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'Vamos a unas votaciones sin democracia y Ortega se va a reelegir'
Carlos Fernando Chamorro tuvo que exiliarse por el acoso del régimen nica. Entrevista
Fotografía de archivo fechada el 31 de marzo de 2019 de Carlos Fernando Chamorro, durante un de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en Cartagena (Colombia). Foto: EFE/Ricardo
El periodista Carlos Fernando Chamorro tuvo que huir por segunda vez de Nicaragua y exiliarse en Costa Rica el 22 de junio, luego de la arremetida que el gobierno deDaniel Ortega emprendió contra sus críticos.
Chamorro, a través de su medio de investigación El Confidencial, ha denunciado los actos de corrupción e irregularidades del orteguismo desde el ascenso al poder en el 2007.
La primera vez que abandonó su país fue en 2019, cuando la policía irrumpió en su redacción sin ninguna orden judicial y se llevó todos los equipos de los periodistas. En esta segunda ocasión, la policía también asaltó las instalaciones, pero esta vez la justicia buscaba elevar acciones judiciales contra Chamorro invocando la ley de ciberdelitos, un instrumento con el que el orteguismo ha perseguido a los comunicadores del país.
Desde el exilio, este periodista de investigación –galardonado con el Premio Ortega y Gasset 2021– habló con EL TIEMPO sobre qué hay detrás de la persecución contra opositores en Nicaragua, cuáles son las posibles salidas para el país y su hermana Cristiana, precandidata presidencial detenida en junio. “Lo que representa Ortega es la privatización del sandinismo convertido ahora en una maquinaria política al servicio de una dictadura familiar”, dijo.
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua. Foto:AFP / INTI OCON
¿Cómo analiza lo que está ocurriendo en Nicaragua?
Lo que ha ocurrido en los últimos meses, desde el 20 de mayo, básicamente es una embestida para cerrar el espacio de la competencia política frente a las elecciones del 7 de noviembre. El contexto es que Nicaragua vive en estado policial desde hace tres años. Es decir, después de las protestas de abril (2018) que pusieron en crisis al régimen, y que ellos respondieron con una masacre que dejó más de 320 asesinados, miles de heridos, más 1.000 detenciones, centenares de presos y más de 100.000 exiliados, Nicaragua no volvió a la normalidad.
Ortega ha decidido cerrar el espacio político y vamos a ir a unas votaciones sin democracia. De manera que de seguir las cosas así, Ortega se va a reelegir el 7 de noviembre.
Lo que se impuso fue un Estado policial en el sentido literal. A finales del año pasado, el régimen aprobó cuatro leyes represivas que apuntaba claramente a eliminar a los potenciales competidores políticos. De manera que ya sabíamos que había una determinación de Ortega de no permitir elecciones justas ni transparentes ni tampoco competitivas. Lo que no sabíamos era cómo iban a implementar esas leyes hermanadas de la represión.
Hoy lo que vemos es una acción represiva de la Policía cobijada por leyes represivas y el resultado son líderes políticos, periodistas, empresarios, que están en la cárcel. Es decir, Ortega ha decidido cerrar el espacio político y vamos a ir a unas votaciones sin democracia. De manera que de seguir las cosas así, Ortega se va a reelegir el 7 de noviembre y la pregunta que todos nos tenemos que hacer es qué legitimidad tendrá ese gobierno en el año 2022.
¿Por qué a Ortega no le preocupan los llamados de la comunidad internacional?
Ortega no tiene salida. La salida sería facilitar una reforma electoral y elecciones libres, y eso es simplemente perder el poder. Ortega está determinado a atornillarse en el poder a cualquier costo. Yo no creo que se pueda persuadir a Ortega y a (su esposa Rosario) Murillo a cambiar el rumbo. Simplemente el entorno de su cúpula (ministros, generales, magistrados, diputados) van a enfrentar esa crisis de legitimidad. No creo que sea posible predecir de qué manera y cuándo va a entrar en crisis, pero yo dudo de su sostenibilidad, después de la reelección. Los costos que está dispuesto a imponer al país son altísimo y devastadores.
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega (d), y la vicepresidenta y su esposa, Rosario Murillo (i) Foto:Efe
La hija adoptiva de Ortega dijo en entrevista con AFP que él se jugará la vida por el poder. ¿Hasta dónde cree que va a llegar todo esto?
Ortega no tiene ninguna consideración patriótica, no es un estadista. Simplemente es un dictador que está enfrentando una crisis terminal y eso no quiere decir que va a cesar en cinco días o cinco meses, pero no tiene salida.
Lo que quiero decir es que los costos que está dispuestos imponerle al país son impredecibles. En Nicaragua ya hay una crisis de derechos humanos, una crisis humanitaria, hay una recesión económica que tiene más de tres años consecutivos y, sin embargo, ahí está Ortega, y no va a dejar el poder a menos de que haya una circunstancia extrema que lo obligue. Esto requiere de una conjunción de una presión nacional e internacional simultánea y muy fuerte. Ahora la presión nacional está tremendamente debilitada por la represión y el Estado policial. Nicaragua tiene un espíritu de unidad, pero no logra ejercer presión porque los líderes políticos están presos y la prensa está bajo persecución y en el exilio.
De manera que en este momento la presión externa se vuelve lo más importante. Pero no puede ser solo externa lo que va a abrir la ventana del cambio político. Tienen que recuperarse las libertades para que la gente pueda volver a protestar y salir a las calles y demandar una reforma. La salida tiene que ser política, cívica y constitucional. Nicaragua está fuera de cualquier consideración tanto de elementos de lucha armada como elementos de intervención externa.
Pero ese cambio parece complicado porque las mismas instituciones están bajo la influencia de Ortega...
Es que la salida es sin Ortega y sin Murillo. Se agotó el tiempo. Se agotó la posibilidad de una posible reforma política y electoral con Ortega y Murillo. Por lo tanto, de una u otra forma la presión nacional e internacional debe conducir a la salida de ellos para abrir el camino de esa sucesión o salida constitucional cívica a través de una reforma.
Algunos sandinistas también han sido detenidos en el país.
¿Cuándo se dio ese quiebre en el sandinismo?
La revolución sandinista tuvo un ciclo. Duró 10 años en el poder: de 1979 a 1990. El Frente Sandinista perdió el poder por la vía electoral, se desmontó el sistema revolucionario y se dio una transición. Hubo tres gobiernos después de eso. Ortega preservó el poder del frente sandinista pero entró en crisis y hubo un rompimiento de un sector importante de liderazgo sandinista.
Cuando Ortega regresó al poder en 2007, lo primero que hizo fue perseguir a ese movimiento renovador. Se lo despojó de su personería jurídica, pero no lo pudo exterminar nunca. Estoy hablando del movimiento que lideraba Dora María Téllez y posteriormente se sumaron Hugo Torres y Víctor Hugo Tinoco (hoy detenidos). Ortega no tiene el monopolio de la herencia del sandinismo y básicamente lo que representa Ortega es la privatización del sandinismo convertido ahora en una maquinaria política al servicio de una dictadura familiar.
De izq. a der. Sergio Ramírez, Daniel Ortega, Violeta Chamorro, Alfonso Robelo y Moises Hassan, los cinco de la Junta de Reconstrucción Nacional juran a los de su nuevo gabinete istrar el país en una conferencia de prensa el 25 de julio de 1979 en Managua, Nicaragua, días después del derrocamiento del régimen de Anastasio Somoza Foto:GETTY
¿Cómo está la relación entre Ortega y los militares?
La Institución que ha sido clave para mantener en el poder a Ortega durante la crisis que estalló en el 2018 fue la Policía. Que fue antes una Policía nacional y que se convirtió en un instrumento político, ideologizado, controlado por Ortega. Se convirtió en su pilar represivo. Al mismo tiempo, Ortega formó otro Ejército paramilitar, bandas paramilitares y organizadas. De acuerdo a la ley, no puede haber otro Ejército que no sea el nacional. Pero el Ejército Nacional también está cooptado por Ortega y nunca hizo nada por desmantelar al Ejército paramilitar.
De otro lado, el actual Jefe del Ejército, el general Julio César Avilés, ha sido electo por Ortega por varios periodos. Bajo el sistema actual, mientras el general Avilés esté en el Ejército no es viable que el Ejército pueda jugar un papel de estabilización en esta crisis. No se conoce por lo tanto que exista ninguna tendencia de cambio desde las fuerzas armadas en esta crisis política.
Otro de los sectores golpeados es el periodismo. Muchos comunicadores, usted incluido, se han visto perseguidos. ¿Cómo opera el régimen contra los periodistas?
Desde que Ortega llegó al poder fue muy agresivo contra los medios independientes. Sin embargo, había cierta tolerancia. El medio que yo dirijo hizo la primera denuncia de corrupción del Gobierno Ortega en el año 2007.
Nosotros fuimos objeto de un linchamiento en los medios oficiales donde me acusaron hasta de narcotraficante en una campaña de difamación. Cuando la gente salió a protestar y el régimen vio que el poder político se vio amenazado en ese momento el ataque contra la prensa se volvió mortal. Desde ese momento hubo asesinatos, agresiones físicas, censura de prensa.
En diciembre de ese 2018 asaltaron mi redacción, la redacción de El Confidencial y a un canal de televisión, sin ninguna orden judicial. Se llevaron todos los equipos. Ese fue el momento de mayor gravedad y por eso yo me exilié en los primeros meses de 2019 y seguí haciendo periodismo en Costa Rica. Regresé a finales de ese 2019, sin ninguna garantía, para reclamar mis derechos, y seguimos haciendo periodismo.
Ahora se produjo este segundo asalto (2021), el 20 de mayo la Policía vuelve y asalta mi redacción. Y la diferencia ahora es que además de las agresiones y las acciones de facto hay amenaza de aplicación como la ley del ciberdelito que tipificó como delito las llamadas falsas noticias, que se pueden penalizar con cárcel.
Por esa razón me volví a exiliar, porque después del asalto tenía información de que era inminente la posibilidad de ser detenido. La policía llegó a mi casa y yo ya no estaba. Era la única manera de preservar mi libertad. De manera que hay una determinación del régimen de callar a la prensa y a las fuentes informativas. Pese a esto en Nicaragua se sigue haciendo periodismo de calidad, que documenta la corrupción y que ha documentado violaciones a los derechos humanos y se sigue haciendo a pesar de esa situación.
¿Cómo ha sido su experiencia haciendo periodismo en el exilio?
Yo estoy haciendo periodismo porque no estoy preso y eso me da un enorme incentivo simplemente de hacer el mejor periodismo posible. Afortunadamente también hay un gran movimiento de solidaridad en Costa Rica, en España, y otros países. Gracias a la tecnología que nos permite trabajar de forma remota, podemos seguir reporteando. Yo produzco un diario digital y dos programas de televisión que están censurados en Nicaragua, pero que se difunden en Youtube y por Facebook. Toda nuestra producción es posible gracias a los canales de difusión de las redes sociales.
¿Cómo está su hermana Cristiana? ¿Qué ha podido saber de ella?
Cristiana está en aislamiento total, está bien y ha mantenido el derecho de tener visitas de sus hijos y familiares más cercanos. En el caso de mi hermana podemos decir que se encuentra bien física y anímicamente y lista para ejercer su defensa, pero en esa condición de aislamiento. Pero también hay otros 26 presos, están aislado y están en El Chipote; algunos llevan más de 36 días presos y nadie los ha visto. No han tenido o ni con un familiar ni abogado.