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La importancia de defender la integridad territorial de Ucrania
Nada bueno podría venir si los principios para la paz, declarados tras la II Guerra, se erosionan.
Una mujer ucraniana con sus pertenencias frente a un edificio atacado por Rusia en Chasiv Yar. Foto: Anatolii Stepanov. AFP Foto: Anatolii Stepanov. AFP
Después de la Segunda Guerra Mundial, los esfuerzos diplomáticos globales buscaron crear un nuevo orden internacional que evitara que el mundo volviera a caer en la guerra, el caos y la anarquía. Una parte importante de ese proyecto consistió en perfeccionar el orden jurídico internacional mediante el establecimiento de tribunales para enjuiciar los crímenes de guerra. Y las audiencias celebradas en Nuremberg y Tokio establecieron que la agresión es el "crimen internacional supremo", tanto, que líderes de la Alemania nazi y el Japón imperial fueron condenados a muerte.
La sentencia del Tribunal de Nuremberg fue muy clara sobre este punto: "Iniciar una guerra de agresión no es solo un crimen internacional; es el supremo crimen internacional, que solo difiere de otros crímenes de guerra en que contiene en sí mismo el mal acumulado del todo". Desde entonces el orden internacional se ha basado en la integridad territorial de los Estados. Desafiar este principio básico con un acto violento de agresión, el crimen internacional supremo, es poner al mundo entero en riesgo de hundirse en el desorden, el caos y la guerra.
En una resolución adoptada el 2 de marzo de este año, la Asamblea General de las Naciones Unidas condenó a Rusia por cometer precisamente este delito. Viendo la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero como un acto de agresión, la resolución exige que Rusia “retire inmediata, completa e incondicionalmente todas sus fuerzas militares del territorio de Ucrania dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas”.
Es cierto que Rusia no es la primera potencia en cometer el crimen de agresión, ni el primer miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU en hacerlo. Estados Unidos ha intervenido en otros países dentro de su propio hemisferio; la Unión Soviética invadió Hungría, Checoslovaquia y Afganistán durante la Guerra Fría; y China envió sus fuerzas a Vietnam en 1979. Pero la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania es diferente, porque su propósito expreso es subyugar, desmantelar y, finalmente, eliminar a Ucrania como un Estado-nación soberano. El presidente ruso, Vladimir Putin, lo ha dicho abierta y explícitamente.
(El mundo) tampoco debería reconocer ningún otro intento moderno de cambiar las fronteras por la fuerza. La agresión sigue siendo el supremo crimen internacional
Como tal, la guerra de Rusia es inusual en la historia moderna. Una comparación obvia es con Hitler, que tenía como objetivo eliminar a Polonia cuando lanzó su guerra de agresión en 1939 (forjando un acuerdo con Stalin para dividir el país entre ellos). Otro es el intento de Saddam Hussein en 1990 de eliminar Kuwait y convertirlo en parte de Irak. Pero, aparte de estos dos casos, no se me ocurren otros ejemplos cercanos en la historia reciente.
En cualquier caso, el mundo no aceptó el esfuerzo de Hitler para eliminar a Polonia o el intento de Saddam de acabar con Kuwait, y tampoco debería reconocer ningún otro intento moderno de cambiar las fronteras por la fuerza. La agresión sigue siendo el supremo crimen internacional.
Habiendo reconocido formalmente los Estados que estableció en la región de Donbás de Ucrania en 2014, las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk (RPD y RPL), Rusia claramente tiene la intención de absorber estas partes ocupadas de Ucrania, continuando así su desmembramiento de un Estado miembro independiente de la ONU.
El rol chino
La forma en que China responda es de particular importancia. ¿La amistad “sin límites” del presidente chino, Xi Jinping, con Putin significa que China abandonará la integridad territorial como uno de sus principios fundamentales? Dar ese paso socavaría poderosamente su demanda de que el resto del mundo continúe reconociendo a Taiwán como parte de China. Hasta ahora, China ha evitado cualquier conversación sobre la agresión rusa o la integridad territorial ucraniana. Pero, dado que China ha considerado durante mucho tiempo este tema como sacrosanto, no puede sentarse en la cerca por mucho tiempo. Una antigua máxima legal romana sostiene que “silencio significa consentimiento” (qui tacet consentire videtur).
Hay muy buenas razones para seguir tratando la agresión como el supremo crimen internacional, y la integridad territorial como la piedra angular del orden internacional
Las fronteras nacionales de hoy no son el resultado de ningún proceso científico o actos de intervención divina. En Europa y en muchas otras partes del mundo, las fronteras se trazaron con sangre a través de siglos de guerra y conflicto. Suecia y Dinamarca, por ejemplo, lucharon por su frontera durante siglos antes de que el conflicto se resolviera a regañadientes y se consignara al pasado. En Europa del Este, las guerras por las fronteras han generado millones de víctimas durante el siglo pasado.
Dada esta sangrienta historia, hay muy buenas razones para seguir tratando la agresión como el supremo crimen internacional, y la integridad territorial como la piedra angular del orden internacional. La generación de la Segunda Guerra Mundial tuvo razón al establecer estos principios en Nuremberg y Tokio. Debemos tener mucho cuidado de no romper con lo que comenzaron. Por ese camino solo se encuentra la ruina.
(*) Ex primer ministro de Suecia. Negoció la adhesión de Suecia a la UE. Fue Enviado Especial de la UE a la antigua Yugoslavia y Copresidente de la Conferencia de Paz de Dayton.
Por qué hay que negociar ya con Rusia
En el terreno, el despliegue del ejército ruso parecía al principio ineficaz y anticuado. Pero eso ha sido lo habitual para Rusia desde las invasiones napoleónicas de 1812. Mediante una combinación de barbarie y tropas numerosas –“La cantidad tiene una cualidad propia”, decía Stalin– por lo general ese país se las ha arreglado para capear la ola. En efecto, la de Ucrania se ha convertido en una brutal guerra de desgaste con lentos pero constantes avances rusos.
Mapa de avances rusos. Foto:Adaptación CEET
A nivel geopolítico bien puede estar ocurriendo un cambio similar en favor de Rusia. Aunque en la reciente cumbre de Madrid los de la Otán proyectaron unidad, Europa parece cada vez más dividida en torno a Ucrania.
Los países de Europa del este, junto con Finlandia y Suecia, ven a Rusia como una amenaza inmediata y existencial. Pero para países como Italia, España y Francia, las preocupaciones de seguridad más inmediatas se encuentran en el norte de África. Y entre una inflación en ascenso y un menor crecimiento económico, la sostenibilidad política de las sanciones económicas está lejos de ser segura.
En Italia, los dos mayores partidos en el parlamento –el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga– se oponen al envío de armas a Ucrania y han expresado su voluntad de sacrificar territorio ucraniano a cambio de unas relaciones económicas normales con Rusia. Y en España, el gobierno liderado por los socialistas ha estado apoyando a Ucrania, pero ya se están viendo grietas en la coalición con el pacifista Podemos.
En Francia, la izquierda en ascenso de Jean-Luc Mélenchon y la cada vez más sólida derecha de Marine Le Pen (juntos privaron al presidente Emmanuel Macron de una mayoría parlamentaria en las elecciones de junio) proponen una solución diplomática que no resulte “humillante” para Rusia.
Y Alemania se enfrenta a su dilema más difícil en décadas. Desde que el canciller de la Alemania occidental Willy Brandt lanzara su Ostpolitik hacia el bloque soviético a fines de 1960, la cuestión de una ‘coexistencia pacífica’ con Rusia y Europa del este ha sido central para el pensamiento estratégico germano. Esto ayuda a explicar la resiliencia de los vínculos energéticos entre Alemania y Rusia.
En lugar de cortar lazos con Rusia, la U. Europea ha optado por una mayor integración con Ucrania y Moldavia. Pero esta decisión no solo implicará altos costos financieros: lo más probable es que el presidente ruso, Vladimir Putin, se sienta tan amenazado con una UE democrática a sus puertas como con la ampliación de la Otán. No obstante, Putin sabe que para que el cambio estratégico de Europa sea creíble, esta tendrá que aumentar su poder militar. Y aquí la pregunta es: ¿por cuánto tiempo estarán los europeos dispuestos a sostener un alto gasto militar?
El Reino Unido es un caso aparte, no solo por su vocación militar y de potencia, sino porque se encuentra en plena crisis política con la renuncia del primer ministro Boris Johnson. Pero eso no significa que los británicos vayan a darle la espalda a Ucrania. Aunque el secretario de Defensa Ben Wallace anunció que no tiene intenciones de competir por el liderazgo, su condición de favorito temprano sugiere que hay un fuerte apoyo público para el involucramiento del país en Ucrania.
Más allá de Europa, la campaña de Occidente contra Rusia no siempre ha encontrado un gran apoyo. Aunque India ha profundizado su cooperación estratégica con EE. UU. –junto con Australia y Japón– a través del grupo Quad, se ha negado a unirse a las sanciones occidentales a Rusia, su principal proveedor de equipamiento militar.
La campaña occidental también contribuye a un alza de los precios globales de la energía y los alimentos (...): el fantasma de una devastadora recesión económica asusta a muchos
Las peticiones del presidente estadounidense, Joe Biden, a Arabia Saudita para que amplíe su producción petrolera, a fin de limitar los precios del crudo, hasta ahora han caído en oídos sordos. Y hasta Marruecos, que en 2020 obtuvo el reconocimiento de EE. UU. de su soberanía en el Sahara Occidental, se abstuvo de condenar la invasión rusa a Ucrania en la ONU el 2 de marzo.
La falta de apoyo a las sanciones occidentales no se basa exclusivamente en consideraciones geopolíticas. Si bien la campaña occidental está perjudicando a Rusia, también contribuye a un alza de los precios globales de la energía y los alimentos que daña particularmente a las economías en desarrollo: el fantasma de una devastadora recesión económica asusta a muchos.
Occidente no logrará la derrota resonante de Rusia que desea. Lo que ha obtenido hasta ahora es un estancamiento militar que con el tiempo se inclinará a favor de Rusia, con consecuencias catastróficas para Ucrania y otros países, y una crisis alimentaria y energética global en aumento.
Si bien Occidente debería seguir apoyando a Ucrania, ha llegado el momento de negociar un alto al fuego y entablar conversaciones de paz. Por supuesto, eso incluye negociaciones entre Ucrania y Rusia para decidir el destino de los territorios ocupados por Rusia. (Un plebiscito sobre el futuro de la región del Donbás oriental es un posible resultado). Pero también implicará negociaciones encabezadas por la Otán sobre un sistema de seguridad más general para Europa.
Un resultado así no es lo ideal, particularmente porque podría producir solo una pausa en la lucha, más que una paz duradera. Pero las consecuencias de seguir el curso actual podrían ser mucho peores.