El Presidente Vladimir V. Putin es conocido por su estricto control sobre los medios de comunicación en Rusia. Su antiguo aliado, Yevgeny V. Prigozhin, el fundador del grupo militar Wagner, es dueño de un medio de comunicación conservador y es un extravagante showman en las redes sociales.
Pero fue una figura poco probable la que emergió con una victoria en relaciones públicas después del motín de Prigozhin: Aleksandr G. Lukashenko, el dictador de Bielorrusia, el país vecino que está firmemente en la órbita de Moscú.
Lukashenko es visto en gran medida como el sátrapa dócil del Kremlin. Pero el 25 de junio, se atribuyó el mérito de negociar un acuerdo entre Putin y Prigozhin, evitando un escenario que Putin había comparado con la guerra civil que siguió a la Revolución de 1917.
Ahora Lukashenko, un paria internacional, está tratando de usar la victoria en relaciones públicas para pulir sus credenciales como estadista creíble, mediador y, sobre todo, aliado leal de Putin.
Mientras crecían los temores sobre un posible enfrentamiento entre los soldados rusos y las tropas de Wagner, que estaban a 200 kilómetros de Moscú, el servicio de prensa de Lukashenko emitió un anuncio el 24 de junio diciendo que había encontrado “una opción absolutamente rentable y aceptable para resolver la situación”.
Poco después, Prigozhin anunció que una columna de sus combatientes que había cabalgado unos 800 kilómetros desde el sur de Rusia daba marcha atrás.
Como parte del acuerdo, se retiraría un caso penal contra Prigozhin por organizar una insurrección armada, las tropas de Wagner no enfrentarían cargos y Prigozhin se iría de Rusia a Bielorrusia, dijo el portavoz del Kremlin.
Se sigue desconociendo qué promesas, si es que alguna, se hicieron en nombre del Kremlin, Wagner o Lukashenko. Pero los medios controlados por el Estado de Lukashenko rápidamente se pusieron en marcha para retratar sus esfuerzos como estadista.
Putin “estaba escéptico sobre la posibilidad de negociaciones y dudaba de que Yevgeny Prigozhin contestara el teléfono, pues no hablaba con nadie”, dijo Vadim Gigin, un propagandista del Gobierno bielorruso, a los medios pro Kremlin el 25 de junio. Pero Putin accedió, y cuando “el Presidente de Bielorrusia llamó, Yevgeny Prigozhin contestó de inmediato”, dijo Gigin.
Los medios de comunicación bielorrusos han estado pregonando el papel de Lukashenko como intermediario del poder, un cambio de roles poco común en un momento en que se ha vuelto abrumadoramente dependiente de Rusia.
“Putin perdió porque demostró lo débil que es su sistema, que puede ser desafiado tan fácilmente”, dijo Pavel Slunkin, ex diplomático bielorruso. “Prigozhin desafió, atacó, fue tan audaz y luego se retiró, luciendo como un perdedor. Sólo Lukashenko ganó puntos —primero a los ojos de Putin, a los ojos de la comunidad internacional como mediador o negociador, y como posible garante del acuerdo”.
Lukashenko se ha mantenido en el poder durante 29 años, pero ha permitido cada vez más que Bielorrusia se convierta en un Estado vasallo de Rusia, particularmente después de obtener el respaldo de Moscú en el 2020, cuando aplastó violentamente un movimiento democrático que retaba su afirmación de que había ganado unas elecciones abrumadoramente.
Dependiente de Moscú no sólo para el apoyo político sino también para la viabilidad económica, Bielorrusia permitió que Putin lo usara como escenario para su invasión de Ucrania en febrero del 2022 y como sitio de almacenamiento de armas nucleares tácticas. También surgieron detalles de que Bielorrusia ha participado en la práctica de Rusia de sacar a niños de los territorios ocupados por Rusia en Ucrania y llevarlos a “campamentos de verano”.
Los líderes de la Oposición creen que las ambiciones de Putin no se limitan a Ucrania y que con el tiempo intentará fortalecer su control sobre Bielorrusia. Dmitri Avosha, fundador del sitio web bielorruso Tribuna, dijo que con la reportada mediación de Lukashenko en la crisis de Wagner, quizás espere recuperar parte de su soberanía en rápida erosión y atajar los temores bielorrusos de ser engullidos por Rusia.
Por mucho que haya cambiado el equilibrio de poder entre Lukashenko y Putin, ambos aún se necesitan mutuamente para permanecer en el poder. “No pueden vivir el uno sin el otro”, dijo Pavel Latushka, ex diplomático y Ministro bielorruso ahora en el exilio. “Es un cuerpo, dos cabezas. La caída de uno significa la muerte política del otro”.
Por: Valerie Hopkins
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