Talento, belleza y un ansia de libertad sin límites resumen la vida de Teresa Wilms Montt; esos fueron los sostenes de su tragedia. De origen aristocrático, nació en Viña del Mar en 1893. Allá en una provincia del mundo, empezó su loca y meteórica existencia. Muy precoz, sus primeras letras las escribe en francés, donde en tercera persona se describe a sí misma: “Teresa es una niña extraña, tanto física como moralmente. Su pelo espeso es a la vez ceniciento y dorado. Forma una coraza protectora para su cuerpecito, fuerte y flexible, como un arco tendido”.
Todo en su vida es muy rápido, hasta su muerte. A los 16 años se enamora y se casa con un mediocre hombre burgués, un borrachín, que no resiste la fuerza sin horizontes que la cobijaba. De ese matrimonio le quedan dos hijas y ser expulsada de la casa materna. En los entretelones de esa relación tóxica, se cuece un efímero amorío con un primo de su marido y conoce la lucha de la emancipación de la mujer.
Considerada descarriada y algo excéntrica, en 1915 es ingresada a la fuerza al convento de la Preciosa Sangre. Allí, entre bordados y pensamientos que no van “todos dirigidos al cielo”, permanece seis meses hasta que en compañía de su amigo, el poeta Vicente Huidobro, disfrazado de sacerdote, huye hacia Buenos Aires. Allí publica ‘Inquietudes sentimentales’, que fue reeditado rápidamente, y ‘Los tres cantos’. En Argentina se hace escritora y luego de una extraña relación platónica con el poeta Horacio Ramos Mejía, al que le escribe: “... tu boca un capullo sangriento, repleto de blancas, relucientes semillas”, este se cortó las venas en el otoño de 1917.
El amor por el arte le da una supervivencia feroz. Viaja en barco a Nueva York, e intenta lanzarse al mar para acabar su atormentada travesía; alguien la salva... Quiere alistarse en la Cruz Roja para ayudar en la Primera Guerra Mundial, pero fracasa. Salta a Europa, primero a Madrid, donde la bohemia la hunde a plenitud. Conoce a Unamuno y a Valle Inclán, quien la hizo personaje en ‘Sonata de primavera’, “la Niña Chole”. La diseñadora editorial, Macarena Valdés, revitaliza su memoria: “A pesar de nacer cien años antes que nosotras, nos abrió el camino a las que hemos querido soñar en grande”. Se creyó una Magdalena moderna con sus pecados empapados de champaña y en París, hastiada de tristeza, bebe unos tragos de Veronal y muere el 24 de diciembre de 1921.
ALFONSO CARVAJAL