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El país en donde se sospecha que los mimos espían a los ciudadanos

En Pakistán se sospecha que las agencias nacionales de inteligencia están detrás de todo, incluso de los artistas callejeros. 

En Islamabad, la gente en general asume que está siendo vigilada, y con frecuencia acoge teorías de conspiración.

En Islamabad, la gente en general asume que está siendo vigilada, y con frecuencia acoge teorías de conspiración. Foto: Saiyna Bashir para The New York Times

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Los artistas callejeros aparecieron por primera vez hace unos años en las concurridas intersecciones de Islamabad. Cubiertos de pies a cabeza en pintura dorada, permanecían perfectamente quietos, apoyados en bastones relucientes y abriendo sus sombreros de copa. Algunos esbozaban una sonrisa o asentían lentamente al recibir propinas de los transeúntes.
Quizás en otro lugar los mimos pasarían desapercibidos. Pero en Pakistán, las cosas bajo el Estado de seguridad a menudo no son tan simples como parecen. Así que a medida que creció el número de artistas dorados, también creció la intriga en torno a ellos. ¿Podrían ser informantes de la agencia de inteligencia del País? ¿Vigías de políticos poderosos? ¿Espías para la CIA?
“En cualquier otro país, si ves a un mendigo, está claro que es un mendigo”, dijo Habib Kareem, de 26 años, abogado en Islamabad, la capital. “Pero aquí ves a un mendigo y piensas: ‘Trabaja para ellos’”, añadió, refiriéndose a los poderosos servicios de inteligencia de Pakistán.
En Pakistán, donde la mano de los servicios de seguridad es vista en todas partes, las teorías de conspiración tienen décadas de ser acogidas. Ahora, los “hombres dorados” se han convertido en otra teoría de conspiración.
La sospecha se ha vuelto tan común que cuentos descabellados echan raíz después de casi todo evento noticioso. En el 2010, la gente afirmó que las inundaciones catastróficas habían sido causadas por tecnología controladora del clima de la CIA. Los medios también afirmaron que un “grupo de expertos” estadounidense estaba detrás del fallido atentado con coche bomba perpetrado por un paquistaní estadounidense en Times Square de Nueva York ese año.
Aqsa Batool, de 24 años, que estaba sentada en un café al aire libre en Islamabad, dijo que desconfiaba de los hombres dorados, pero que no estaba segura de si trabajaban para una agencia de inteligencia, como el principal servicio de espionaje: ISI, la Inteligencia Interservicios. Por un lado, los artistas callejeros no podían escuchar furtivamente al estar parados en una intersección concurrida, reflexionó. Pero podrían monitorear los autos que pasaban.
Como ocurre con muchas teorías de conspiración, las sospechas surgieron de granitos de verdad. En Pakistán, los agentes de inteligencia ocasionalmente siguen a personas de interés, a veces abiertamente (y en ocasiones hasta ofrecen un saludo amistoso desde sus autos). Los conductores de viajes compartidos a veces iten que los servicios de inteligencia les pagan.
Uno de los hombres dorados, Mustaq Ahmed, de 53 años, alguna vez vendió paraguas al costado del camino, pero se convirtió en mimo hace tres años después de escuchar a otro hombre dorado decir que ganaba hasta 8 mil rupias paquistaníes —casi 30 dólares— diarios. Era más de cinco veces lo que ganaba Ahmed.
Ese dinero ha disminuido recientemente a medida que ha disminuido la novedad de los hombres dorados, dijo. Cuando se le preguntó si alguna vez complementaría sus ingresos con un pequeño encargo adicional para las agencias de inteligencia, respondió de inmediato: “No, no, no”.
¿Había alguna posibilidad de que otros hombres dorados ganaran unos dólares extra así?
“Tal vez”, dijo encogiéndose de hombros. “Es Pakistán”.

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