Una de las cosas que me parecen más interesantes hoy día es esta manera que tienen las mujeres, y muy particularmente las feministas, de impactar el vocabulario generando nuevas palabras o expresiones para referirse a sus vidas, palabras que no existían hace unas tres o cuatro décadas. Un nuevo vocabulario que, por supuesto, tiene efectos reparadores en su devenir y que, claro está, no agrada mucho a nuestra vieja Academia de la Lengua.
Sin embargo, es evidente que las palabras marcan políticamente la vida. En primer lugar, el hecho de haber empezado a feminizar muchas profesiones ha tenido un inmenso impacto para niñas, adolescentes e incluso mujeres que perciben entonces la posibilidad de concretar un sueño en relación con su ejercicio profesional, sueño hoy mucho más cercano que hace unas décadas. Hablar de médicas, ingenieras, alcaldesas, presidentas, juezas, magistradas, lideresas, astronautas o cirujanas trastoca viejos imaginarios culturales y sitúa a las mujeres en otra dimensión política.
Hablar corrientemente de derechos de las mujeres, que la expresión de derechos humanos invisibilizaba, darles vida a conceptos como paridad política, feminicidio, sororidad –una de las más bellas palabras actuales–, enfoque de género, enfoque diferencial, lenguaje y democracia incluyentes pesa de una manera insospechada sobre la democracia porque finalmente es esto lo que tratamos de lograr: la construcción de una democracia incluyente.
Referirse constantemente al género, desde que Simone de Beauvoir nos regaló esta pequeña frase tan inspiradora de nuevas maneras de concebir nuestras construcciones identitarias, “Uno no nace mujer, se llega a serlo”, referirnos hoy casi de manera obligada para cualquier actividad humana a la expresión ‘enfoque de género’ y ‘enfoque diferencial’, nombrar sin reserva lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, intersexuales y ‘queer’ es un inmenso paso para la inclusión, paso relativamente reciente, cuando en la década de los 60 en Colombia era riesgoso hablar de homosexualidad.
No hay duda de que el vocabulario que hemos construido las mujeres, y particularmente las feministas, cambió la manera que tienen ellas de percibirse y de encontrar un lugar en este mundo, lugar que se les había negado durante tantos siglos. Además, hoy se habla en plural de estas nuevas maneras de referirnos a las mujeres y de la considerable y apasionante diversidad humana. Es aún a veces difícil para los medios, los discursos políticos e incluso los y las periodistas nombrar estos nuevos conceptos, apropiarse y utilizar un lenguaje incluyente, un lenguaje que no niega, que no invisibiliza.
Buenos días a todas y a todos. Sí, porque estoy en esta charla, porque quiero que me nombren. Y que no olviden y nombren a las niñas que ya se aburrieron de esconderse siempre detrás de los niños o los hijos. Las niñas están, las niñas quieren ser nombradas y quieren ser alcaldesas o astronautas. Y ya lo lograron.
FLORENCE THOMAS
Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad