Desde los primeros días del ascenso de Donald J. Trump, muchos observadores han estado esperando el escándalo, la acusación o la metida de pata que pondría fin a su trayectoria política y la caótica era Trump de la política estadounidense.
La acción legal más reciente contra Trump, acusándolo de conspiraciones para anular una elección legítima, puede llevar a Estados Unidos a territorio desconocido, pero otros países han vivido esto —y ofrecen algunas lecciones. La acusación puede ser sólo una señal en medio de un periodo más prolongado de polarización, instituciones debilitadas y crisis políticas en EU.
Las historias recientes de otros países sugieren que las denuncias de irregularidades graves por parte de los líderes también son un síntoma de problemas mucho más profundos. Aunque es posible que los enjuiciamientos no aborden los problemas más grandes, pueden ayudar a preservar un pilar de la democracia: el estado de derecho. Pero eso rara vez es suficiente.
Durante gran parte de la historia moderna, las cosas han transcurrido así: un político viola leyes o normas importantes. El público se entera y crece el escándalo. Entonces el político se ve obligado a renunciar. Por ejemplo, el Presidente Richard M. Nixon dimitió bajo la amenaza de juicio político, al surgir evidencia de su papel en el escándalo de Watergate.
Pero ese proceso dependía de que los partidos políticos fueran lo suficientemente fuertes y disciplinados para expulsar a los políticos.
En el siglo 21, los partidos son mucho más débiles. Con Internet y las redes sociales, los políticos pueden hablar directamente con los electores, dejando a los partidos con mucha menos influencia sobre el comportamiento de los políticos, dijo Steve Levitsky, politólogo de la Universidad de Harvard y coautor del libro “Cómo Mueren las Democracias”. Eso es particularmente cierto en sistemas con elecciones directas, como EU, donde los partidos ya tenían menos poder que en las democracias parlamentarias.
Por lo tanto, ya no es tan probable que violar los tabúes termine con una trayectoria —hasta puede impulsarla. En el caso de políticos carismáticos con una inclinación populista como Trump, Jair Bolsonaro de Brasil, Narendra Modi de India y Silvio Berlusconi de Italia, ofender al establishment ha sido visto como evidencia de independencia y valentía para enfrentar a las élites.
Eso podría ayudar a explicar por qué Trump sigue siendo tan popular entre muchos electores. Una encuesta reciente de Times/Siena encontró que él y el Presidente Joseph R. Biden Jr. están efectivamente empatados.
Los fiscales independientes pueden ser un control importante para los abusos de poder. Pero los enjuiciamientos también pueden prolongar o incluso empeorar las crisis políticas.
En sistemas políticos altamente polarizados, los políticos acusados pueden retratar los juicios como intentos por frustrar la voluntad del pueblo. Eso puede socavar la fe en los tribunales y el sistema político, lo que puede utilizarse para justificar los intentos de interferir en ellos, alimentando nuevos ciclos de crisis política o incluso de violencia.
A principios de los 90, la investigación “manos limpias” de Italia reveló una amplia corrupción que afectaba a las empresas, las obras públicas y la política, y descubrió que los principales partidos políticos se financiaban en gran medida con sobornos. Los partidos establecidos de Italia colapsaron.
Pero los enjuiciamientos se convirtieron en parte de una secuencia más larga y más grande de crisis políticas.
“El sistema de partidos que fue el ancla del régimen democrático en el periodo de posguerra básicamente se derrumbó”, me dijo Ken Roberts, politólogo en la Universidad de Cornell, en Ithaca, Nueva York. “Con lo que terminas es un vacío político que es llenado por un externo populista en Berlusconi”.
Berlusconi terminó enfrentando cargos criminales. También se convirtió en el líder dominante de Italia durante 30 años.
Amanda Taub
The New York Times
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