En abril, durante su presentación encabezando el cartel en Coachella, Harry Styles invitó a una invitada sorpresa, Shania Twain, al escenario para cantar un dueto elegido provocativamente: “Hombre, me siento como una mujer”.
Vestido en un unitardo escotado con lentejuelas plateadas, Styles se pavoneaba, giraba y cantaba la letra del sugestivo himno. “Esta señora me enseñó a cantar”, le dijo a la estridente multitud de más de 100 mil personas cuando terminó la canción. “También me enseñó que los hombres son basura”.
Es difícil imaginar al predecesor generacional de Styles, Justin Timberlake, jugando tanto con los roles de género. Eso se debe en parte a que acogió el hip-hop y el R&B -géneros en los que esa experimentación a menudo es menos bienvenida. Pero también se debe a que están evolucionando las expectativas de lo que puede ser una estrella pop masculina. En el 2022, Styles, Bad Bunny y Jack Harlow lograron el éxito mientras desafiaban la masculinidad de la vieja escuela.
Styles y Harlow parecen astutamente conscientes de cómo posicionarse como rompecorazones cuando ser un hombre —especialmente uno heterosexual y blanco— puede parecer un campo minado de posibles pasos en falso. Y Bad Bunny hizo trizas el libro de reglas de la estrella del pop en inglés. La superestrella puertorriqueña, cuyo éxito veraniego “Un Verano Sin Ti” pasó más semanas en la cima de la lista de Billboard que cualquier otro álbum el año pasado, ha rechazado los confines del machismo, adoptando la moda de género fluido e incluso besándose con uno de sus bailarines en los MTV Video Music Awards —decisiones que tienen un peso adicional considerando sus raíces en el reguetón, un género que se ha apoyado en la heteronormatividad.
Styles también ha ganado iradores al tratar su presentación de género como una especie de patio de recreo, ya sea que eso signifique usar un vestido en la portada de “Vogue”, negarse a etiquetar su sexualidad o su muy publicitada relación con la directora Olivia Wilde, quien es 10 años mayor que él. Nada de eso ha sido malo para el negocio: su “As It Was” fue el número 1 de Billboard con el reinado más largo en el 2022 y, a nivel mundial, la canción más reproducida de Spotify.
Harlow y Styles glorifican a la escucha femenina. En cierto sentido, esto es progreso. Considere que el éxito de Timberlake involucró el vilipendio de Britney Spears, o que un dominio hiperheterosexual de pantomima sobre Janet Jackson no tuvo efecto en la trayectoria de él, pero casi acabó con la de ella.
En “Part of the Band”, un sencillo prolijo y taciturno lanzado el año pasado por la banda británica The 1975, Matty Healy imagina un fragmento de charla entre dos mujeres jóvenes: "Me gustan mis hombres como me gusta mi café/Lleno de leche de soya y tan dulce que no ofenderá a nadie". La implicación es que él definitivamente no es uno de esos hombres, y de hecho es difícil imaginar pasar las 11 pistas de “Being Funny in a Foreign Language” sin sentir pena ajena por algo que dice. (Un ejemplo: “Pensé que estábamos peleando, pero parece que te estaba jugando el dedo en la boca”).
Pero en las reflexiones de Healy, hay algo que falta en la música de Harlow o de Styles: un monólogo interno activo sobre lo que significa ser un hombre en este momento. “¿Soy el blanco de mi chiste? ¿O sólo soy un tipo flaco y normal que llama imaginación a su ego?”, se pregunta más tarde en “Part of the Band”.
Siente pena ajena si quieres. Healy es lo suficientemente hombre como para dejar la pregunta en el aire.
Por: Lindsay
Zoladz
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