Entre los rasgos del carácter de Maqroll el Gaviero –personaje central de la obra de Álvaro Mutis– que más me conmueven están su absoluta certeza de que el destino se encargará de lanzarnos un salvavidas cuando estemos a punto de hundirnos; su decisión de no juzgar a los demás, convencido, tal vez, de que así mismo cualquiera que nos juzgue podrá encontrar en nosotros tantos motivos censurables que no saldríamos del asombro; su ponderación de la amistad como uno de los dones más preciados, y esa vocación de vivir el momento presente como si no hubiera un mañana, algo que, por cierto, predican tantos místicos y recomiendan muchos guías espirituales.
Va dejando lecciones Maqroll a lo largo de las páginas de los muchos poemas en los que aparece y de las siete novelas de las que es personaje principal. Pero, lejos de intentar convertirse en modelo o proponerse como guía –nada más ajeno a su personalidad–, revela honduras de la vida que solo logran mostrar los personajes construidos no solo desde el arte sino también desde la filosofía, y cuyos autores se han visto enfrentados a grandes encrucijadas, a situaciones límite y han comprobado que, como dirían los nadaístas, “nada es para siempre”. Ahí están las tales lecciones de nuestro personaje: en el descreimiento, en la capacidad para amoldarse a las circunstancias, en el desprecio por la superficialidad.
Vuelvo a Maqroll en el centenario del nacimiento de Álvaro Mutis, el único colombiano que ha ganado el Premio Cervantes, además de muchos otros galardones en Francia, Italia, México, España...
Es muy significativo que su obra haya alcanzado el Cervantes, no solo por la devoción que Mutis sentía por el escritor de Alcalá de Henares, sino también porque Maqroll tiene mucho del Quijote. Aventurero y soñador, no enfrenta molinos de viento pero lucha, por ejemplo, contra los motores desvencijados de las naves en las que se embarca en busca de nuevas orillas y, sobre todo, en busca de la vida que sucede mientras viaja.
Vale la pena leer a Mutis ahora, como un homenaje en su centenario, y antes de que las comisiones de “lectores sensibles”, animados por una corrección política que en muchos casos no es más que maquillaje, conviertan a Maqroll en un arcángel y eliminen de su carácter esos trazos de bribón que tan bien le sientan. A él y a la literatura.
FERNANDO QUIROZ