Las elecciones argentinas del pasado 11 de agosto, primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (
Paso), fueron la señal de una derrota anticipada para el
multimillonario Mauricio Macri, que erosionan sus posibilidades de reelección en los comicios de octubre 27, llegando como mucho a segunda vuelta el 24 de noviembre.
Las clases medias y populares agotadas y frustradas con las políticas económicas de austeridad, que han conducido a una economía recesiva e inflacionaria (la tercera tasa de inflación en el mundo, después de Venezuela y Zimbabue), decidieron votar en contra del modelo neoliberal de la plutocracia porteña, patrimonialista y rentista.
El margen a favor de Alberto Fernández (Kirchnerista) sobre Macri fue de 15 puntos porcentuales, aunque las encuestadoras predecían un pequeño margen o empate técnico, queriendo inducir unas expectativas favorables al gobierno, que se autocumplirían como en el cuento de García Márquez ‘Algo muy grave va a suceder en este pueblo’: todos sus habitantes terminaron por irse del pueblo. ¿Qué hay más terrible que abandonar un pueblo?
Los resultados económicos que tiene Macri para Argentina son realmente desalentadores si se comparan los puntos de llegada de CK en 2015 con el de Macri (2019): inflación, 25 % contra 56 %, respectivamente; pobreza, 20 % y 34 %; desempleo, 7 % contra 10 %; tasa de interés de referencia (Bcra), 38 % y 60 %; devaluación 15 pesos/dólar contra 46, después de elecciones por encima de 60 pesos; deuda, 167.000 millones de dólares contra 275.000 mdd, y el riesgo país, 487 puntos y 1.981, respectivamente (Indec-UCA).
En cuanto a las
tasas de crecimiento real del PIB fueron -2,08 % (2016), 2,66 % (2017), -2,51 % (2018), y se preveía 1,3 % en enero de 2019. Sin embargo, el ministro de repuesto
Hernán Lacunza ha reconocido que Argentina puede terminar el año en una recesión, con crecimiento negativo, y más inflación.
Los indicadores sociales son aún peores:
Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), señala que “de 40,5 millones de argentinos, habría 14’175.000 de pobres, de los cuales casi 3 millones serían indigentes”. Es decir, “la pobreza alcanzó no menos del 35 % y la indigencia, poco más del 7 %” (13 de julio de 2019). Por el lado del consumo, la leche pasó de 217 litros per cápita anuales en 2015 a 133 en 2019. Mientras el consumo de carne, en un país exportador como Argentina, pasó de 59 kilogramos per cápita anuales a 50 en 2019.
Dado que los 15 puntos porcentuales de diferencia entre Fernández y Macri son muy difíciles de remontar, y los mercados bursátiles y de cambios reaccionaron en consecuencia: la tasa de cambio se “devaluó un 25 % frente al dólar, pese a una subida de los tipos de interés hasta el 74 %, y los valores bursátiles cayeron hasta un 60 % (la sesión cerró con una caída del 37,9 %). Fue un
lunes negro”. ¿Qué pasó? Macri le hecha al culpa a las expectativas que crea el triunfo del “populista” Kirchnerismo y el regreso de Cristina.
En este sentido, los operadores mediáticos han venido creando una atmósfera de apocalipsis en caso de que gane Fernández. Se trata de comunicarle a la gente que si gana Fernández, la van a ver difícil, y eso fue lo que hizo Macri el lunes 12. Precisamente,
Martín Redrado, presidente del Bcra, hasta 2010 afirmó que Macri ordenó no parar la corrida hacia el dólar: “Que el dólar se vaya donde se tenga que ir y que los argentinos aprendan a votar”. La democracia del castigo.
Mientras tanto, el mercado, los intereses en juego, tratan de acorralar a Fernández, para que les dé tranquilidad sobre el manejo de la deuda externa, la política cambiaria, la política monetaria y la política de precios y salarios. Claro, Fernández sabe que tiene que ser muy discreto, y al respecto afirmó que la deuda con el FMI se pagará, pero que habría que renegociar los términos y que no habría cepo cambiario. Es decir, que no habría obstáculos en el mercado de divisas, una promesa difícil de cumplir, dado el déficit de cuenta corriente, que presiona por el lado de la balanza factorial, por remesas de utilidades y pagos de intereses de la deuda pública y privada.
La frustración y cansancio de los electores argentinos son los mismos que se observaron en las elecciones presidenciales de México y de Brasil en 2018 con las políticas neoliberales. En México, el electo Manuel López Obrador, en quien las élites temen más el éxito que el fracaso, se ha convertido en el presidente con mayor aprobación en Latinoamérica en sus ocho meses de gobierno.
En Brasil, las élites y sistema judicial se las apañaron para detener el triunfo de Lula con las investigaciones por corrupción que lo llevaron a la cárcel. Sin embargo, las élites oligárquicas brasileñas, como lo demostró
Glenn Greenwald posteriormente, solo pudieron parar el triunfo de Lula con una conspiración, manejada por el juez Moro y ahora ministro de Justicia de su beneficiario Bolsonaro.
¿Qué sigue en Argentina después de México y Brasil? Tiempos difíciles pero interesantes, teniendo en cuenta que en Latinoamérica existen unas élites que están dispuestas a que nada cambie con tal de conservar sus privilegios.