Esta primera columna que escribo como Directora General del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) inicia con un sentido y enfático llamado, la construcción de la paz total, esa ambiciosa meta que se ha trazado el gobierno del presidente Gustavo Petro y a la que se suma con vehemencia el ICBF, solo es posible con la disminución efectiva de todo tipo de violencia contra niños, niñas y adolescentes.
Es inconcebible pensar un país donde el escenario de mayor riesgo para la niñez es el hogar, el mismo que debería ser garante del amor y la educación basada en el respeto. Las familias son el primer entorno protector, allí se suplen las necesidades básicas, se construyen y se apoyan los proyectos de vida individuales y colectivos. Sin embargo, hoy ese papel de la familia se está desdibujando y somos todos los llamados a recomponer el núcleo base de la sociedad. La familia es y debe ser cuidadora y protectora de la niñez y adolescencia.
Pero la realidad de Colombia es compleja, noticias sobre constantes vulneraciones a niños y niñas han enlutado al país, me han conmovido profundamente y nos confronta respecto a la tarea que estamos emprendiendo en el ICBF buscando proteger y garantizar sus derechos.
Los niños y niñas merecen transitar su primera infancia con la seguridad de ser felices. Esa es nuestra responsabilidad, garantizar una inversión efectiva en las estrategias, programas y proyectos enfocados en el desarrollo de la niñez, un compromiso irrestricto de todos los funcionarios públicos, empezando por mí, por supuesto.
Ese objetivo solo será posible con una atención integral que pasa por una prevención intersectorial en materia de salud, educación, vivienda, al agua y la cultura, y que además involucra una participación activa de la triada: familia, sociedad y Estado.
Por lo tanto, los recursos que invirtamos en la niñez y en su desarrollo son sagrados y requieren de una veeduría de la sociedad civil. Bajo esta premisa espero que todos los servidores públicos del ICBF dispongamos nuestras acciones, entendiendo que el trabajo que hoy realizamos se verá reflejado en los próximos 20 o 30 años.
Hacer felices a niños, niñas, adolescentes y sus familias debe ser nuestro fin. La política del amor y el cuidado será implementada en cada una de las estrategias que se desarrollen en el ICBF, enmarcadas todas en la aplicación y defensa de los derechos humanos, la Declaración de los Derechos del Niño, el Código de Infancia y Adolescencia y el valioso artículo 44 de la Constitución de Colombia, el mismo que decreta -entre otros- el derecho fundamental del a una alimentación equilibrada para la niñez.
Justamente este derecho nos evoca a la lucha frontal que el ICBF ha iniciado contra el hambre y que debe ser acompañada por un trabajo conjunto. Cumplir el sueño de que ningún niño o niña muera por hambre en Colombia requiere de mí, de usted, de todos lo que conformamos esta nación.
CONCEPCIÓN BARACALDO ALDANA
Directora del ICBF