Cuando en Suecia se escuche una sirena en descargas cortas que suenan durante un minuto, la población debe ponerse a cubierto y esconderse inmediatamente. Se tratará del aviso urgente de un inminente ataque aéreo.
Un refugio de defensa civil, un sótano o una estructura de protección, que preferiblemente no tenga ventanas, será lo más efectivo para evitar las ondas de choque y los fragmentos de las bombas.
Si no hay manera de encontrar fácilmente esas estructuras, dado que está al aire libre, en una granja o no tiene tiempo para protegerse, deberá buscar un pozo o una zanja y mantenerse acostado hasta cuando la situación, al menos, tienda a normalizarse.
Los anteriores son apartes de un pequeño folleto de emergencia que Suecia repartió a finales del 2024 a sus más de 10 millones de habitantes para que sobrevivan en caso de que estalle un conflicto.
Desde el 2018, mucho antes de su ingreso a la Otán, el país escandinavo no actualizaba sus recomendaciones frente a un ataque militar, emergencias o desastres naturales. Suecia hizo valer por décadas su neutralidad, lo que la mantuvo alejada de conflictos y les permitió a sus habitantes gozar de un merecido estado de bienestar.
Pero eso cambió con el renovado ataque de Rusia a Ucrania, sus ansias expansionistas y la ruptura del cordón umbilical que unía a Estados Unidos con Europa. En este momento, la seguridad va primero, la paz vendrá después.
Veamos: al no tener frontera terrestre con Rusia, a Suecia no le debería preocupar una invasión como la sufrida por Ucrania en febrero del 2022. Mirando sus linderos, ni Finlandia ni Noruega le han dado problemas.
Lo más parecido a una vecindad sueca con Rusia y de donde vendrían los inconvenientes es desde el exclave ruso de Kaliningrado, fuertemente armado, al que solo se puede acceder por tierra a través de un corredor que limita con Bielorrusia y Polonia y queda a pocas millas náuticas de la isla sueca de Gotland, en el Báltico.
El próximo intento de Rusia de apropiarse de tierras no se producirá en un ex-Estado soviético. Será en un país europeo, lo dijo hace unos años el expresidente de Georgia Mikheil Saakashvili antes de que Finlandia y Suecia se unieran a la Otán. Y lo lanzará desde Kaliningrado, predicen otros analistas.
Entonces, la urgencia es el principal impulsor de la construcción de un escudo de seguridad muy fuerte que anticipe y enfrente un eventual ataque. A eso se ha dedicado Suecia, neutral o no.
Suecia ha mantenido fuerzas militares altamente capaces, con tecnología de vanguardia, incluidos aviones de combate Gripen de cuarta generación.
¿Por qué poner los ojos en Suecia?
En primer lugar, porque el país no se quedó quieto mientras era neutral. Su gasto en defensa como proporción del PIB pasó de menos de 1,5 por ciento en 2014 a 2,14 por ciento en el 2024, por encima de la media exigida por la Otán de 2 por ciento.
El Parlamento sueco está muy inclinado a elevarlo a 2,6 por ciento del PIB en el 2030 y está firmemente comprometido con ampliar las brigadas militares, personal naval e incluso en la creación de la primera unidad de artillería de cohetes.
Segundo, la posición geográfica de este país exportador de bienes industriales de tecnología de punta lo convierte en una parte esencial de cualquier plan de defensa de la Otán para el mar Báltico y Escandinavia.
De acuerdo con el profesor Andrew Norman, quien escribió recientemente para el prestigioso centro de pensamiento de estudios internacionales Chatham House, Suecia servirá como ruta de tránsito terrestre para reforzar militarmente a sus vecinos Noruega y Finlandia.
Otra razón es que, en caso de un ataque ruso a Polonia o Lituania, proporcionará un centro de apoyo marítimo crucial desde su isla de Gotland. Esa posición de Suecia bien puede disuadir a Rusia de apoderarse de esa estratégica región.
Suecia tiene particularidades que la hacen clave en la situación que estamos viviendo y tiene un puente casi natural con Dinamarca, también para abastecer unidades militares y marítimas.
Norman considera que Suecia aporta a la Alianza Atlántica una cantidad considerable de experiencia y una certera comprensión acerca de cómo contrarrestar el deseo ruso de tener control sobre sus vecinos. Eso dice mucho de a qué se dedicó el país mientras fue neutral.
Suecia ha mantenido fuerzas militares altamente capaces, con tecnología de vanguardia, incluidos aviones de combate Gripen de cuarta generación, tanques Leopard 2 y submarinos de la clase Gotland, con un sistema de propulsión avanzado que los hace muy eficientes en la poca profundidad del Báltico.
En estos tiempos, de lo que se trata es de atender la seguridad más que a la paz.
En palabras del primer ministro polaco, Donald Tusk, ante el Parlamento, la carrera hacia ese fin debe perseguir capacidades muy avanzadas de armas de todo tipo, que pueden incluso ir al campo nuclear.
El ejemplo de Suecia es para seguirlo.