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Por qué en Alemania están resurgiendo partidos de derecha populista que asocian a nazis
Uno de cada cuatro alemanes se inclina a votar por un partido que muchos asimilan con el neonazismo.
Dirigentes alemanes calificaron ayer como un “ataque a la democracia” el intento de asalto al Parlamento (Reichstag) en Berlín durante las protestas de grupos ultraderechistas que se dieron este fin de semana en contra de las medidas impuestas por la pandemia. Foto: EFE
Una corriente de frío recorre las espaldas de líderes y militantes de los partidos tradicionales de Alemania, una de las democracias más sólidas y respetadas del mundo.
Socialdemócratas, verdes, liberales y centroderechistas ven con enorme inquietud el ascenso de Alternativa por Alemania (AfD, su sigla en alemán), un partido con sesgos racistas que se opone a la inmigración, a las vacunas, que coquetea con la ruptura con la Unión Europea y que niega el cambio climático.
Fundado en 2013 por el profesor de economía Bernd Lucke, quien promovía un programa de liberalismo económico y derecha clásica, el partido se mantuvo dentro de cierta marginalidad. En 2015, dirigentes mucho más radicales removieron a Lucke y llevaron al partido hacia una deriva populista y extrema.
AfD está en el Bundestag (Parlamento) desde 2017, pero su mejor resultado llegó en 2021, con más del 10 por ciento de la votación nacional y 83 de los 736 escaños. A nivel local, este año consiguieron sus primeras alcaldías, y lucen favoritos para ganar varias el año entrante.
Varias encuestas recientes muestran a AfD como segunda fuerza nacional, con más del 20 por ciento de la intención de voto, y solo superado por la coalición de centroderecha de CDU-CSU, que durante una veintena de años lideró la excanciller Angela Merkel.
Una sesión del parlamento alemán Bundestag en Berlín, Alemania, el 18 de noviembre de 2021. Foto:EFE / EPA / CLEMENS BILAN
El más reciente sondeo, desarrollado por Yougov, mostró a CDU-CSU adelante, con 27 por ciento, con AfD muy cerca, en 23 por ciento y al alza. Más abajo están los socialdemócratas, con 17 por ciento, y los verdes, con 14 porciento, ambos en curva de descenso.
Hasta hace poco, muchos analistas hablaban de la imposibilidad de consolidación de una derecha populista y radical en Alemania, debido a lo que, en la primera mitad del siglo XX, el nazismo significó como ruina del país y vergüenza para millones de alemanes por causa del Holocausto.
Las encuestas indican que esa “excepción alemana” puede estar quedando atrás, y que el país vive procesos similares a los de Francia con el movimiento de Marine Le Pen, Italia con el de la primera ministra Giorgia Meloni y Estados Unidos con los trumpistas del asalto al Capitolio.
Para el politólogo Maximilian Kreter, experto en totalitarismo de la universidad de Dresde, la AfD es “un gran desafío para la democracia alemana (...), pues el partido tiene muchos diputados a nivel comunal, regional y estatal y ha conseguido, con mayor o menor éxito, establecer su agenda de extrema derecha”.
Existe una melancolía por el Estado autoritario, explica el profesor Jérome Vaillant, de la universidad de Lille, en Francia.
Contra la inmigración
Este fin de semana, AfD concluyó su asamblea programática, que definió un programa para las elecciones europeas del año entrante. Las propuestas contra la inmigración vinieron acompañadas de discursos abiertamente racistas.
El Servicio de Inteligencia del Interior de Alemania llamó el lunes la atención por las proclamas contra grupos árabes y africanos, entre otros. “En sucesivas declaraciones del partido se observa un concepto étnico del pueblo y se cuestiona el respeto a la dignidad para determinados grupos de población”, afirmó el jefe del Servicio, Thomas Haldenwang.
Los líderes de AfD han enfocado en la inmigración buena parte de sus ataques al gobierno federal. Para fines de 2022, Alemania registraba más de 1’200.000 refugiados, la inmensa mayoría (casi un millón) de la guerra en Ucrania, y más de 200.000 procedentes de Siria, Afganistán y Turquía.
Antes de la oleada de refugiados de Ucrania, la entonces canciller Angela Merkel había defendido una política de tolerancia a la inmigración, y no solo por razones humanitarias sino económicas. Varios estudios demuestran que Alemania ha podido mantener su competitividad exportadora gracias a contar con la mano de obra, menos costosa, de los migrantes.
Pero a medida que algunos indicadores de inseguridad aumentaron, la derecha populista se dedicó a culpar a los refugiados y convenció a amplios sectores de la responsabilidad de Merkel.
Para AfD, estas comunidades no solo ingresan de manera ilegal al país, sino que se instalan y pronto tienen hijos en suelo alemán que, según dice el partido, adquieren derechos como ciudadanos alemanes, aunque eso no es del todo cierto, pues para obtener esos derechos, los hijos de inmigrantes deben cumplir varias condiciones, entre ellas que al menos uno de sus padres sea residente legal.
Según una investigación del servicio de noticias 24 en julio, líderes del partido han planteado iniciativas que van desde esterilizar a los refugiados menores de edad no acompañados hasta dispararles a los inmigrantes que crucen la frontera de modo ilegal, todo lo cual recuerda a los nazis.
Pero el discurso nacionalista de AfD también dedica sus invectivas a la Unión Europea. Según sus dirigentes, Alemania se las puede arreglar mucho mejor si anda sola que si tiene que avanzar de la mano de otros países europeos que, cuando se hunden económicamente, reciben –según AfD– generosas ayudas de Alemania.
líderes del partido han planteado iniciativas que van desde esterilizar a los refugiados menores de edad no acompañados hasta dispararles a los inmigrantes
Los actuales codirectores de AfD, Tino Chrupalla y Alice Wiedel, critican de modo reiterado “el centralismo de Bruselas” que “atenta contra la soberanía de Alemania”, y plantean que llegó la hora de corregir “el error histórico de la implantación del euro”.
Como suele suceder con este tipo de partidos populistas, AfD ha tenido problemas para explicar qué haría si, en caso de salir de la UE, no pudiese comerciar de manera libre con el gigantesco mercado europeo que representan sus vecinos.
Los enormes costos que el brexit ha tenido para la economía del Reino Unido han obligado a Chrupalla y otros líderes a negar que estén buscando un dexit (salida de Alemania de la UE), y a decir, en cambio, que hace falta “refundar” la “fracasada Unión Europea” y sustituirla por una “federación de naciones”.
Pero los dirigentes de AfD también apuntan contra Los Verdes, el gran partido ambientalista alemán, que hace parte de la coalición tripartita del gobierno del canciller socialdemócrata Olaf Scholz, y de los liberales.
Los Verdes han visto golpeada su imagen por décadas de combatir la generación de electricidad en plantas nucleares, que finalmente Alemania comenzó a desmontar en la década pasada y deben desaparecer del todo en 2030.
Con la guerra de Ucrania y el corte del suministro de gas ruso, del que Alemania era altamente dependiente, sus plantas térmicas debieron operar con carbón, el más contaminante de los combustibles: el remedio resultó ambientalmente mucho peor que la enfermedad.
Y hablando de Ucrania, AfD se opone al apoyo financiero y de armamento que Alemania brinda al gobierno de Volodimir Zelenski. Las afinidades de AfD con el régimen de Vladimir Putin en Rusia resultan evidentes para muchos analistas.
En materia de símbolos, AfD ha prohibido a sus militantes usar esvásticas y otros distintivos nazis. Pero muchos de sus seguidores usan el saludo de brazo y mano derechos extendidos hacia arriba, con que Hitler era saludado
Verfassungsschutz vert Präsident #Haldenwang „Maulkorb“
Anfang dieser Woche bewertete der Präsident des Bundesamtes für Verfassungsschutz (BfV), Thomas Haldenwang (#CDU), öffentlich die laufende Europawahlversammlung der #AfD in #Magdeburg und behauptete u.a. die Verbreitung… pic.twitter.com/t13xIyDlqd
El descontento de buena parte de la población alemana con el gobierno tripartito que encabeza Scholz, golpeado por la inflación y la recesión, ha terminado beneficiando a AfD.
Solo el 32 por ciento de los alemanes están de acuerdo con la gestión que lleva a cabo el canciller Scholz, según la encuesta Deutschlandtrend. En otros tiempos, el gran beneficiado habría sido el centro-derecha de CDU-CSU.
Pero en este caso, la coalición que hoy lidera Friedrich Merz –quien reemplazó a Merkel al frente del grupo– ha cedido puntos: en mayo tenía 31 por ciento de intención de voto y ahora tiene 27 por ciento.
AfD pasó, en ese mismo lapso, de 17 a 23 por ciento. Como sucede en muchas democracias occidentales, son votantes desencantados con la política tradicional: el 67 por ciento de los encuestados no se muestran tanto de acuerdo con los postulados de AfD como hartos de los viejos partidos.
El avance de AfD es especialmente fuerte en Turingia y otras regiones de la antigua Alemania Oriental (RDA), donde imperó la dictadura comunista entre 1949 y 1990. En esas regiones, que vivieron bajo la férula prosoviética, “existe una melancolía por el Estado autoritario”, explica el profesor Jérome Vaillant, de la universidad de Lille, en Francia.
En junio, la Universidad de Leipzig publicó un estudio que ahondó en ese punto: una encuesta en la antigua RDA determinó que un tercio de los entrevistados creen que a Alemania le iría mejor con un líder que gobernara “con mano fuerte”, mientras 30 por ciento dice que, en ciertas circunstancias, una dictadura “sería lo mejor”.
Esta evolución ha hecho que dirigentes de CDU-CSU endurezcan su discurso en temas como la inmigración. Según el académico Maximilian Kretner, “CDU y CSU están adoptando algunas de las posiciones que hace unos años eran exclusivas de la extrema derecha”, aunque evitan la diatriba racista y centran su discurso antimigratorio en el tema de la seguridad.
Por fortuna para los partidos tradicionales, falta mucho para las elecciones generales, en 2025, si es que Scholz consigue que su pacto tripartito no se rompa de aquí a allá. De la suerte de su gobierno y de la evolución de la economía depende en buena medida que AfD frene o siga avanzando.