Los colombianos no estamos acostumbrados a mirar hacia adelante, a explorar lo que el futuro puede depararnos, a prever los obstáculos que se atraviesan en la búsqueda de una sociedad con mayores niveles de bienestar y mejor calidad de vida para todos los ciudadanos. Las angustias del presente y los conflictos del pasado nos bloquean la visión del futuro.
La pandemia debería obligarnos a cambiar una actitud tan enraizada en nuestro comportamiento social. El mundo no volverá a ser el de antes. Una encuesta realizada en 27 países mostró, además, que el 88 por ciento de los colombianos adultos prefieren que su vida sea distinta, en lugar de volver a la de antes de la pandemia, y el 94 por ciento desearía “ver un cambio significativo en el mundo, y volverse más sostenible y equitativo, en lugar del statu quo anterior” (Ipsos-Foro Económico Mundial). La conclusión es clara: o cambiamos a las buenas o nos cambian a las malas.
A lo anterior se suma el hecho de que nos espera un período incierto de transición hacia la pos-pandemia. El análisis del economista Olivier Blanchard, incluido en este mes en la octava edición de su libro Macroeconomía, establece dos fases en la continuación de la crisis: la de prevacuna y la de posvacuna.
En la primera se presenta una reactivación porque los negocios que no se liquidaron durante la cuarentena se reabren y una parte de quienes habían dejado de trabajar vuelve a emplearse. Un efecto mecánico que, sin embargo, no adquiriría un dinamismo importante hasta que no se vacune a la mayoría de la población. Durante este lapso, muchas empresas podrían desaparecer agobiadas por sus deudas o enfrentar dificultades para financiarse e invertir. El Estado, por tanto, tendría que apoyar su sobrevivencia y la generación de empleos, especialmente a aquellas que, en la posvacuna, serían nuevamente viables. El caso evidente es el de los hoteles, las aerolíneas y los restaurantes.
La política fiscal y la monetaria continuarán siendo fundamentales en esta etapa. Será un período muy crítico y, forzosamente, de bajo crecimiento de la economía. ¿Qué tan largo? Al menos dos años. Aunque la nueva economista-jefa del Banco Mundial, Carmen Reinhart, considera que para la recuperación plena del PIB per cápita “faltan al menos cinco años”.
La economía de la posvacuna traerá otros desafíos. Las formas de vida de buena parte de la población serán diferentes. Cambiarán tanto la estructura de la economía y del empleo como las costumbres de trabajo, de localización y de transporte. Los países tendrán que pagar sus deudas para lo cual van a requerir nuevos recursos tributarios y enfocar el gasto público, después de la explosión de estos años. Un entorno internacional favorable a países emergentes, como Colombia, será clave para que una economía remodelada crezca a tasas altas y beneficie a la población. Este panorama implica prepararnos ahora, de la mejor forma posible, para enfrentar los años que vienen.
La idea de que en 2022 regresaríamos a una cierta normalidad es fantasiosa. Habrá que reprogramar la senda económica y replantear las políticas públicas incorporando la realización de las reformas de las cuales se ha venido hablando –la laboral, la pensional y la tributaria–. Y sería más que deseable dejar atrás la confrontación, renovar el diálogo social, crear confianza y generar consensos.
En los dos años que vienen se determinará el futuro de Colombia, en un complejo proceso electoral y sin haber salido de la crisis.
No tiene ningún sentido que una norma legal impida la reelección del gerente Echavarría. No se puede continuar discriminando en contra de los mayores de 70 años.
Carlos Caballero Argáez