Ahora que lo leo me cuesta trabajo pensar –entender, aceptar– que han pasado treinta años desde entonces. Así que, para desviar el tema del tiempo y evitar que nos pongamos a hacer cuentas y sacar conclusiones tristes, prefiero pensar en la música maravillosa que oíamos entonces, en las muy buenas canciones que aparecieron, en esos álbumes que pegaron tan duro que jamás dejaron de sonar y que forman parte de la historia musical del continente y de la historia de una generación –en realidad, más de una generación– a la que le ayudó a transitar hacia el fin de siglo, a ponerles ritmo a las ilusiones, a encontrar nuevas disculpas para reunirse con los amigos, a multiplicar los motivos de celebración...
Sí, han pasado treinta años desde que vieron la luz de los escenarios aquel Matador, de Los Fabulosos Cadillacs, El amor después del amor, de Fito Páez, y los Clásicos de La Provincia, de Carlos Vives. ¡Qué feliz coincidencia! ¡Qué suma de talento! ¡Qué buenos tiempos para la música!
Algunos de los mejores recuerdos de aquellos años están adobados con los ritmos que estos músicos –cada uno en su estilo, cada uno con inspiraciones propias– lograron colar en el ADN de los latinoamericanos. Algunos de los mejores recuerdos de aquellos años están ubicados en los escenarios populares en donde se presentaron a lo largo del continente en giras que tenían tanto de musical como de místico.
Para celebrar las tres décadas que han pasado desde aquella época gloriosa, unos y otros han vuelto a citar a su público en estadios y coliseos. Y la buena energía parece intacta, en ese viaje a la nostalgia tanto para los que se suben al escenario y recuerdan cuando lo hicieron por primera vez como para aquellos que vamos al auditorio y refrendamos nuestra selección de ciertas melodías en la banda sonora que nos ha acompañado en la vida.
En el panorama colombiano, esta es una oportunidad sin igual para aplaudir a Carlos Vives y para agradecerle tantos momentos de gozo que nos ha propiciado con su música, con su Provincia, con su desparpajo en el escenario, con su alegría contagiosa, con su capacidad para hacernos bailar incluso a los más troncos. Una oportunidad ideal para agradecerle que le hubiera dado tal vuelo a la música del Caribe y que hubiera rescatado algunos de los más espectaculares clásicos del vallenato.
¡Gracias, Vives!
FERNANDO QUIROZ
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