expresidente estadounidense Donald J. Trump asiste a su juicio por fraude civil en Nueva York. Foto:EFE
Algo que no le conviene a los republicanos, pero tampoco a Biden pues su agenda quedaría paralizada.
Lo único que tienen muchos republicanos es que deben remover la cláusula que hoy permite a cualquier miembro convocar al voto de destitución.
“Esa cláusula hace que la Cámara sea ingobernable. Si no es removida siempre seremos rehenes de una minoría y la próxima crisis estará a la vuelta de la esquina”, dijo el congresista republicano Don Bacon.
Para los “insurrectos”, no obstante, eso equivaldría a prescindir del “súper poder” que hoy les permite mandar en la parada. Toda una encrucijada. Que no tiene, por ahora, una salida fácil.