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Estados Unidos reabre sus heridas de justicia racial con el caso Floyd

El juicio por la muerte de George Floyd comienza este lunes con una sociedad dividida.

Un miembro de los Minnesota Freedom Fighters (MNFF) levanta el puño mientras marcha con los familiares de los muertos por la policía que llevan ataúdes de cartón durante una manifestación en 2020.

Un miembro de los Minnesota Freedom Fighters (MNFF) levanta el puño mientras marcha con los familiares de los muertos por la policía que llevan ataúdes de cartón durante una manifestación en 2020. Foto: Kerem Yucel / AFP

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Pocos juicios han despertado tanta expectativa en EE. UU. como el que comenzará mañana en Mineápolis, Minesota, contra Derek Chauvin, el expolicía acusado de la muerte del afroestadounidense George Floyd.
En la historia reciente, el caso es quizá solo comparable con el de O. J. Simpson, en 1994, o el que se adelantó contra los uniformados que le propinaron la brutal golpiza a Rodney King, en 1991.
Y con razón. El caso Floyd, de alguna manera, encapsula décadas de resentimiento por abusos cometidos por de la fuerza pública contra esta minoría estadounidense, además de contar con un alto componente de justicia racial, una herida que nunca se ha acabado de cerrar en este país y que viene desde las épocas del fin de la esclavitud.
El 25 de mayo del año pasado, Floyd, de 46 años, se acercó a una tienda e intentó pagar con un billete de 20 dólares aparentemente falso. Fue entonces cuando el empleado llamó a la policía y acudieron cuatro patrulleros, entre ellos Chauvin, de raza blanca.
Según los testimonios, Floyd se resistió al arresto.
Un examen de toxicología posterior demostró que había consumido drogas y alcohol. Lo que siguió dejó al mundo estupefacto. Para controlarlo, el policía puso su rodilla contra el cuello de Floyd, que estaba en el suelo.
Por ocho agónicos minutos, que fueron grabados por transeúntes, el afroestadounidense suplicaba, diciendo que no podía respirar. A pesar de los gritos del público que le pedían detenerse, el policía continuó con su método de inmovilización hasta que la vida de Floyd se fue extinguiendo en vivo y en directo.
El incidente provocó un estallido social de enormes proporciones. Primero en Mineápolis, donde miles salieron a las calles a protestar, algunos de manera violenta, exigiendo justicia.
La muerte de George Floyd desató una de protestas en Estados Unidos en contra de las acciones de la policía y el racismo.

La muerte de George Floyd desató una de protestas en Estados Unidos en contra de las acciones de la policía y el racismo. Foto:AFP

Pero las manifestaciones se transformaron en un clamor nacional, que inundó las calles de las principales ciudades del país, entre ellas Washington, donde el entonces presidente, Donald Trump, mandó tropas para reprimir a los ciudadanos.
Fueron seis días de disturbios que dejaron considerables destrozos y que tuvieron réplicas en otros países del mundo, donde muchos se solidarizaron con el caso del afroestadounidense a través de la consigna Black Lives Matter.
Pero la muerte de Floyd a manos de la policía no habla de un fenómeno nuevo. Desde el asesinato de Michael Brown, en Ferguson en 2014, más de 150 afroestadounidenses han perecido tras enfrentamientos con uniformados, pese a no portar armas de fuego, según una investigación de National Public Radio (NPR). Y al menos uno al día reporta haber sido víctima de algún tipo de abuso al momento de su arresto.
Esas cifras duplican los casos que se presentan contra personas de raza blanca, pese a que estos representan más del 50 por ciento de la población, mientras que los afro, solo el 15.
Más de 150 afroestadounidenses han perecido tras enfrentamientos con uniformados, pese a no portar armas de fuego
Lo que sí tiene de particular este incidente es que se encadenó con otros actos de brutalidad policial que causaron gran indignación, como la muerte –pocos meses antes– de Breonna Taylor, una mujer que recibió ocho disparos en su propio apartamento, y de Ahmaud Arbery, que fue ajusticiado por dos hombres con de la fuerza pública.
Por supuesto, el hecho de que la brutal muerte de Floyd fuera registrada por cámaras y distribuida ampliamente en las redes sociales sirvió como detonante de una bomba que era cuestión de tiempo para que estallara.
A eso hay que añadir que son muy pocos los casos, pese a existir evidencia tan clara como en el caso de este afroestadounidense, que resultan en un veredicto de culpabilidad contra los de la fuerza pública. “Acá lo que está en juicio es mucho más que Derek Chauvin.
El público entero lo que quiere saber es si tenemos un sistema judicial que puede concluir en justicia”, afirma A. L. Brown, uno de los abogados que asesora a la familia Floyd.
No obstante, este es un caso que genera intensas pasiones entre este sector y los que respaldan las acciones de la policía. La simple selección del jurado, por ejemplo, terminó siendo todo un ejercicio en el que la raza y los estereotipos pesaron.
En el jurado de 14 personas quedaron cuatro afroestadounidenses, ocho blancos y dos multirraciales. Pero varios fueron descartados por sus orientaciones ideológicas o expresar algún malestar frente a las acciones de la fuerza pública, mientras que otros fueron excluidos al determinar que la compensación de US$ 27 millones, que acordó la ciudad de Mineápolis pagar a la familia de Floyd para resolver la demanda civil por su muerte, les hacía pensar que Chauvin era culpable.
De hecho, el pago de la indemnización causó revuelo, pues se confirmó a pocos días del inicio del juicio y la defensa sostiene que eso afectará la suerte de su cliente.
Chauvin tendrá que enfrentar tres cargos: asesinato en segundo grado, homicidio involuntario y asesinato en tercer grado.
El más serio es de asesinato en tercer grado, pues implica que el policía actuó con sevicia y es un peligro para la comunidad. El de segundo grado sugiere que Chauvin le causó la muerte a Floyd así no fuera de manera premeditada, y el homicidio involuntario implica que las acciones del policía fueron negligentes, pero no criminales. Las posibles condenas van de cinco años de cárcel hasta cadena perpetua, aunque para llegar a cualquiera falta mucha tela que cortar.
Derek Chauvin, el hombre capturado por la muerte de Floyd.

Derek Chauvin, el hombre capturado por la muerte de Floyd. Foto:Archivo particular

Se espera que el juicio dure entre dos y cuatro semanas, más el tiempo que se tome el jurado en deliberar. Pero el dramatismo está asegurado, luego de que el juez permitió su transmisión en directo vía webcast, lo cual es inusual para este tipo de casos.
Ambos equipos han dado pinceladas sobre la estrategia que utilizarán y en el proceso será clave el informe del médico forense.
En el reporte, los forenses sostienen que Floyd murió de un paro cardiorrespiratorio causado por la compresión del cuello y la fuerza utilizada por la policía para someterlo. Pero también cita la hipertensión y el uso de drogas como otras causas significativas.
Lo que la defensa de Chauvin alega es que Floyd murió por una sobredosis de drogas y por su precaria condición de salud. Y que, además, el método empleado por el policía para someter a la víctima es uno aprobado por el código de los uniformados. “Lo que Chauvin vio fue un hombre fuerte que estaba intoxicado y que se resistía al arresto de forma vigorosa y podía presentar un peligro para él y para sus colegas”, dijo Eric Nelson, uno de sus abogados.
Para la Fiscalía, el caso es más bien simple. Y la prueba reina es el video que el mundo vio. Chauvin, como mínimo, le provocó la muerte a Floyd por uso excesivo de fuerza, pese a que el hombre estaba desarmado y tenía a otros tres policías que lo habrían podido asistir para someterlo de otra manera.
“Desde afuera, este caso parecería muy sencillo para que lo gane la Fiscalía. Todos vimos como Floyd murió y ese video es demoledor. Pero estos casos no son fáciles, pues nuestra sociedad tiende a ser permisiva frente a la fuerza pública (...)”, sostiene Daniel Nagin, profesor de políticas públicas en Carnegie Mellon.
Para Nagin, la clave del juicio es el reporte forense donde se determina la causa de muerte. Si logran convencer al jurado de que el paro cardiorrespiratorio fue producido por la acción del policía, Chauvin será condenado por uno o más de los cargos elevados. Pero si la defensa logra sembrar la idea de que los otros factores –como su salud y el uso de drogas– influyeron, podría ser exonerado.
Y, como se sabe, en el sistema judicial de EE. UU. solo basta con que uno de los jurados no esté de acuerdo con la mayoría para que se anule todo el proceso.
En todo caso, la tensión es alta. Muchos piensan que si Chauvin es exonerado, Mineápolis y el resto del país volvería a estallar en protestas como se vieron en 2020. Pero un veredicto culposo, al menos en el cargo de asesinato en segundo grado, podría apaciguar los ánimos e indicar que la justicia, aunque a veces lenta, termina por llegar y no discrimina por el color de piel. Lo cierto es que cualquiera de los dos desenlaces será monumental para EE. UU.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
WASHINGTON

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