Para unos es el dolor eterno frente a la pérdida de seres queridos, víctimas del virus que ha contagiado a millones en el mundo. Para otros, el impacto de la crisis económica causada por la pandemia, en falta de empleos o quiebras empresariales, y sus serias repercusiones sobre los niveles de bienestar. Para todos, el confinamiento extendido que ha convertido a la humanidad en el objeto de un gran laboratorio, lleno de incertidumbre sobre los resultados de este experimento global.
Ante tales condiciones, el fin del 2020 fue despedido con alivio. Difícil recordar un año más espantoso que el que acaba de terminar. ¿Esperanzas?
Una de las portadas más elocuentes del año pasado fue la de The Economist en su edición del 21 de marzo: una imagen de nuestro planeta cubierto con el anuncio ‘Cerrado’. Así permanecemos desde entonces. Los movimientos de personas entre países siguen limitados. Dentro de sus fronteras, algunos han vuelto a decretar cuarentenas nacionales –así lo ha hecho el Reino Unido esta semana–.
Un retrato de cómo la pandemia ha afectado la vida en todo el mundo se encuentra en la edición que National Geographic le dedicó al tema, con una serie de impresionantes fotografías, conmovedoras y tristes, en Indonesia o Bélgica, Kenia o Estados Unidos.
¿Cómo construir el futuro tras las lecciones que dejará esta prolongada crisis? Este es, por supuesto, un gran reto que es preciso abordar. Afrontarlo no
ite demoras.
El año de la gran humildad es el ensayo del filósofo John Gray (New Statesman, 11/12/2020). Su visión es sombría. Para Gray, la pandemia no es “el evento traumático del siglo, sino la revelación de la fragilidad de nuestra existencia”. Es un argumento contra la ilusión humana de controlar el planeta: este, nos dice, “pertenece a los microbios”. Podemos protegernos de sus amenazas, pero no conquistarlos.
Grey no la emprende contra la ciencia. Por el contrario, critica la “hostilidad” que la pandemia ha desatado entre algunos sectores contra los científicos. Pero busca reconocer sus limitaciones mientras insiste en la necesidad de aceptar las incertidumbres de la humanidad. No comparto su pesimismo ni la fatalidad derrotista que provoca. Sin embargo, advierte sobre la urgencia de ajustar nuestras vidas de una manera más modesta frente al planeta, una lección de la pandemia.
¿Cómo construir el futuro tras las lecciones que dejará esta prolongada crisis? Este es, por supuesto, un gran reto que es preciso abordar.
Afrontarlo no ite demoras. Grey advierte también sobre los “movimientos paranoicos” que las pestes del pasado han solido provocar, animados por conspiraciones subjetivas, y sus nefastas consecuencias. Sería un error ignorar los posibles vínculos entre el insólito asalto al Capitolio norteamericano por la muchedumbre trumpista ayer y la pandemia.
El triunfo de Biden y la certificación de la victoria por el Congreso son excelentes noticias que prometen un escenario mundial más propicio para luchar contra el covid-19. Solo una política global, apoyada en las instituciones multilaterales, permitirá desplegar las acciones requeridas para combatir con éxito el coronavirus.
La puesta en marcha de programas de vacunación masiva es otra noticia que despierta optimismo, aunque la tarea por delante es inmensa. “La peor hora de la pandemia está por llegar”: es la advertencia de Anjana Ahuja, periodista especializada en temas científicos (Financial Times, 5/1/2021). La nueva ola de contagios, con las mutaciones del virus, alimenta mayores preocupaciones.
Hay, no obstante, señales de esperanza, fincadas en las posibilidades de extender globalmente las vacunas. Y, como enseña la novela de Camus, “tan pronto como fue posible para la gente tener una pizca de esperanza, el reinado efectivo de la peste había terminado”.
Eduardo Posada Carbó