En Nagu, un pequeño pueblo en las montañas del suroeste de China, son ubicuas las señales de una vibrante comunidad musulmana. Bocinas reproducen pasajes de una traducción china del Corán. Escritura árabe decora el exterior de hogares.
Dominando todo eso está la Mezquita Najiaying, con un domo verde esmeralda y cuatro minaretes. Durante décadas, ha sido el orgullo de la minoría étnica musulmana hui que vive aquí.
El mes pasado, también fue escenario de una confrontación. La mañana del 27 de mayo, luego de que las autoridades entraron con grúas de construcción a la plazoleta de la mezquita, una multitud de residentes confrontó a los cientos de policías en equipo antimotines que habían sido desplegados para supervisar los trabajos. Al tiempo que los oficiales bloqueaban la mezquita y usaban gas pimienta, los residentes lanzaron botellas de agua y ladrillos.
Los choques inusuales muestran cómo un aspecto de la campaña del Partido Comunista de China para ejercer mayor control sobre la religión podría volverse más volátil.
Desde que el líder de China, Xi Jinping, ascendió al poder hace más de una década, el partido ha derribado iglesias cristianas, arrasado con enclaves budistas tibetanos y puesto a musulmanes uigures en campos de internamiento en nombre de la seguridad política.
Sin embargo, también ha ido en contra de grupos menos conocidos, como los hui, que componen menos del 1 por ciento de la población e históricamente se han asimilado bien con la mayoría étnica han.
El partido ha cerrado, demolido o rediseñado a la fuerza mezquitas en enclaves hui, condenando rasgos arquitectónicos árabes, como domos y minaretes, como prueba de influencia extranjera indeseada sobre el Islam.
La mezquita en Nagu y otra de gran tamaño en el pueblo cercano de Shadian figuran entre las últimas mezquitas importantes con esa arquitectura en China. Pero cuando los funcionarios locales anunciaron planes para retirar sus domos y rehacer sus minaretes, la gente en Nagu se resistió.
“Este techo representa nuestro respeto y libertad”, dijo Na, un residente de unos 35 años, quien pidió ser identificado sólo por su apellido por temor a represalias del Gobierno. “Lo escogimos libremente por nosotros mismos en ese entonces”.
La llamada campaña de sinización para eliminar rasgos árabes llegó a Nagu en el 2021. Funcionarios gubernamentales empezaron a visitar hogares para persuadir a los residentes de apoyar cambios a la mezquita. Un anuncio espectacular en el pueblo muestra un render del plan: sin domos y los minaretes decorados con gradas tipo pagoda. Los funcionarios también han ido de puerta en puerta en Shadian.
En los días tras el choque, los residentes en Nagu entraban y salían de la mezquita, pero la seguridad se mantenía estricta, con un dron sobrevolando.
“Por supuesto, el Corán provino de Arabia Saudita, pero tras llegar a China, se debe adaptar”, dijo Li Heng, un funcionario de la oficina local de asuntos étnicos y religiosos. Insistió que los oficiales no estaban interfiriendo con la libertad religiosa, y que el plan seguiría adelante sólo con el consentimiento de los residentes locales.
En Nagu, la demolición en la mezquita probablemente era inevitable, dijo Na. Pero esperaba que se les permitiera a los residentes aferrarse a otras libertades. Para él, eso incluía el derecho de inculcar su fe a sus hijos.
VIVIAN WANG
THE NEW YORK TIMES
BBC-NEWS-SRC: http://www.nytsyn.com/subscribed/stories/6771024, IMPORTING DATE: 2023-06-21 20:50:07