Más que un ensayo autobiográfico, lo llamaría un ensayo íntimo. Se trata de Apegos feroces, de la escritora norteamericana Vivian Gornik (1935), donde la exuberancia narrativa va ligada al espíritu reflexivo. Como afirma Jonathan Lethem, “Gornik derriba a su reparto y también se derriba a sí misma”. La intensidad con que desnuda a sus personajes está a la altura de su propio exorcismo. El hilo argumental es la relación con su madre, desde la infancia hasta que ella tiene cuarenta años, en la calle, en el hogar, especialmente en la cocina, que oficia como fogón del mundo. El paso del pasado al presente, y viceversa, propicia una estructura brillante. Vamos a donde la Gornik quiere que vayamos.
Su madre es judía y comunista, y el vecindario del Bronx está conformado por mujeres astutas, lascivas, iletradas y sometidas, que convertían el cotilleo casi en una información científica. La convivencia con la madre es visceral, se odian y se aman, depende de la visión que tengan sobre aspectos de la existencia. Feminista canónica, más basada en la experiencia que en la teoría, el relato en primera persona de la Gornik es realizado con maestría desde una perspectiva de género. Allí conocemos a la señora Kerner, una narradora excepcional; a la tía Sarah y la señora Zimmernan, que consideraban el matrimonio un sufrimiento; a la extraña y sensual Nettie, una pelirroja con rasgos de Greta Garbo, que casi seduce eróticamente a la protagonista cuando tenía doce años.
La muerte del padre, un hombre invisible, desestabiliza a la familia, pues en el funeral la madre intentó treparse al féretro. “Era como si hubiera vivido con papá para prepararse para ese momento”, dice con sarcasmo la narradora. Se murió el amor de su vida, un fantasma que dejó un territorio vacío. La Gornik estudia literatura y se casa con un pintor, idilio que dura seis años. Luego, tiene un amante seis meses, personaje que comienza a delirar y se transforma en un judío ortodoxo. Se junta con un sindicalista casado de sesenta años y así la vida curte su carácter de mujer libre. Una psicología de mujeres y hombres, que expresan lo más miserable y dichoso del ser.
Ya en la vejez de la madre y la madurez de ella, se sientan en silencio, juntas “escrutan la oscuridad de toda esa vida perdida”. Queda algo más, algo terrible, la hija no sabe qué es ante los ojos de la madre.
ALFONSO CARVAJAL