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El paro como teoría o el deseo de cambiarlo todo

Este libro nos recuerda que los efectos de este ‘estallido epistémico’ residen en nuestros cuerpos.

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Sin embargo, según Azuero Quijano, el paro nacional no comenzó ese día, cuando el pueblo colombiano salió a las calles para protestar contra la reforma tributaria de Carrasquilla, ni terminó cuando las calles volvieron a su “normalidad”, sino que tuvo más de un comienzo: en septiembre de 2020, durante las protestas del 9, 10 y 11 de septiembre tras el vil asesinato de Javier Ordóñez; el 21 de noviembre de 2019, durante las protestas del #21N, en las que Dilan Cruz fue brutalmente asesinado; en 2018, durante el primer paro estudiantil en contra del gobierno de Iván Duque, y también comenzó en 2017 en el Pacífico colombiano, durante el paro cívico de Buenaventura.

Esta capacidad del paro nacional de articular varias temporalidades, que se superponen como estratos geológicos, proviene de su potencia o fuerza histórica, retomando el concepto de la feminista argentina Verónica Gago. A través de cinco ensayos, siguiendo al pensador jamaicano Stuart Hall, Azuero Quijano se propone pensar el paro nacional como una coyuntura, es decir, “como el punto de amalgamiento y articulación de procesos históricos de largo aliento y contingencias que nos permite repensar la historia para entender y actualizar el presente”.

Son muchos los destellos de lucidez que nos regala este libro; sin embargo, por una cuestión de espacio, quisiera detenerme en una idea poderosa, y es la crítica a la idea de transición. Desde hace algún tiempo, en Colombia se ha entronizado el concepto de “transición”. Llevamos años siendo una sociedad que transita hacia un posconflicto, cada vez más escurridizo, y hacia una democracia liberal “plena” como si este fuera nuestro único horizonte histórico. Por cierto, una democracia liberal que no deja de mostrarnos sus límites y su incapacidad de cumplir sus promesas.
Sin embargo, esta condición histórica que vivimos las sociedades latinoamericanas y caribeñas; este constante transitar hacia una democracia liberal que se ha configurado como único horizonte posible, se manifiesta en la experiencia de estar viviendo un tiempo que no es el nuestro, un tiempo impuesto, un “tiempo descoyuntado”, y no porque las sociedades de Nuestra América sean defectuosas, sino porque es una consecuencia de una determinada filosofía de la historia, como lo recuerda Azuero Quijano evocando al antropólogo haitiano Michel-Rolph Trouillot.

Por esto, para Azuero Quijano, el paro nacional no solo fue un estallido político y social, sino que también fue un “estallido epistémico”, porque nuestras maneras de interpretar lo que nos sucedió fueron sacudidas. Y, por lo mismo, se hacía necesario crear nuevos marcos de sentido para dar cuenta de lo que vivimos: repensar el pasado para entender cómo esa coyuntura sigue actualizándose en el presente. Esta es una de las propuestas de este maravilloso libro.

Un libro necesario en este momento en el que se cree que un gobierno es un fin en sí mismo y no un medio para difundir toda una rica tradición latinoamericana y caribeña de resistencia y luchas populares. Y así, todos los días, El paro como teoría nos recuerda que los efectos y la potencia de este “estallido epistémico” residen en nuestros cuerpos y que, en ciertos momentos, se actualizan para desplegar, nuevamente, nuestro deseo de cambiarlo todo.

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