Mis compañeras reclusas y yo estábamos reunidas en el pabellón femenil de la prisión Evin en Teherán una noche cuando vimos un reportaje televisivo sobre la muerte de Mahsa Amini. El 16 de septiembre se cumplió un año de su muerte bajo custodia de la policía moral de Irán por presuntamente no usar un hiyab adecuado. Su muerte desató un levantamiento inmediato y generalizado, liderado por mujeres, que sacudió al País.
En el pabellón femenil estábamos llenas de dolor —y rabia. Utilizamos nuestras breves llamadas telefónicas para recopilar información. Por la noche nos reuníamos para intercambiar las noticias que habíamos oído. Estábamos atrapadas, pero hicimos lo que pudimos para alzar nuestra voz contra el régimen. La ira alcanzó su punto máximo unas semanas más tarde, cuando un incendio arrasó parte de Evin el 15 de octubre. Coreamos “Muerte a la República Islámica” entre los disparos de las fuerzas de seguridad, explosiones y llamas. Al menos ocho personas murieron.
Miles de personas que protestaban por la muerte de Amini fueron arrestadas en los meses posteriores. A medida que se acercaba el aniversario de su muerte, los líderes de Irán trabajaron arduamente para reprimir la disidencia. He estado encarcelada en Evin tres veces desde el 2012 por mi labor como defensora de los derechos humanos, pero nunca había visto tantas nuevas isiones en el pabellón femenil como en los últimos cinco meses.
También se llenaron otras salas femeniles. A través de amigas en la prisión Qarchak, al sureste de Teherán, me enteré de que allí había unas mil 400 reclusas nuevas. Otras mujeres han sido enviadas a pabellones de alta seguridad, incluyendo la Sección 209 de Evin, istrada por el Ministerio de Inteligencia. Una detenida que fue trasladada a Evin desde la prisión de Adelabad en Shiraz nos habló de cientos de nuevas detenidas en Adelabad.
Lo que quizás el Gobierno no entienda es que mientras más nos encierren, más fuertes nos volvemos.
La moral entre las reclusas nuevas es alta. Algunas hablaron con extraña facilidad sobre escribir sus testamentos antes de salir a las calles a pedir un cambio. Todas ellas, sin importar cómo fueron arrestadas, tenían una demanda: deponer al régimen de la República Islámica.
Durante los últimos meses, conocí a muchas prisioneras que habían sido golpeadas, sufrido huesos rotos y que habían sido agredidas sexualmente. He hecho todo lo posible para documentar y compartir esa información.
Aún así, seguimos alzando la voz. Las instituciones judiciales y de seguridad han tratado de intimidarnos y silenciarnos eliminando nuestras llamadas telefónicas y reuniones semanales con familiares, o presentando nuevos casos judiciales en nuestra contra. En los últimos siete meses, han abierto seis nuevos casos penales por mis actividades de derechos humanos en prisión y han añadido dos años y tres meses a mi sentencia, que ahora es de 10 años y nueve meses.
Empecé a hacer campaña en Irán hace 32 años, cuando era estudiante. Mi objetivo en aquel entonces era luchar contra la tiranía religiosa, que junto con la tradición y las costumbres sociales ha llevado a una profunda represión de las mujeres en este País. Ese sigue siendo mi objetivo. Ahora, al ver los esfuerzos innovadores de las mujeres jóvenes y las niñas durante este movimiento revolucionario, siento que mis sueños y objetivos feministas están más cerca de hacerse realidad.
En el pasado, antes de la muerte de Amini, había escuchado algunos relatos de agresiones sexuales contra mujeres dentro de las cárceles de mujeres, pero nunca había presenciado personalmente tantas palizas y heridas que amenazaban la vida, ni me había topado con historias de agresiones y acoso sexual de esta magnitud.
El régimen parece estar propagando intencionadamente una cultura de violencia contra las mujeres. Sin embargo, no podrá intimidarlas ni frenarlas. Las mujeres no se rendirán.
Nos impulsa una voluntad de sobrevivir, ya sea que estemos dentro o fuera de la prisión. Nuestra lucha continuará hasta el día en que la luz se apodere de la oscuridad y el sol de la libertad abrace al pueblo iraní.
Por: inteligencia/Narges Mohammadi
The New York Times
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