Terminó octubre y tristemente pude constatar desde Chingaza que no se cumplió la meta de llegar al 70 por ciento del embalse de Chuza prevista por el alcalde Carlos Fernando Galán con el racionamiento. El nivel llega a menos de la mitad, tan solo al 44 por ciento. Con este escenario surge la pregunta: ¿qué pasará con el agua en Bogotá el próximo año?
La ciudad se abastece de tres sistemas, Norte, Sur y Chingaza, los que han enfrentado los niveles más bajos en décadas, con sequías y falta de lluvia, alertadas desde hace al menos 20 años por el Ideam y, recientemente, por la misma gente que habita cerca de los embalses.
Claro, ha llovido en Bogotá, sin embargo, en octubre, la capacidad almacenada del sistema disminuyó casi un 1 por ciento, cuando se suponía que habría fuertes lluvias. Se prevé que llueva en noviembre y diciembre, pero llega la temporada seca y el panorama se torna incierto y preocupante.
Recientemente, el Presidente dijo que se acabaría el agua de Chingaza en 2025 y lo criticaron, pero antes del racionamiento el alcalde y la gerente del Acueducto dijeron lo mismo y nadie reclamó. Al respecto, estudios científicos proyectan menos lluvias en el páramo y más en Cundinamarca, con lo cual incrementarán las inundaciones y disminuirá el abastecimiento, poniendo en riesgo la disponibilidad hídrica y la seguridad alimentaria de la capital y la Sabana.
No obstante, el problema no solo es en los embalses. Los páramos, los cuerpos de agua de Bogotá —humedales, quebradas y ríos—, así como las reservas y tierras fértiles de la Sabana, enfrentan presiones como la contaminación, la urbanización y la explotación indiscriminada del recurso, entre otras amenazas.
No podemos seguir ignorando las advertencias de los expertos y las necesidades de los ecosistemas.
A pesar de las advertencias y los informes que demuestran lo anterior, las sucesivas alcaldías las ignoraron y no tomaron acciones para proteger el agua y prevenir los efectos del cambio climático. El modelo de ciudad pavimentada, llena de bolardos y sin árboles que promovió Enrique Peñalosa poco y nada fue contenido por Claudia López, no obstante sus promesas de reverdecer la ciudad.
Germán Vargas Lleras, por su parte, ha señalado a Gustavo Petro como responsable del agotamiento del agua en Bogotá, por haber desistido de construir Chingaza II en 2012. Sin embargo, cuando este fue alcalde promovió la protección de los páramos, recolectar aguas lluvias y avanzar en el ordenamiento territorial alrededor del agua, mientras el entonces ministro de Vivienda, hoy precandidato, abogó por la venta de agua en bloque, la cual se ha más que cuadruplicado en los últimos 15 años, fomentando la urbanización indiscriminada de la Sabana.
Hoy, la propuesta de abastecimiento del alcalde Galán es extraer agua subterránea. No, la solución no puede ser seguir exprimiendo los páramos ni agotar el subsuelo para mantener un modelo insostenible de ciudad. Es urgente una nueva gestión del agua para Bogotá.
Ha quedado demostrado que los embalses no se llenan con racionamiento ni con multas, y que para recuperar el de Chuza se necesitan al menos tres años. La crisis del agua en Bogotá debe ser abordada poniendo el derecho y la protección de la naturaleza por sobre los intereses económicos. Una respuesta debe tener componentes de conservación y restauración de ecosistemas, más una estrategia de adaptación climática integral. Además, urgen sistemas de recolección de aguas lluvias, campañas de ahorro, arborizar la ciudad, descontaminar los ríos de la Sabana y recuperar los "ríos voladores".
Alcalde, no podemos seguir ignorando las advertencias de los expertos y las necesidades de los ecosistemas. Lo esperamos en la Comisión Primera del Senado para que le cuente a la ciudadanía sus estrategias. La ciudad necesita avanzar hacia la sostenibilidad y la justicia hídrica, si no, más temprano que tarde tendremos una #BogotáSinAgua.
* Senadora por el Pacto Histórico