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Estados Unidos, a la deriva

Esta carencia de rigurosidad ha llevado a grandes improvisaciones en las relaciones internacionales.

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Después de leer la excelente Historia mínima de Colombia, en la cual Jorge Orlando Melo hace un recorrido muy bien logrado de su desarrollo, leí la Historia mínima de Estados Unidos, de Erika Pani, profesora del Colegio de México, donde describe: “El pasado, el presente y el futuro de un país... que llegó a ser la potencia hegemónica del mundo”.
The New York Times público recientemente los resultados de una encuesta en Estados Unidos, según la cual los tres presidentes de esa nación más irados eran Abraham Lincoln, Thomas Jefferson y Franklin Delano Roosevelt, quienes habían liderado el país en la Guerra Civil, en la consolidación de la independencia y en la Segunda Guerra Mundial. Comparé a estos presidentes con Donald Trump y pensé, con nostalgia, cómo ese liderazgo e institucionalidad, adquiridos durante muchos años, se pudieran ver muy debilitados por las sorpresivas actuaciones de este último.
La primera consideración está ligada a la falta de preparación del mandatario para asumir el exigente cargo. Un hombre de negocios que dice haber sido muy exitoso, pero cuyo patrimonio actual es menor que el recibido de su padre. Una persona que desde la campaña presidencial utilizó lenguaje altamente inadecuado y, en muchas ocasiones, ofensivo para referirse a sus competidores, como su constante referencia a la “torcida Hillary”. Y cuyos muy frecuentes tuits son, en ocasiones, destructivos y faltos de coherencia.
Cuando los medios de comunicación hacen unos seguimientos constantes de las falsedades que trasmiten sus mensajes, el presidente Trump argumenta que son noticias falsas (fake news). Como si fuera poco, su vida personal revela relaciones personales con mujeres, a quienes su abogado u hombres de negocios les pagan cuantiosas sumas para comprar su silencio.
Los nombramientos de sus colaboradores revelan una falta de rigurosidad en la selección que ha llevado a que cinco del gabinete de Trump y quince colaboradores de la Casa Blanca hayan sido despedidos o hayan renunciado a sus cargos en sus 17 meses de gobierno.
Uno de ellos desempeñó funciones durante apenas diez días. Esta carencia de rigurosidad ha llevado también a grandes improvisaciones en las relaciones internacionales, con las cuales se ha distanciado de sus aliados y no ha logrado acercamientos con sus adversarios.
Estos factores adquieren mayor importancia con la iniciación equivocada e inhumana de la campaña en contra de los inmigrantes, en un país que tradicionalmente los había acogido y ha sido construido con su valioso aporte.
Adicionalmente, Trump ha comenzado una guerra comercial que podría ocasionar disrupciones importantes no solo en la economía norteamericana, sino en la mundial. La renuncia reciente del magistrado de la Corte Suprema de Justicia Anthony Kennedy le ha ofrecido la oportunidad de nominar en su remplazo a Brett Kavanaugh, quien podría afectar desfavorablemente las sentencias futuras de la Corte.
Todo esto hace que sea muy sorprendente que buena parte de la opinión pública norteamericana, principalmente del Partido Republicano, lo siga apoyando. Llama la atención que ese valioso esquema de “pesos y contrapesos” que tiene el Gobierno norteamericano, aplicado exitosamente en ocasiones anteriores, haya sido ineficaz para controlar estos excesos.
De ahí la importancia de una reacción decidida del pueblo norteamericano en las elecciones de noviembre, totales de la Cámara de Representantes y parciales del Senado, para buscar un equilibrio de poderes y una recuperación de la gobernabilidad.
CARLOS ANGULO GALVIS

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